Un mundo con el petróleo barato

Es una noticia que todas las regiones del mundo han seguido con igual interés. Los precios del petróleo se han reducido a la mitad desde junio, y parece que así van a continuar. No es previsible que en China o en otros mercados emergentes haya un brusco incremento de la demanda que los impulse. Tampoco es probable que los saudíes reduzcan la oferta en las próximas semanas, porque el nuevo rey quiere limitar el aumento de la producción mundial —sobre todo del petróleo de esquisto— y mantener en jaque a los productores rivales, en particular a Irán.

Por eso ha llegado el momento de preguntarse: ¿y si el brent se mantiene en un promedio de 50 dólares el barril durante lo que queda de año? Un petróleo barato durante mucho tiempo no va a doblegar a Putin, cuya popularidad depende cada vez más de su actitud desafiante ante Occidente. Ni obligará a Irán a aceptar un acuerdo sobre su programa nuclear que no sea del agrado del líder supremo. Pero sí facilitaría unas reformas económicas importantes en cuatro países importadores fundamentales: China, Japón, Indonesia e India.

En primer lugar, el lado positivo. Ningún país sale ganando tanto del petróleo barato como China, cuyo proceso de reformas es cada vez más importante para la estabilidad de la economía mundial. Para que los consumidores chinos compren más productos fabricados en su país, el presidente Xi Jinping está implantando unas reformas que van a frenar su economía. Los precios bajos del petróleo suavizarían el efecto de esas reformas para la capacidad china de generar crecimiento y empleo.

El petróleo barato también favorece la campaña de reformas económicas en Japón, al reducir los costes para consumidores y empresas justo cuando Shinzo Abe está tratando de ganar el apoyo popular a unos cambios controvertidos. Con más dinero en el bolsillo del consumidor, Abe podría rechazar las críticas de que sus políticas económicas enriquecen a los grandes exportadores e inversores acomodados y perjudican a todos los demás.

También salen beneficiados los ambiciosos planes de reforma en India e Indonesia, cuyos nuevos dirigentes han prometido impulsar el crecimiento tras años de promesas de cambio incumplidas. Uno de los primeros retos que aguardan al primer ministro indio, Narendra Modi, y al presidente indonesio, Joko Widodo, es la necesidad de equilibrar la hacienda pública reduciendo los subsidios al combustible. Los bajos precios permiten trasladar esa carga a los consumidores y las empresas porque los costes inferiores absorben el impacto económico.

El lado negativo es que los precios bajos son malos para los Gobiernos que dependen de las exportaciones de petróleo, pero algunos son mucho más vulnerables que otros. Los saudíes y otros productores del Golfo perderán ingresos si los precios no suben, pero saben que el coste político de las sanciones a Irán, su principal rival regional, es muy superior. La vuelta de los militares al poder en Egipto ha restablecido la confianza saudí en que la amenaza de los partidos políticos islamistas ha disminuido desde la primavera árabe. Aunque Arabia Saudí aumentó enormemente sus gastos el año pasado, sigue teniendo reservas de dinero para capear cualquier temporal.

Nigeria y Rusia lo tienen peor. En Nigeria, la mayor economía de África, el presidente Goodluck Jonathan tiene difícil la reelección. Los comicios suelen desatar la violencia, y la amenaza de los militantes de Boko Haram, en las provincias musulmanas nororientales, polariza a un país ya muy dividido y es otra complicación para Jonathan. Su Gobierno ha reducido el gasto y ha subido los tipos de interés para reforzar una moneda debilitada. Si el petróleo se mantiene en 50 dólares por barril, sus problemas se agravarán y carecerá del dinero necesario para actuar.

En Rusia, un periodo prolongado de precios bajos agudizaría los daños causados por las sanciones de Occidente, la falta de inversiones y el aislamiento político. El Kremlin ha advertido de que la pérdida prolongada de ingresos del petróleo puede desencadenar una crisis bancaria, aunque, por ahora, el Estado tiene recursos para respaldar a los principales prestamistas. La popularidad de Putin y las considerables reservas financieras del país le permitirán evitar un malestar social extendido, pero el clima económico, en especial para las empresas extranjeras, empeorará mientras los precios del petróleo no se recuperen.

Venezuela es el único país en el que el petróleo barato es un peligro directo para la estabilidad. Sus exportaciones de crudo representan más del 95% de su cambio de divisas. El presidente Nicolás Maduro dice que, para tener un presupuesto equilibrado, Venezuela debe vender su petróleo pesado a unos 100 dólares el barril. En realidad, deben ser unos 117 dólares. Venezuela importa más del 70% de los bienes de consumo, incluidos alimentos, y los bajos precios del petróleo pueden obligar a las autoridades a disminuir aún más las importaciones de artículos básicos. Si la situación se prolonga, Maduro no puede fiarse de que su ejército siga defendiéndole de las protestas crecientes.

Incluso aunque los precios experimenten una ligera subida, todos estos Gobiernos deben prepararse para un mundo en el que el petróleo va a ser más barato durante bastante tiempo.

Ian Bremmer es presidente del Eurasia Group y profesor de Investigaciones Globales en la New York University. Pueden seguirle en Twitter en @ianbremmer o @eurasiagroup. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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