Un memorial para el mañana

Hablar de las víctimas del terrorismo es hablar necesaria e ineludiblemente de la memoria. La «memoria» no es una palabra que asociemos a ellas de una manera circunstancial, accesoria o voluntarista, sino que forma parte inherente y esencial de su propia condición. La memoria de las víctimas del terrorismo no es tampoco algo que nos ancle al pasado de forma melancólica, estéril o paralizante. No es algo que nos ata, sino que nos libera. De la misma manera que la personalidad y la vida de los individuos no puede desarrollarse plenamente si estos no recuerdan ni asumen su pasado, las naciones y todas las colectividades humanas deben conocer y reconocer su Historia, asumirla y salvaguardar el recuerdo de sus héroes. En esa memoria están los cimientos sólidos de todo futuro que se quiera edificar con verdad, con justicia, con dignidad y también, con realismo, con plenitud y con garantía de permanencia.

Un memorial para el mañanaCuando una sociedad ha vivido durante medio siglo una lacra tan grave como la del terrorismo de ETA y como la presión de su ideología totalitaria; cuando ha sufrido en sus carnes un zarpazo criminal como el de las bombas yihadistas del 11-M, tiene una deuda impagable con todas las víctimas de ese horror, pero al mismo tiempo el recuerdo de éstas es una presencia benéfica, un generoso regalo y un seguro garante de su libertad. De lo que se trata es de recordar lo que ha sucedido para que nunca más vuelva a suceder. De este modo, la mirada hacia atrás es también «la única mirada hacia delante» que cabe. No es la mirada que petrifica sino la que nos llena de calor humano. No es una mirada para la muerte sino para la vida.

Con esta convicción, me reuní el 13 de octubre del pasado año con la comisión de expertos que habrían de elaborar el informe para la creación del Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo cuya presentación efectúa hoy el presidente del Gobierno en la ciudad de Vitoria. Con esa convicción también se pusieron a trabajar esas personas que formaban un equipo heterogéneo, rico y plural. Dicho informe está encabezado por unas palabras que sintetizan dicha convicción y que fueron escritas por un superviviente del Holocausto, Primo Levi, en su inolvidable libro testimonial Sólo un hombre: Si comprender es imposible, conocer es necesario, porque lo sucedido puede volver a suceder, las conciencias pueden ser seducidas y obnubiladas de nuevo: las nuestras también. Por ello, meditar sobre lo que pasó es deber de todos.

Esa cita, que abre el Informe que me fue entregado el pasado 12 de febrero, marca todo un ideario, la tarea que tenemos por delante de homenajear a las víctimas, la obligación de contar el «relato verdadero» y el mejor guión ético para esa lucha antiterrorista que no ha concluido. Meditar sobre lo que pasó en el País Vasco y en el resto de España es «deber de todos». Pienso en ese antiguo edificio del Banco de España en el que ahora vamos a dar los primeros pasos y no lo puedo ver como un museo ni como un mausoleo. Lo veo como algo vivo que implique al visitante íntimamente, que le interrogue; que le invite a hablar con los caídos y le obligue a firmar un compromiso con ellos y consigo mismo; un pacto con aquellos a los que el terrorismo les arrancó la vida y con la colectividad, la España del presente; un acuerdo ético con la democracia, con la ciudadanía, con la Humanidad y con su propia conciencia.

Abundando en el mensaje de Primo Levi, el informe del memorial recoge también numerosas alusiones al escrito de Elie Wiesel en calidad de responsable de la Comisión del Presidente sobre el Holocausto. Destaco una de las frases de ese texto: «Los asesinos necesitaron crear división para cumplir sus objetivos criminales». Y destaco asimismo la observación que a continuación de ella han hecho los expertos de la Comisión del Memorial: «Es obvio que así fue en el País Vasco. Como es obvio también que esa división la intentan seguir creando hoy para que no seamos capaces de rendir a las víctimas el homenaje que merecen, ni ponernos de acuerdo en el relato que les haga justicia y en el cual se juega nuestra propia dignidad colectiva». Creo que la advertencia que nos previene de nosotros mismos no podía ser más oportuna ni más clara. La hacen personas con un amplio bagaje profesional y una larga trayectoria en el compromiso con las libertades, que saben cómo actúa el mundo totalitario.

El Centro Memorial no nace para dividir sino para unir, para dar cuerpo y cohesión a la unidad democrática, para que la experiencia de caminar por sus salas nos haga compartir la «mirada de las víctimas»; para que propicie la mirada y el examen interiores así como también la comunión civil. Ciertamente, quiero destacar que el Centro es, ante todo, por y para las víctimas y su aportación permanente, elemento capital para su desarrollo.

La ubicación del Centro Memorial en la capital alavesa responde al estricto cumplimiento a la Ley de Reconocimiento y Protección Integral a las Víctimas del Terrorismo. Pero, más allá, creo que tiene un especial sentido que así sea, porque reconoce a las víctimas de ETA en el mismo rincón de España en el que nació esa terrible lacra terrorista que ocasionó su tragedia. Creo que no hacerlo así podría interpretarse como una concesión al mundo totalitario y a la legitimidad que jamás han tenido. Creo que los vascos que creen en la democracia son los primeros que deben desear, y desean de hecho, tener en su propio espacio geográfico una sede de estas características.

Por recomendación del equipo de expertos, el Centro Memorial de Vitoria tendrá una subsede en Madrid. Ni el primero ha de ignorar el terrorismo yihadista, en tanto que ha azotado y amenaza aún a toda nuestra patria, ni el segundo ha de ignorar el terrorismo etarra, que también ha azotado a muchos españoles en diferentes regiones y del que tiene dolorosa experiencia la propia capital de España. Uno y otro centro se complementarán en esta necesaria, hermosa y emocionante tarea que en estos días empieza a tomar forma. Espero que a lo largo de los años todos los españoles –en especial las nuevas generaciones– se obliguen a visitar estos lugares, mientras se construye sobre el oscuro ayer al que evocan un luminoso mañana.

Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior.

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