Un golpe de Estado del siglo pasado

Regidas por un eslogan de inspiración kemalista, “al servicio del país y no de los políticos”, las Fuerzas Armadas turcas ejecutaron diferentes golpes de Estado durante el siglo XX. Los principios de Kemal Atatürk, padre de la patria turca, fueron la independencia, el laicismo y el nacionalismo, hasta el punto de que llegó a adoptar, modificándolo, el lema de la revolución francesa: "Libertad, igualdad y nacionalidad”. Su legado ideológico se convertiría en legitimación del intervencionismo militar durante décadas y en inspiración de no pocos movimientos políticos en la zona.

El 27 de mayo de 1960 una junta militar encabezada por el general Gürsel derrocó al gobierno del primer ministro Adnan Menderes, acusado de incumplir la Constitución. Fue un golpe rápido, emprendido a las tres de la madrugada y concluido apenas una hora después, en el que tan sólo hubo una víctima. Su resultado supuso la caída del gobierno de Menderes, quien sería ahorcado unos meses después junto a dos de sus ministros, y abrió un período de inestabilidad política de la que se impregnaron los propios militares. De hecho, la división abierta en las fuerzas armadas provocó sendas intentonas golpistas del comandante Talat Aydemir en octubre de 1962 y de nuevo, unos meses después, en mayo de 1963, tras cuyo fracaso, en prevención de futuras tentativas, fue fusilado.

El segundo golpe exitoso fue de tipo blando y acabó con el gobierno de Suleyman Demirel el 12 de marzo de 1971. Un manifiesto, emitido por la radio nacional y firmado por el jefe del Estado Mayor y los jefes de los tres ejércitos, fue suficiente para derrocar a un gobierno acusado de no aplicar la constitución “con espíritu kemalista”. El golpe radiofónico también dio paso a desavenencias en las fuerzas armadas, con no pocas amenazas de llevar a cabo un nuevo pronunciamiento.

El último de los grandes golpes del siglo XX en Turquía tuvo lugar el 12 de septiembre de 1980, cuando las fuerzas armadas ejecutaron un golpe duro encabezado por el jefe del Estado Mayor, Kenan Evren. En esta ocasión los medios empleados fueron de especial dureza, así como la represión posterior, con cientos de fallecidos y desaparecidos. Los golpistas liquidaron la Asamblea Nacional, derrocaron al gobierno, prohibieron partidos y sindicatos, cerraron medios de comunicación y aplicaron la ley marcial. Su referente, de nuevo, las esencias kemalistas.

Todos estos casos se inscribieron en un contexto muy particular del desarrollo político e institucional turco, pero sólo se explican como parte del escenario definido por la guerra fría. En él, los actores políticos recurrían a una técnica como la del golpe de Estado para imponer su criterio o alcanzar el poder, cuestión que se trataba como asunto interno siempre y cuando no amenazara la estabilidad sistémica de las superpotencias. De ahí que, una vez desaparecida aquella, las nuevas intentonas hayan estado condenadas al fracaso. Ni los actores en ocasiones han comprendido el escenario actual, ni las reglas del juego son las mismas, ni las técnicas aplicadas se corresponden al momento histórico presente.

En febrero de 1997, bajo la fórmula del ultimátum, sin mediar movimiento de tropas alguno, el Consejo de Seguridad Nacional consiguió que el presidente Erbakan aprobara una serie de disposiciones dirigidas a frenar la creciente islamización del país, evitando “apartarse del camino de la democracia y del secularismo oficial”, lo cual provocó su dimisión unos meses después. Sin embargo, diez años después, en 2007, la publicación de una advertencia al gobierno en la página web de las fuerzas armadas (un ciber-pronunciamiento), lejos de conseguir su objetivo, acabó movilizando electoralmente al islamismo.

Los pronunciamientos de 1997 y 2007 se inscribieron en un contexto cada vez más lejano de la guerra fría, usaron técnicas poco apropiadas al momento (a pesar del éxito relativo del primero) y contaron con el rechazo de la comunidad internacional, en particular de la UE, consiguiendo finalmente lo contrario de lo que se proponían. De ahí que las conspiraciones descubiertas en 2003, la operación Mazo, por la que fueron procesadas 236 personas, o en 2008, que acabó con 265 personas presas, no tuvieran mayor recorrido, siendo abortadas prematuramente.

Lo ocurrido ahora en Turquía responde a una lectura errónea de sus protagonistas. Ni el momento, ni los objetivos ni los medios empleados son los adecuados. Independientemente de que sus protagonistas sean oficiales nostálgicos del kemalismo o alguna facción del islamismo más o menos moderado, se trata de un golpe de Estado del siglo XX que no ha sabido leer las claves del momento actual.

Jesús de Andrés, es profesor titular de Ciencia Política en la UNED y autor de El voto de las armas.

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