Un Gobierno arrodillado ante Henri Parot

Voy a pedirle que cierre los ojos y que se imagine a cientos de personas, entre ellas niños, congregadas en Madrid, en Valencia o en Málaga. Imagíneselas portando pancartas con el nombre de una persona impreso en ellas. Sienta cómo se emocionan al gritar ese nombre, cómo homenajean públicamente la figura de ese héroe, de esa leyenda, de ese referente social. Todos ven en él un espejo en el que deben mirarse las nuevas generaciones. Ahora suponga que esa masa no aplaude ni a un futbolista ni a un actor. Imagine que honran a alguien que asesinó a 39 seres humanos, a alguien que destrozó el cuerpo de niños a golpe de bombas y que no vaciló jamás a la hora de disparar en la cabeza de decenas de inocentes.

El escenario narrado quizá sea hipotético en Madrid, Valencia o Málaga. No en Navarra y en el País Vasco, donde el agasajo público a terroristas se ejecuta a diario y se justifica desde las instituciones públicas. No en Mondragón, donde cientos de personas tenían previsto reunirse hoy en la calle para honrar y homenajear a uno de los criminales más sanguinarios de nuestra historia reciente: Henri Parot, asesino probado de 39 personas.

Un Gobierno arrodillado ante Henri ParotEl terrorista aún está en prisión -fue acercado por el Gobierno de Pedro Sánchez este mismo año a una cárcel próxima al País Vasco, un guiño más a Bildu Batasuna- y allí seguirá hasta 2029, pero sus acólitos consideraron oportuno organizar una "marcha solidaria" para denunciar que el "preso político", como le definen, es una víctima, no un verdugo. La presión pública de las asociaciones de víctimas y de formaciones como el Partido Popular ha hecho que el acto de Mondragón sea desconvocado y disfrazado de actos por todo el País Vasco contra la "cadena perpetua" que, al parecer, sufren los miembros de ETA, pero nada cambia: etarras como Parot seguirán siendo presentados como "presos políticos" comprometidos con la libertad.

Apodado Unai, formó parte del comando de ETA más brutal, el Itinerante, un grupo sin territorio delimitado, compuesto íntegramente por mercenarios franceses sin ningún escrúpulo y coordinado directamente por el jefe de ETA Domingo Iturbe Abasolo. El atentado contra la casa cuartel de Zaragoza que en 1987 acabó con la vida de 11 personas llevó su firma. Seis eran niños. Silvia Pino tenía siete años; Silvia Ballarín, seis años; Rocío Capilla, 12 años; las gemelas Miriam y Esther Barrera, tres años; Ángel Alcaraz, 17 años.

En noviembre de 1988 asesinó en Madrid al niño de dos años Luis Delgado con una furgoneta bomba que el propio Parot aparcó. La madre de Luis se llamaba Mercedes y estaba embarazada. Las heridas que sufrió en aquel atentado la obligaron a llorar la muerte de un hijo desde el hospital. Cuatro meses después de eso, una valiente fiscal de la Audiencia Nacional, Carmen Tagle, interrogó al jefe etarra Josu Ternera y le preguntó si matar a un niño de dos años era la forma con la que ETA luchaba por la independencia. La pregunta no gustó a la banda y ordenó el asesinato de la fiscal al más fiel de sus sicarios. Parot le descerrajó un tiro en la nuca en Madrid en septiembre de 1989.

Niños, mujeres, hombres. 39 seres humanos murieron a manos de un animal sin escrúpulos que cuando fue detenido en 1990 llevaba consigo 300 kilos de explosivo para volar la jefatura de Policía de Sevilla. Su currículo le enviaría al ostracismo social en cualquier país de Europa. Nadie querría codearse con un ser despreciable que sigue orgulloso de la sangre derramada, que vive en prisión bajo la disciplina colectivo de presos de ETA y que se niega a renegar de su pasado criminal. En España, no obstante, hay quienes creen que es un héroe y trabajan a diario para que nuestros hijos -sí, los hijos de cualquier demócrata- vean en tipos de la calaña de Henri Parot un ejemplo de compromiso y patriotismo.

Bildu Batasuna se ha convertido en el mejor defensor institucional del legado de asesinos orgullosos de serlo. Promueven homenajes a etarras que abandonan la cárcel -sólo a los que siguen sin romper con su pasado; los arrepentidos son despreciados-, los ensalzan, les alaban y los presentan como un espejo en el que las nuevas generaciones se deben mirar.

Con todo, el problema no está en que los herederos políticos de ETA quieran vender a criminales sanguinarios como activistas comprometidos con la libertad. El problema, de hecho, está en cómo el Gobierno de España y los Gobiernos vasco y navarro miran hacia otro lado, consienten y blanquean a los organizadores de esos homenajes.

Hace ya unos días, el ministro de Presidencia del Gobierno y nueva mano derecha de Sánchez, Félix Bolaños, presumió en una comparecencia en el Congreso de que la Delegación del Ejecutivo de España en el País Vasco ha informado a la Fiscalía de la celebración de homenajes a etarras. Incluso deslizó su clara condena. "Tenemos la conciencia bien tranquila y la cabeza bien alta", añadió.

¿Cómo se puede tener la conciencia tranquila tratando a Bildu Batasuna como a un socio preferente? ¿Cómo puede un Gobierno llevar la cabeza alta cuando antes que con demócratas prefiere entenderse en Navarra, el País Vasco o en el Congreso de los Diputados con los que hoy proclaman que los homenajes a etarras no humillan a las víctimas? ¿Cómo se puede presumir de servicios prestados cuando esa hoja de servicios es la que evidencia la decadencia de un Gobierno que ha traicionado a todos los españoles a cambio de un plato de lentejas en La Moncloa?

Respondo: no se puede. Criticar los homenajes públicos a asesinos orgullosos de serlo es incompatible con bailarle al agua a los que organizan esos aquelarres. Defender la democracia y la libertad es incompatible con pactar con el peor fascismo que ha conocido España en su historia reciente: el abanderado por ETA, por sus acólitos y por los totalitarios que siguen enalteciendo a los que trataron de imponer su visión del mundo etnonacionalista a golpe de fuego y sangre.

Ahí va una pregunta que aún no ha respondido ni Bolaños ni su jefe, Pedro Sánchez: si tan en contra están del enaltecimiento del terrorismo en la calle, ¿apoyarán la proposición de ley que el Grupo Popular ha presentado en el Congreso con el objetivo de acabar con los homenajes a presos de ETA y los acercamientos a cárceles próximas a Navarra y País Vasco?

El Gobierno, especialmente el Ministerio del Interior y su titular, Fernando Grande-Marlaska, utilizó hace escasos días una falsa agresión homófoba para atacar a la oposición, banalizar los delitos de odio y usarlos de un modo partidista, irresponsable e inaceptable. Ante esto, muchos españoles nos preguntamos dónde está la maquinaria mediática y política del Gobierno cuando el agredido es un joven del Partido Popular al que le parten la cara por no ser nacionalista y por no simpatizar con batasunos, como sucedió en Vitoria este mismo mes.

El Ejecutivo no está ni se le espera. Como no está ni se le espera cuando en Navarra o en Cataluña se persigue, se acosa y se amedrenta al constitucionalista. Como no está ni se le espera cuando desde Podemos, partido que ostenta ministerios de Gobierno, jalean y protegen a quienes pegan a guardias civiles y a policías.

La guerra contra el terrorismo se antoja difícil de ganar con un presidente y un ministro del Interior más pendientes de las próximas elecciones que de proteger a las nuevas generaciones de la propaganda antidemocrática que promueven los socios de Sánchez. Será más difícil de ganar aún cuando hoy sábado, de nuevo, el Gobierno hinque sumiso la rodilla en tierra y permita una nueva humillación.

El Partido Popular tiene clara su posición, siempre al lado de las víctimas, a quienes no permitiremos que se ningunee con este tipo de actos. Hoy vamos a estar en Mondragón, junto con nuestros compañeros del PP vasco y del PP de Navarra que día a día dan la cara frente a los que siguen queriendo partírsela; estaremos también en San Sebastián, en Madrid y en Granada, lugares donde Parot atentó y asesinó. Nuestra voz se unirá al llanto de aquellos que han perdido a seres queridos por esta locura sin sentido que es el terrorismo, que sigue sin condenar Bildu Batasuna mientras sostiene con sus votos al Gobierno de PSOE y Podemos.

Que un terrorista condenado sea visto por los jóvenes como un ejemplo de compromiso no sólo depende de que los gobiernos reprochen y condenen la justificación del asesinato selectivo; depende, sobre todo, de que estos aíslen y no blanqueen a pistoleros y a sus voceros en las instituciones.

Ana Beltrán Villalba es diputada nacional y vicesecretaria de Organización y Electoral del Partido Popular.

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