Un Gobierno disolvente

No hay que ser del todo pesimista. En la vida hay ocasiones en que la situación es tan terrorífica que no queda más camino que mejorar. El momento político en España es éste. Pero no sabemos si ya hemos tocado fondo o nos toca todavía esperar unos meses para mejorar. Probablemente, lo que quieren algunos es dinamitar de una vez la Transición y el régimen constitucional que parió de forma tan extraordinariamente pacífica

Se busca, sin anunciarlo naturalmente, por decirlo así, un régimen caótico, en el cual se destierre por mucho tiempo la previsibilidad que, como dice el Premio Nobel Finn Kidland, es lo que hace prosperar un país. Por lo visto, lo que quieren unos y otros, sean del pelaje que sean, con tal de seguir en el poder y, naturalmente, todos por encima del español medio, no es suprimir el Muro de Berlín, que prácticamente se cayó solo, sino derribar como sea el Muro de la Transición que nos separa de una España empobrecida, atrasada y violenta. Creo que lo más provechoso en este febrero, que es un año bisiesto, y por lo tanto disponemos de un día más para gozar o sufrir, ya nos lo dirá el azar, es hacer un breve recuento de las atrocidades que los españoles tuvimos que soportar en los dos últimos dos siglos y que es a donde nos quiere llevar otra vez, este Gobierno disolvente, que está ahí, si no lo remediamos, para disolver España.

El siglo XIX comienza realmente en España en 1812, fecha del nacimiento del constitucionalismo autóctono, lo que sitúa a nuestra nación como la tercera que dispone tan tempranamente de una de las grandes Constituciones del mundo, pues dejando de lado la británica, que no está escrita, se sitúa tras la de Estados Unidos de 1789 y la de Francia de 1791. A partir del rechazo de las tropas de Napoleón, España se encierra en sí misma y ya no sale de sus fronteras hasta el Tratado de París de 10 de diciembre de 1898, tras la miniguerra con los Estados Unidos, que se apropia con Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam, mienras que Cuba adquiere su independencia. Circunstancias que tendrán consecuencias en la vida interna de España, especialmente en regiones como el País Vasco y Cataluña, con la consabidas s repercusiones políticas que afloraron en su momento. Comienzan así dos siglos oscurantistas que provocan el aislamiento de España, pasando de ser una de las naciones que más han influido en el mundo a encerrarse dentro de sus fronteras, en donde surgen conflictos de todo tipo, a diferencia de otros países europeos que siguen la marcha del progreso. Lo cual no quiere decir que no hayan conocido también conflictos internos, unos más que otros. Pero en España los enfrentamientos se cobrarán muchas vidas humanas y conoceremos graves pérdidas económicas como consecuencia del aislamiento internacional y de la mediocridad de nuestra clase política. Por otro lado, hay que subraya también, como es sabido, que la pérdida de nuestras colonias no solo fue un desastre para la economía nacional, aunque fuese justo, sino que además produjo un sentimiento de frustración nacional que afectó a nuestra cultura en general.

Los enemigos externos ahora se convierten en enemigos internos, hasta el punto de que surgen tres guerras civiles, dos de ellas carlistas, aunque con un significado mucho mayor. Del mismo modo, hubo que soportar conflictos clericales y, mucho más graves, los anticlericales... Ahora bien, la Guerra Civil de 1936 no solo se cobró cerca del millón de muertos, sino que dejó arruinado el país y, lo que es aún peor, dejó una sociedad fraccionada, con familias rotas y sin que pudiésemos contar con ayudas externas para la reconstrucción. Los países que se enfrentaron en la II Guerra Mundial dispusieron de la ayuda del Plan Marshall y pudieron reconstruir su economía mucho antes que nosotros. Pero, durante los siglos XIX y XX, no sólo tuvimos que soportar tres guerras y otros muchos incidentes que no podemos detallar ahora. Por eso, cuando este Gobierno se empeña una y otra vez en sacar al franquismo para ocultar sus intereses, hay que decir que repasar la Historia, incluso con absurdas leyes, es completamente perjudicial e inútil si no obtenemos lecciones para el presente que nos evite que tropecemos en la misma piedra. No merece la pena que siga narrando detalladamente todos los sucesos que hicieron de España un país especial. Pero sí conviene recordar hechos que hicieron imposible una convivencia pacífica entre españoles: las más graves huelgas generales; la posición predominante de los militares en la actividad política, hasta el punto de tener que soportar dos dictaduras: primero la del general Primo de Rivera (1923-1929) y la segunda y más agrave, la del general Franco(1936-1975); la Monarquía en estos 200 años no pudo resolver nada por la incapacidad de Isabel II, pero cuando se iba a adoptar una Monarquía democrática de la mano del general Prim, con la magnífica Constitución de 1868, fue asesinado y su protegido, el Rey Amadeo I, se volvió a Italia, después de un discurso ante las Cortes, en el que tira la toalla ante la dificultad de vivir en España. Dice así: «Estad seguros de que al despedirme dela Corona no me desprendo del amor a esta España tan noble como desgraciada y de que no llevo otro pesar que el de no haberme sido posible procurarla todo el bien qué mi leal corazón para ella apetecí». Los reinados de Alfonso XII y Alfonso XIII tampoco resolvieron gran cosa en un país, cada vez más torturado. Hemos conocido también dos repúblicas que fracasaron por causas diversas, pero en las que durante su vigencia se pasó del cantonalismo esperpéntico de la primera al levantamiento militar causado por el desorden de unos y otros que dio origen a la guerra civil que duró tres años. Pero es que, además, es uno de los pocos países europeos en los que durante este tiempo ha habido cuatro magnicidios: el general Prim, que con su muerte arrastró la Monarquía democrática; el presidente del Gobierno Cánovas del Castillo, autor de la Restauración que permitió cierta paz; el presidente Canalejas, krausista de formación; y, finalmente, el almirante Carrero Blanco, asesinado por la ETA de forma espectacular. Igualmente hay que hablar del terrorismo anarquista, de la ETA o de Terra Lliure. Pero no sigo más porque en estos dos siglos vivir en España ha sido un puro riesgo, tanto política como económicamente.

Estos casi 50 años que hemos vivido bajo la Transición ha sido algo único en España. No solo ha sido el periodo de mayor libertad y progreso de que han gozado los españoles en dos siglos, sino que nos hemos igualado económicamente con nuestros vecinos europeos. Pero parece ser que hay españoles que les gusta vivir en el riesgo, en la incertidumbre y están dispuestos a echar abajo el llamado «régimen del 78», para lo cual han formado un Gobierno-disparate que no es posible que dure seis meses a causa de las incongruencias que comporta. Veamos sucintamente este esperpento. El PSOE gana las elecciones, pero no dispone de mayoría suficiente para alcanzar la investidura y mucho menos para gobernar, por lo que se vio obligado a hacer un pacto de nocturnidad, ya que juraba y perjuraba que nunca jamás haría un Gobierno con Podemos porque no podría dormir. Pero no se trata de discrepancias personales, sino ideológicas y así no se puede gobernar. También ha incluido en su Gobierno a separatistas, a comunistas y a cualquier otro pájaro que se posó en su ventana. No hay un programa de Gobierno serio, no se sabe cuál va a ser su modelo de Estado y no sabe, además, de que forman un Gobierno de mosaicos de colores que desentona el problema más grave para mí es que son una pandilla de incompetentes, como lo ha demostrado Iglesias con los agricultores valencianos o Ábalos con el asunto del avión que aterrizó sin tocar el suelo. Cualquiera que conozca las reglas mínimas de la diplomacia y el acuerdo de Schengen, debería saber que la vicepresidente venezolana podía charlar, dentro del aeropuerto Adolfo Suárez, con quien quisiera y que podía comprar sus perfumes en el duty free. ¿Cómo es posible que se se haya armado semejante revuelo por tan poca cosa? Sin embargo, me huelo que hay algo gordo que podría afectar a miembros del Gobierno o que estuvieron en el Gobierno. En definitiva, hay que recordarle a Ábalos para que no repita el error la famosa frase de Benjamin Franklin: «Nunca arruines una disculpa con una excusa».

Jorge de Esteban es catedrático de Derecho Constitucional y presidente del Consejo Editorial de EL MUNDO.

1 comentario


  1. Vamos, que el país se viene abajo irremisiblemente porque le conviene a las ideas del articulista...

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