Cada vez que se acaban las vacaciones me acuerdo de un viejo chiste de Forges. Dos funcionarios se encuentran en el ascensor, el primer día de trabajo. Después de las preguntas de rigor sobre las vacaciones, uno comenta: «Y ahora, la vuelta a la vida ordinaria...» Y el otro le dice: «Te voy a hacer más fácil la reincorporación. Yunque de platero: tas». (Esta es una palabra frecuente, y no fácil, en los crucigramas).
Pues como usted y yo hemos dado también por clausuradas nuestras vacaciones del 2010, le quiero ayudar en la rentrée. Por eso había pensado en hacer un pequeño mapa de lo que la economía nos va a deparar en los próximos meses. Lástima que lo que le voy a contar no será un chiste, sino algo más bien triste. Consuélese pensando que los economistas siempre nos equivocamos cuando prevemos el futuro: no sabemos qué pasará, pero podemos explicar por qué nos parece que va a pasar lo que decimos que va a pasar.
En todo caso, hasta el pulpo Paul estará de acuerdo en que los próximos meses van a ser muy flojos, y no solo en España. En Estados Unidos se habla de la posibilidad de una recaída en la recesión, es decir, de otro par de trimestres con crecimiento negativo: hace unas semanas, tanto los expertos de Goldman Sachs como los de Pimco daban a ese lamentable resultado una probabilidad del 25%, que no es poco. Es significativo que la economía norteamericana, que estaba creciendo a una tasa del 5% a finales del 2009, solo lo haya hecho un 1,6% en el segundo trimestre de este año. Después de esto, no parece lógico esperar un rebote fulgurante.
En la Unión Europea la alegría no es mayor, a pesar de las cifras positivas de Alemania y Francia: Europa es un continente con muchos países, y con notables diferencias entre el 3,5% de crecimiento esperado en Suecia en el 2010 y el -4% de Grecia. Los países emergentes mantienen un crecimiento elevado, sobre todo en Asia y América Latina, y los temores a una inflación acelerada se han moderado gracias a las políticas más rigurosas llevadas a cabo. En concreto, las autoridades chinas han conseguido controlar mejor el crecimiento, que era excesivo.
Todo esto sugiere un segundo semestre del 2010 más bien flojo, por muchas razones. Las familias y las empresas están todavía fuertemente endeudadas -en España, por ejemplo-, de modo que no cabe esperar una recuperación intensa del consumo, sobre todo allí donde el desempleo sigue creciendo -España, de nuevo- y donde no hay expectativas de una recuperación del empleo (EEUU). El sector inmobiliario todavía no ha tocado fondo en España; el precio de las viviendas seguirá cayendo.
Las empresas empiezan a tener proyectos de inversión, pero no tienen prisa en ponerlos en marcha, porque la demanda no va a crecer, salvo quizá en la exportación. Los sectores que crecieron con vida artificial, como la vivienda en EEUU y el automóvil en España, vuelven a estar en situación delicada. En definitiva, el empacho de los años pasados ha dado paso a la inapetencia.
Las familias y las empresas no compran, y tampoco lo hacen los gobiernos, porque los mercados internacionales solo les proporcionan financiación si muestran una clara voluntad de reducir su endeudamiento. Y esto significa reducir el gasto público y aumentar los impuestos. Cuando vimos acercarse la subida del IVA quizás exageramos su impacto negativo, pero no cabe duda de que la consolidación fiscal restará algunas décimas al crecimiento en los próximos meses. Y, por si acaso, no pierdan de vista el déficit norteamericano, que se está reduciendo demasiado lentamente, y esto puede alarmar a los mercados.
Hay un tercer gran causante de la pérdida de ritmo económico: los problemas financieros. Sobre todo en Europa, que sufrió mucho con la crisis de sus bancos, primero, y de la deuda pública, después. Después de las pruebas de solvencia o de estrés, ha vuelto, al menos en parte, la confianza de los mercados internacionales en nuestros bancos y cajas, que vuelven a recibir financiación; el espectro de la quiebra o, al menos, de la suspensión de pagos se ha alejado. Pero esto no quiere decir que nuestro sistema financiero esté saneado y preparado para una nueva carrera. El crédito seguirá siendo escaso.
¿Habrá nuevas tensiones financieras? Supongo que sí, claro. Algún banco europeo hará agua; el problema de la deuda griega no está del todo resuelto. La prima de riesgo seguirá elevada. Seguimos bajo observación...
Pido perdón por este panorama poco alentador. Pero les prometí un mapa de carreteras, y lo que cabe esperar de él es que sea realista. No encontrarán gasolineras durante muchos kilómetros, el firme está en mal estado y, además, lloverá. Pero recuerde el lector cómo estaba la carretera hace solo un año: si hemos aguantado hasta aquí, me parece que podremos llegar a nuestra meta. Entre tanto, relájese, conduzca con prudencia, juegue con los niños, no pierda de vista los indicadores del coche y obedezca a las reglas del tráfico. Y otro día le contaré las cosas buenas que podemos sacar de nuestro viaje.
Antonio Argandoña, profesor del IESE. Universidad de Navarra.