Un nuevo gran juego en marcha

Una nueva iniciativa centrada en los peligros que acechan a la región Asia-Pacífico en el terreno de la seguridad ha iniciado su andadura mediante la celebración de un primer encuentro que no ha contado con la habitual difusión: la llamada iniciativa Cuatrilateral. Diplomáticos estadounidenses, indios, australianos y japoneses, con rango de subsecretarios de Estado, se han reunido de manera discreta y simultáneamente al foro regional de la Asean (ARF) reunido en Manila.

Dada la reorganización del poder en marcha en el mundo, y en tanto Asia (escenario de la rivalidad británico-rusa en el siglo XIX o gran juego) alardea de poseer economías de más rápido crecimiento y creciente gasto militar, garantizar la estabilidad estratégica se ha convertido en una cuestión vital. Los cambios en el poder y en su ejercicio que se aprecian en el panorama mundial - más notorios en Asia- no obedecen a victorias en el campo de batalla o a nuevas alianzas militares, sino a un factor único y singular que cabe asociar al mundo moderno: el rápido crecimiento económico.

La aparición de una nueva potencia importante suscita desafíos, sobre todo cuando la potencia en cuestión es poco transparente o abriga ambiciones imperiales. La aparición de China como protagonista global está transformando la geopolítica como ningún otro acontecimiento desde la época en que Japón ascendió a la categoría de potencia mundial a finales del siglo XIX durante la época de la restauración Meiji. Es una ironía que China no atinara a comprender el espectacular auge japonés que condujo a su derrota en 1895 en la guerra chino-japonesa, que franqueó el paso a la intervención imperialista occidental.

En la actualidad, las principales potencias no desean incurrir en un error similar en lo concerniente al auge de China. Por otra parte, los principales protagonistas, incluida China, maniobran para obtener ventajas estratégicas mediante nuevas iniciativas. Igual que China, por primera vez desde la dinastía Ming, promueve intereses relacionados con su seguridad y tiende alianzas con socios situados en ocasiones muy lejos de sus orillas, otras potencias se esfuerzan por articular nuevos lazos y emprender nuevas iniciativas.

La Cuatrilateral es sólo una de las varias iniciativas actualmente en marcha. No obstante, el contenido y detalles de su primera reunión preliminar no se han dado a conocer por miedo a desatar la furia de China. Si el triángulo estratégico China-India-Rusia puede celebrar reuniones de alto nivel a bombo y platillo, ¿por qué India, Estados Unidos, Australia y Japón han de rehuir el anuncio de una reunión para debatir cuestiones de interés común?

La cooperación entre los protagonistas principales es factor esencial de la seguridad y prosperidad de Asia. Iniciativas como el foro regional de la Asean de 26 países, la cumbre del Este de Asia (EAS) de 16 países y la Cooperación Económica de Asia-Pacífico de 21 países son demasiado amplias y de difícil manejo como para alumbrar resultados duraderos en sí mismos. Precisan ser complementados por iniciativas más reducidas que entrañen la participación de las principales potencias en distintas combinaciones.

A la luz de tal perspectiva, la Cuatrilateral constituye una atractiva idea. Sin embargo, el modo y manera en que se configure la iniciativa en cuestión girará ineludiblemente en torno a un asunto clave: ¿será India un Japón o una Australia para Estados Unidos (será, en otras palabras, un aliado, o bien un socio estratégico)? Un aliado debe seguir los pasos del líder de la alianza mientras que en una asociación estratégica puede producirse una apariencia de igualdad.

No se puede despachar fácilmente la cuestión.  Australia y Japón no sólo mantienen un acuerdo bilateral de seguridad con Estados Unidos, sino también acuerdos trilaterales de seguridad con Washington. Estados Unidos sólo ha firmado con India un acuerdo marco en materia de defensa. Nueva Delhi se muestra renuente a ceder o delegar la mínima parcela de su seguridad.

La Cuatrilateral, sin embargo, trata de involucrar a India en actividades e iniciativas en las que ya mantiene compromisos de orden bilateral con Estados Unidos, desde la promoción de la democracia y la colaboración en materia de seguridad nacional hasta operaciones conjuntas frente a catástrofes y mayor cooperación entre las fuerzas armadas. Es significativo que la primera reunión de la Cuatrilateral se viera precedida de las primeras maniobras navales conjuntas de Estados Unidos, India y Japón frente a la bahía de Tokio.

No obstante, el solo hecho de que Washington, Nueva Delhi, Canberra y Tokio se unan para alcanzar un acuerdo a cuatro bandas basado en valores e intereses compartidos no significa que se propongan aunar sus esfuerzos para contrarrestar a China. Un mecanismo de esta naturaleza, en el mejor de los casos, puede suministrar a los cuatro países una influencia adicional cerca de Pekín como parte de una aspiración común a garantizar que la potencia en auge de China no se deslice hacia una actitud de arrogancia. El hecho es que en el caso de cada uno de los miembros de la Cuatrilateral y en atención al interés nacional resulta esencial establecer una relación estable y recíprocamente beneficiosa con Pekín.

En realidad, los cuatro tienen largo trecho por delante antes de que puedan sincronizar sus enfoques con respecto a China. Dada su proximidad geográfica a China y el impacto directo que la potencia y ambiciones chinas ejercen sobre ellos, Japón e India consideran que el equilibrio de poder constituye un imperativo más apremiante.

Estados Unidos, sin embargo, desea mantener un mesurado equilibrio entre la contención estratégica y un mayor compromiso con Pekín. En cuanto a Australia, dados los vínculos de su extraordinario auge económico con el de China, es reacia a tomar partido. China, observada en su día con desconfianza por Australia, ha adquirido respetabilidad en este país, con el que ha cerrado un polémico acuerdo para importar uranio de Australia para la producción de energía eléctrica sin haber aceptado por otra parte medidas verificables como las que India se apresta a introducir frente al desvío del mineral con fines armamentistas.

La Cuatrilateral, de hecho, encaja con la estrategia que Estados Unidos ha mantenido sobre la región Asia-Pacífico durante más de un siglo, contrapesando entre sí los distintos poderes en liza para reforzar su papel como árbitro principal. En los últimos años Estados Unidos ha reforzado sus alianzas militares bilaterales y ha reconfigurado sus efectivos militares desplegados en la región; asimismo, considera a Pakistán, Tailandia y Filipinas importantes aliados no miembros de la OTAN y ha fomentado la cooperación estratégica con India y Singapur.

Estados Unidos puede vivir con una China que desafíe a India y Japón, pero no con una China que desafíe la preeminencia de Estados Unidos. Y, a fin de amarrar a China en el plano regional, Estados Unidos no hace ascos a la idea de que Japón abandone su íntimo refugio y abrigo pacifista para ser una potencia militar normal...,aunque bajo los auspicios de Estados Unidos.

De manera similar, tras haber castigado a Nueva Delhi por su prueba nuclear en 1974 mediante severos controles tecnológicos, Washington se apresta a promover la normalización de India como potencia nuclear, aunque a un precio: India ha de vincular sus intereses a los de Estados Unidos y aceptar restricciones relativas a su incipiente capacidad disuasoria nuclear.

La Cuatrilateral es una de las nuevas iniciativas orientadas a ayudar a configurar un nuevo equilibrio internacional en respuesta a los continuos cambios que tienen lugar en la geopolítica del poder.

Brahma Chellaney, profesor de estudios estratégicos del Centro de Investigación Política de Nueva Delhi. Autor de La fuerza devastadora de Asia: el auge de China, India y Japón (Harper Collins India, 2006). Traducción: José María Puig de la Bellacasa.