Un futuro “hecho en Europa”

Los últimos tres años, la Unión Europea se enfrentó al imperativo de llevar calma a los mercados y sentar las bases de una recuperación sostenida, lo que la obligó a concentrarse sobre todo en la estabilidad financiera y en reducir la deuda y el déficit fiscal. Ahora que las tensiones financieras disminuyeron y resurge la confianza, la dirigencia europea debería poner otra vez su atención a partir de 2014 en la economía real y la base industrial. Un buen lugar para comenzar a hacerlo sería la reunión del Consejo Europeo de Ministros, que tendrá lugar en febrero.

Para decidir qué es lo mejor para el futuro, lo mejor será mirar hacia el pasado. La clave para revitalizar la economía europea está en la inversión en la industria manufacturera, que ha sido históricamente uno de los pilares de nuestro crecimiento.

A lo largo de la última década, la política industrial quedó relegada detrás del sector financiero y de servicios; se consideró que la producción fabril era algo propio del pasado y que Europa ya no era un buen lugar para una industria competitiva. Muchos países europeos experimentaron una desindustrialización, por ejemplo en Italia, donde la producción industrial se redujo alrededor de un 20% desde 2007.

Sin embargo, el sector industrial aún es fundamental para la economía de la Unión Europea, ya que emplea a más de 34 millones de personas y equivale al 80% de las exportaciones, a la vez que aporta una parte importante de la inversión privada en investigación y desarrollo. Es decir que el sector industrial afecta a la totalidad de la economía europea, incluido el sector servicios.

De hecho, a pesar del mencionado cambio de enfoque en la formulación de políticas y de la competencia de las economías emergentes, los países europeos aún están entre los principales productores industriales del mundo, lo que se debe a la capacidad de numerosas empresas para adaptarse e innovar; algo que, por ejemplo, permitió a Italia trascender sus especialidades tradicionales (alimentos, moda y mobiliario) para ingresar en sectores como la biofarmacia, la ingeniería mecatrónica y la industria aeroespacial.

Toda la Unión Europea es escenario de un desplazamiento similar hacia actividades industriales de alto valor agregado. Esto sugiere que el éxito de Europa en el futuro dependerá de su capacidad para combinar sus fortalezas económicas tradicionales con la innovación de alto nivel.

Los países de la Unión Europea deben poner manos a la obra para crear las condiciones necesarias para la prosperidad del sector industrial. Por ejemplo, hace poco se lanzó en Italia el programa Destinazione Italia, que busca colaborar con el éxito de las empresas italianas por medio de establecer un sistema tributario más predecible, reducir la burocracia innecesaria y fortalecer el fuero civil para mejorar la ejecución de los contratos. Esto generará un entorno favorable al crecimiento de las empresas y atraerá inversiones privadas, tanto locales como extranjeras.

Pero las iniciativas nacionales no bastan. Las empresas europeas están integradas en cadenas de valor regionales y globales. Puede ocurrir que una compañía de Brescia produzca un componente para un equipo fabricado en Stuttgart que a su vez se ensamblará como producto final en Málaga. En este contexto, ningún país puede lograr su pleno potencial a menos que todos lo hagan.

La forma más eficaz de recuperar la competitividad en Europa es combinar las fortalezas individuales de los países miembros de la Unión para formar cadenas de suministro cada vez más productivas (u ocupar los lugares más altos en las cadenas de suministro globales). Esto requiere profundizar la conexión entre las economías nacionales y fomentar un auténtico e ilimitado mercado común que integre las ventajas relativas de los diferentes países.

Para ello es necesario implementar políticas más puntuales en el nivel comunitario. Mantener la competitividad global exige invertir en los determinantes fundamentales de la futura producción industrial: la eficiencia energética y la innovación tecnológica. Por ello, la Unión Europea debe adoptar medidas que favorezcan la competitividad de las industrias que hacen uso intensivo de la energía, con especial énfasis en reducir la diferencia de precios que existe respecto de nuestros competidores industriales, como Estados Unidos y las economías emergentes. Es fundamental contar con un mercado interno eficiente que suministre energía a precios accesibles.

Mientras tanto, hay en marcha otra importante iniciativa (el Área Europea de la Investigación) cuya implementación está prevista en 2014. Se espera que esta propuesta cree un entorno óptimo para la innovación, al proponer una agenda común para los programas de investigación nacionales y facilitar la circulación de habilidades y conocimiento científico (de modo que un centro de ingeniería mecánica avanzada en Italia pueda atraer investigadores de Finlandia o Portugal, por poner un ejemplo).

Pero además de investigación y desarrollo, una economía industrial innovadora demanda trabajadores con capacidades específicas de alto nivel. Para satisfacer esta demanda, la Unión Europea debe adoptar políticas de promoción de la educación en los niveles secundario (básico y superior) y terciario.

Para crear mercados más amplios, más integrados y más multidimensionales, la Unión Europea debe priorizar la firma de acuerdos de libre comercio, especialmente el Acuerdo Transatlántico de Comercio e Inversión que se está negociando con Estados Unidos. Esta clase de integración comercial (que podría desembocar eventualmente en un Mercado Común Transatlántico) puede convertirse en uno de los mecanismos de crecimiento más eficaces con que contará Europa en las próximas décadas, especialmente para la pequeña y mediana empresa fabril.

También hay que mejorar en gran medida el acceso de las empresas fabriles europeas a la financiación. Uno de los legados más perjudiciales que dejó la crisis financiera es la persistencia del racionamiento crediticio. En algunos países, la mitad de las solicitudes de préstamo son rechazadas, y los costos de financiación alcanzaron niveles prohibitivos.

No hay ninguna razón por la cual un préstamo en Bozen (Bolzano) deba costar el doble que en la cercana Innsbruck; de hecho, estas diferencias arbitrarias sólo debilitan la competencia y provocan estancamiento económico. Si la dirigencia europea no resuelve esta cuestión (lo cual implica trabajar en pos de una unión bancaria plena), los efectos positivos de los esfuerzos de reforma pronto quedarán reducidos a nada por falta de nuevas inversiones.

La reindustrialización (junto con el combate al desempleo juvenil) debe ser prioridad europea en 2014, con el objetivo de establecer un sector industrial equivalente al 20% del PIB de aquí a 2020. Para lograrlo, es imprescindible profundizar la integración europea. De hecho, estrechar la unión es la única esperanza que tiene Europa de crear una economía moderna, innovadora y próspera.

Enrico Letta is Prime Minister of Italy. Traducción: Esteban Flamini.

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