Chile fue la colonia más pobre de España en América. Hoy es el país de mayor nivel de desarrollo, gracias a una democracia sólida y una economía abierta al mundo, tal como lo confirma el último informe de Desarrollo Humano del PNUD, que nos ubica entre los países con alto desarrollo humano, ocupando el primer lugar en América Latina y mostrando un alza constante en las últimas tres décadas.
Sin embargo, sabemos que nos falta mucho por avanzar y que el camino al desarrollo no está pavimentado. Enfrentamos diferentes obstáculos, algunos de origen interno, como el débil crecimiento de nuestra economía, el alto déficit fiscal y la deuda pública heredada, y otros en el plano externo, como el alza de las tasas de interés y la guerra tarifaria entre China y Estados Unidos que ha generado un significativo deterioro en nuestros términos de intercambio. Por ello, nuestro Gobierno se esfuerza día a día, corrigiendo los errores del pasado y haciendo las reformas estructurales que el país necesita para poner a Chile nuevamente en la senda de progreso y desarrollo.
Afortunadamente, gracias al trabajo y el esfuerzo de todos los chilenos, lo estamos logrando. En los últimos meses, la economía chilena ha recobrado su liderazgo y dinamismo. La inversión y la productividad, que antes caían, se están recuperando con mucha fuerza. Es así como en el segundo trimestre la inversión creció un 7,1%; la productividad, que antes era negativa, hoy está cerca del 3% al año; mientras que el crecimiento de nuestra economía en el segundo trimestre de este año alcanzó un 5,3%.
La meta que hemos fijado para Chile es grande, ambiciosa y factible: transformar a Chile antes que termine la próxima década en un país desarrollado y sin pobreza, con un ingreso per cápita y un nivel de desarrollo superior al que tienen algunos países europeos y acercarnos a lo que es hoy día España.
En la historia reciente, Chile y España han enfrentado desafíos comunes de enorme importancia, como fueron sus respectivas transiciones a la democracia. Estos procesos, que son muy complejos y muchas veces se caracterizan por la violencia y el revanchismo, resultaron exitosos, tanto por la sabiduría y el patriotismo de los grupos dirigentes, como por la participación y compromiso cívico de millones de ciudadanos que trabajaron por un futuro mejor. Gracias a esos esfuerzos colectivos, hoy ambas naciones disfrutan de una democracia plena y de un sólido estado de derecho que garantizan el respeto a los derechos humanos y el ejercicio de las libertades.
Sin embargo, en Chile esa primera transición, desde el autoritarismo a la democracia, ya es historia. Hoy los chilenos tenemos la misión de realizar una segunda transición, la transición hacia un país desarrollado, sin pobreza con altos niveles de desarrollo humano y con mejor calidad de vida para todos.
Pero no buscamos conquistar cualquier tipo de desarrollo sino uno que signifique mucho más que crecimiento económico. Creemos en un desarrollo integral, inclusivo y sustentable. Integral, porque debe abarcar todas las esferas del quehacer humano. Inclusivo, porque sus beneficios deben llegar a todas las familias, personas y diferentes regiones del país. Y sustentable porque debe ser respetuoso de la naturaleza y del medio ambiente, de manera que permita que las próximas generaciones puedan disfrutar de un país mejor que el que recibimos.
Los chilenos sabemos que no estamos solos en este camino hacia el desarrollo, porque contamos con muy buenos amigos y aliados en el mundo, tal como lo ha sido siempre España.
Nuestros países comparten un pasado en común y una larga historia de relaciones: ambos hablamos la misma lengua y nos mueve la misma vocación por contribuir al progreso de nuestros pueblos.
En numerosas ocasiones hemos sido testigos de manifestaciones de mutuo respeto y admiración, que sabemos no son meramente declarativas, porque forman parte de los fuertes lazos de amistad, cultura y comercio que unen estrechamente a nuestros pueblos. Recuerdo, por ejemplo, cuando el Rey Felipe señaló en 2014: «Chile es un país ejemplar que representa, para muchas naciones del mundo, una auténtica historia de éxito y una verdadera fuente de inspiración», ocasión en la que agregó que ambas naciones tienen una relación privilegiada, porque España considera a Chile como un socio estratégico, y es a la vez uno de los principales inversores del mundo en nuestro país.
Tiene razón el monarca español cuando señala: "Esta confianza del inversor español existe porque Chile ofrece una positiva combinación de apertura económica y solidez institucional". Hace algunos años, su predecesor el Rey Juan Carlos, había expresado en una visita a nuestro país: "Chile ha entendido muy bien que el ahorro acude a los países que respetan la seguridad jurídica y huye de aquellos en los que reina la arbitrariedad", agregando que "no es casualidad que más de un millar de empresas españolas hayan elegido Chile para sus proyectos de inversión".
En los hechos, las inversiones españolas en nuestro país son de gran magnitud, alcanzando en las últimas tres décadas cifras cercanas a los 20.000 millones de euros, lo que representa cerca del 20% de la inversión extranjera en Chile. Especial importancia adquiere el interés de las empresas españolas en áreas como electricidad, gas, agua y construcción.
Una de las riquezas culturales en común que Chile y España deben aprovechar hacia el futuro es nuestro hermoso idioma. De acuerdo al Instituto Cervantes, al 2017 existen 572 millones de personas que hablan español en el planeta; además es uno de los idiomas más estudiados en el mundo después del inglés y en internet es la tercera lengua más utilizada.
No es casualidad que algunos de nuestros poetas más renombrados hayan permanecido largo tiempo en España y quisieran tanto a esta Madre Patria, como lo hicieron Vicente Huidobro, Gabriela Mistral y Pablo Neruda. Tres de nuestros escritores más destacados han recibido la más alta distinción de las letras españolas en las últimas dos décadas, el Premio Cervantes: Jorge Edwards, Gonzalo Rojas y Nicanor Parra. Felizmente la vitalidad de las letras nacionales no se ha interrumpido, y probablemente vivimos un momento histórico por la cantidad y calidad de escritores chilenos cuyas obras se leen en diversos lugares de Iberoamérica, recibiendo el reconocimiento del público, de sus pares y de la crítica.
En el ámbito educacional, España es uno de los principales destinos para que los universitarios chilenos continúen sus estudios de posgrado, logrando un perfeccionamiento en sus disciplinas, realizando investigaciones originales, contribuyendo a incrementar el capital humano de nuestro país. En los últimos años hemos recibido también la contribución de muchos españoles que hoy se desempeñan como profesores e investigadores en universidades chilenas.
No podemos dejar de mencionar algo que nos une históricamente y cuyos 500 años conmemoraremos el próximo 2020: el paso de Hernando de Magallanes y su expedición por el estrecho que hoy lleva su nombre en el sur de Chile. Es, sin duda, una gran ocasión para recordar, pero también para proyectar nuestra visión y posibilidades hacia el Pacífico, el océano del siglo XXI.
Como vemos, Chile y España estamos fuertemente unidos no solamente por el cariño y la admiración mutua, fraguadas en siglos de historia, también tenemos un auspicioso futuro que nos desafía y que nos convoca a escribir juntos las páginas más hermosas de la relación entre nuestras naciones.
Sebastián Piñera es presidente de Chile.