Fernando Simón, el responsable de nuestro sistema de alerta precoz y respuesta rápida frente a riesgos de epidemias y pandemias, de la gestión del riesgo asociado a la sanidad exterior -el que estaba de guardia cuando se expandió el coronavirus-, se preocupaba el pasado 11 de mayo por la situación en Corea. Hay que hacer las cosas bien, decía, para que no nos pase lo mismo.
Ese día, el número de infectados no llegaba a 11.000 en el país asiático, mientras superaba de largo los 200.000 en España. Nuestro coordinador de alertas y emergencias sanitarias hacía referencia a un mínimo brote desencadenado en una zona de discotecas de Seúl, que provocó la reacción inmediata del gobierno coreano: identificación, rastreo y aislamiento.
Así actúan los países que han convertido en dogma de fe las tres T -test, track and trace-, pruebas, seguimiento y rastreo de los nuevos contagios. Cierto, hay que hacer las cosas bien. Hace tiempo que las "matemáticas" de esta pandemia dictaron sentencia: Corea representa el mejor modelo, España, el peor. Y eso tiene consecuencias, en la salud y en la economía. La singularidad de España está en el número de contagiados. Ese triste récord seguirá haciendo necesarias medidas más duras de aislamiento y complicará el aumento de la movilidad, sea para volver a clase o para reanudar actividades económicas.
Un estudio del Imperial College London del pasado cuatro de mayo sobre la desescalada en Italia advierte de los riesgos añadidos en poblaciones con un nivel muy elevado de casos. Lo que obliga, señalan, además de a extremar las precauciones individuales, a hacer pruebas masivas a pacientes, trabajadores sanitarios y otros grupos de alto riesgo, a la identificación temprana y aislamiento de los infectados, y a la supresión de núcleos localizados de contagio con un sistema potente de rastreos. Es decir, las posibilidades de una mayor movilidad se ganan con el buen gobierno. Como en Dinamarca, donde mis nietos ya van al colegio en condiciones de seguridad laboriosamente gestionadas por el gobierno de Mette Frederiksen.
En una segunda oleada, países como España sufrirían mucho más. Si no se cuenta en octubre con una vacuna o un fármaco profiláctico, ampliamente disponibles, contra este maldito SARS-CoV-2, la cantidad de personas infectadas marcará la contundencia de esa segunda fase en cada país, como advierten los expertos en enfermedades infecciosas.
Urge la reacción del mando único al que ningún poder territorial puede reemplazar
Urge, pues, la reacción del mando único al que ningún poder territorial puede reemplazar, ni antes ni ahora, para establecer la estrategia adecuada. Se trata de una cuestión de liderazgo y generación de confianza, y eso no se delega. Nada puede sustituir la voz de quienes tienen la misión de agruparnos a todos en un objetivo nacional común.
El académico Michael Ignatieff cometió el error de su vida cuando aceptó ser candidato a la presidencia de Canadá. Escribió un excelente libro para explicar su experiencia, Fuego y cenizas. Aprendió algo esencial: un líder nunca debe perder el derecho a ser escuchado, la base de la auctoritas. Hace tiempo que Pedro Sánchez, a fuerza de no respetar su propia palabra, dejó de contar con un mínimo de credibilidad, insustituible para dirigirse hoy a 47 millones de españoles asustados.
Sobre líderes que no están a la altura en momentos críticos, el historiador Pierre Rosanvallon nos regaló un tratado extraordinario, El buen gobierno. Los malos líderes, afirma, intentan escapar por todos los medios de la obligación de asumir responsabilidades, de la rendición de cuentas. Quieren evitar la contrapartida del ejercicio democrático de gobierno: "La responsabilidad es el pasivo que viene a equilibrar el activo de todo poder".
Ni harto de vino, asumirá Pedro Sánchez su responsabilidad en el número disparado de infecciones por las negligencias obvias de un mal gobierno. Al contrario, impostando a Churchill, nos avergüenza recurriendo a un deshonesto "hago lo que dicen los científicos". ¿Ellos decidieron que el límite provincial para la movilidad no rigiera en el País Vasco? En fin, como remarca Rosanvallon, hay una dificultad insalvable en los dirigentes que utilizan siempre un "hablar falso". Entonces, como denunció Manuel Valls en su día, "la palabra pública se convierte en una lengua muerta".
La historia, que no se repite, pero rima, nos enseña que de una catástrofe como la que vivimos se puede salir, incluso fortalecidos. Pero nunca sin líderes sólidos. Alemania, que en 1945 era un caso perdido, lo logró, pero no hubiera sido posible sin liderazgos representados por Konrad Adenauer, Willy Brandt, Helmut Kohl y, ahora, Angela Merkel. Ese fue su milagro, la confianza construida en torno a dirigentes que tenían como prioridad algo más que conservar el cargo. Portugal, con su salida de la debacle de 2008, puede apuntarse otro milagro.
¿El Gobierno Sánchez-Iglesias puede ejercer ese liderazgo imprescindible? Inés Arrimadas dibujó el estado de la cuestión: "Veo a Sánchez capaz de cumplir su amenaza de llevarnos al caos". Le dio la razón Ábalos, el dos del PSOE, que, en rueda de prensa anterior al pleno de la alarma, nos amenazó como uno de esos atracadores de sucursal bancaria que, con recortada en mano, toma rehenes. Sin cortarse un pelo: o votáis a favor o prendemos fuego. Cargan así este desastre en la contabilidad del centenario PSOE.
Quienes ablandan la realidad diariamente, telediario a telediario, ocultando la comparación con los demás países que nos permita comprender, no favorecen que se asuman los hechos, la primera condición para la eficiencia. Quienes mantienen que es inevitable la continuidad de este Gobierno, sobre cuya capacidad para gestionar la crisis ya sabemos todo, tendrán que aportar algo más que la resignación como argumento. No podemos seguir así.
Es un espejismo creer que hay geometrías variables que puedan resolvernos el dilema. Para evitar confusiones, el Gobierno se definió inmediatamente. Objetivo: fortalecer el bloque de la moción de censura. Así están las cosas en nuestro crack del 29, en nuestra crisis del siglo, a la espera de una reacción patriótica que no llega. Entretanto, como diría Rosa Díez, qué puede salir bien.
Jesús Cuadrado fue diputado por Zamora con el PSOE.