Un incómodo matrimonio

La incómoda relación entre la Unión Europea y Suiza ha entrado en una zona rocosa de nuevo, ya que los votantes helvéticos apoyaron el domingo día 9 la iniciativa de la extrema derecha del Partido Popular Suizo para reintroducir cuotas a los inmigrantes de la Unión Europea. La victoria fue pequeña (20.000 votos parecen haber marcado la diferencia) y estuvo lejos de ser homogénea: los cantones con mayor porcentaje de extranjeros votaron en contra de la iniciativa.

La noticia ha sido recibida con júbilo por los partidos de extrema derecha en Europa. Pero el mensaje común de la Unión Europea hacia el suizo ha sido claro: no puedes coger sólo lo que te beneficia. Suiza no puede esperar seguir beneficiándose del mercado interior de la Unión si se frena la libre circulación, un valor fundamental de la UE. El Gobierno suizo está, pues, bajo una presión considerable para no aplicar los resultados del referéndum, para lo cual tiene jurídicamente tres años.

Las relaciones de Suiza con la Unión Europea se rigen por acuerdos sectoriales bilaterales, negociados después de que los suizos votaran en contra de su integración en el Espacio Económico Europeo (EEA). Estos acuerdos, entre otras cosas, otorgan a los ciudadanos suizos y a los de la Unión Europea el derecho a elegir libremente su lugar de trabajo y/o residencia en cada uno de los territorios del otro. Para la UE-15 , además de Malta y Chipre, la libre circulación ha estado en vigor desde el 2007; para los estados que entraron en la ampliación del 2004, desde el año 2011. La libertad de circulación es actualmente objeto de una medida de salvaguardia, que permite la restricción de permisos de residencia en caso de gran afluencia de inmigrantes. Otras restricciones transitorias se aplican para Bulgaria y Rumanía.

A pesar de las declaraciones estruendosas de parte de la Unión Europea , los efectos exactos de la votación aún no están claros. La Unión ha tenido cuidado de no culpar al Gobierno helvético –que hizo campaña a favor del no a la propuesta– y que ahora está bajo la obligación incómoda de tener que convertir los resultados en una ley. Ha hecho un llamamiento a la calma, asegurando que nada va a cambiar en los próximos tres años, pero también se ha comprometido a llevar una propuesta legislativa al Parlamento a finales del 2014. También ha enviado emisarios a Bruselas para mantener reuniones con la Unión Europea.

Aunque todavía no está en vigor, la votación suiza ya crea incertidumbre para más de un millón de ciudadanos de la UE (alrededor del 15% de la población suiza), la mayoría de ellos procedentes de Italia, Alemania y Portugal. También afectaría a los suizos que viven en la Unión Europea. La comunidad de negocios suiza, incluyendo gigantes como Roche, Novartis o UBS, también está preocupada, porque la economía suiza depende de los trabajadores extranjeros y también porque si la UE aplica la denominada cláusula de guillotina –por la cual la infracción de uno de los acuerdos bilaterales hace que los otros decaigan–, el suizo podría perder el acceso al lucrativo mercado interior de la UE. La Unión Europea ya ha congelado el programa Erasmus, las negociaciones para un mercado común de la energía y la participación de Suiza en los programas de investigación de la UE. Sin embargo, los resultados también pueden significar el restablecimiento de la frontera Schengen, afectar a la fiscalidad del ahorro y al transporte.

Por ahora, toca esperar y ver. Todo movimiento futuro por parte de la Unión Europea dependía de si los suizos extendían la libre circulación a Croacia en julio de este 2014, según lo previsto. Y Suiza ha dicho que no. La Unión acuerda sanciones en caso de incumplimiento, pero puede tener dificultades para ejecutarlas. Cualquier decisión de la Unión Europea para frenar las relaciones con Suiza necesitará el acuerdo de todos los estados miembros. El Gobierno británico es el que ahora está siguiendo muy de cerca lo que está sucediendo con Suiza. Cameron ha planteado la idea de poner freno a la inmigración al Reino Unido, complaciendo al votante de extrema derecha, y puede ser que busque utilizar la situación a su favor. Otros gobiernos de la Unión Europea bajo la presión de los partidos de extrema derecha pueden verse tentados a dejar de lado el consenso actual.

A pesar de las tensiones, ya que todos los platos están en el aire, aún se espera que las negociaciones en curso para un nuevo acuerdo institucional entre la Unión y Suiza prosigan. El enfoque bilateral preferido por los suizos –poder quedarse con lo que más les conviene– ha causado irritación en la Unión Europea durante tiempo y por ello Bruselas está decidida a terminar con esta situación lo más pronto posible. La relación puede ser complicada pero no está rota, todavía.

Elina Viilup, investigadora principal de Europa, Centre d’Informació i Documentació Internacionals de Barcelona (Cidob)

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