Un pacto de Estado por las pensiones

Estos días estamos asistiendo a un debate sobre el poder adquisitivo de las pensiones y su devaluación como consecuencia de la última reforma del Partido Popular, a través de la cual limita la subida de las mismas a un 0,25%. Pero también al debate sobre el futuro de éstas.

Lo primero que hay que decir con rotundidad es que el actual sistema de pensiones está entre uno de los mejores del mundo, y no tanto por la cantidad que los pensionistas reciben. La pensión media en España es de algo más de 1.000 euros, observándose aquí también una diferencia importante entre las pensiones que reciben los hombres respecto de las mujeres, a la vez que hemos de poner de manifiesto que hay un número importante de pensiones mínimas de 600 euros.

En consecuencia, el buen sistema de pensiones en España no viene tanto por la cantidad que se percibe sino por el modelo, que tiene un método de reparto y de solidaridad intergeneracional. En consecuencia, hay que rechazar con contundencia cualquier insinuación de que el futuro de las pensiones ha de venir de la mano de fondos de pensiones privados. Cualquier plan de pensiones privado o cualquier ahorro que los ciudadanos puedan hacer a lo largo de su vida, será un elemento complementario para compensar la pérdida de ingresos que se produce cuando alguien se jubila y la pensión que le toque recibir.

En España, la reposición media está entre el 75/80% con relación al último salario, pero ningún plan de pensiones privado jamás puede considerarse como el elemento principal de los ingresos de un pensionista y mucho menos para compensar la pérdida de poder adquisitivo por medidas injustas, como la contemplada en la última reforma de que éstas suban por debajo del IPC. Es necesario y urgente derogar esta norma injusta, y aquí no caben atajos como las anunciadas por el ministro de Hacienda de compensar a través de IRPF. Esto más que una propuesta parece una ocurrencia, y de mal gusto, ya que muchas pensiones no se verían beneficiadas.

Mucho es lo que debaten los líderes políticos sobre este hecho, pero muy poco lo que hacen. Llevamos toda esta legislatura asistiendo a un debate casi eterno de la comisión del Pacto de Toledo. Llegados a este punto hay que decirles, Señorías, que ya han debatido bastante, ya han tenido sus momentos de gloria; ahora les toca sin demora acabar sus trabajos antes de que acabe esta legislatura y elevar sus conclusiones al Congreso de los Diputados. Ustedes es posible que no tengan prisa, pero los pensionistas sí.

La política actualmente se caracteriza por la confrontación y por el descrédito hacia el contrario. Pero la política buena es aquella capaz de combinar la legítima confrontación de ideas y alternativas con aquella que logra pactar y consensuar entre diferentes. Si existe un tema que por su importancia y naturaleza necesita de acuerdos muy amplios y duraderos en el tiempo, sabiendo priorizar los intereses de la mayoría de los ciudadanos por encima de los intereses coyunturales de los partidos por muy legítimos que sean, ese es el de las pensiones. Este pacto debe tener un horizonte temporal del año 2030 y dibujar las líneas maestras hasta el año 2050.

Señores líderes políticos, en el año 2030 muchos de ustedes supongo que ya no serán tales líderes, pero los pensionistas estarán ahí y su seguridad, su tranquilidad y su calidad de vida dependerá de lo que hagan hoy. Si son capaces de parlamentar y acordar estarán a la altura de lo que los ciudadanos esperan de sus dirigentes políticos. De lo contrario, frustrarán el futuro de muchos. Miren al futuro con luces largas y generosidad. Y en este tema, ocurrencias las justas. Propuestas para ganar un puñado de votos, ninguna.

Este pacto de Estado no sólo es necesario, sino urgente, atendiendo a la actual situación económica que tiene la Seguridad Social. En el año 2011 había un fondo de más de 65.000 millones de euros. Actualmente, quedan 8.000, millones y un déficit de 18.000 para hacer frente al pago anual de las pensiones. A este paso, ese fondo quedará vacío y con un déficit insostenible. Entonces se dirá que, como no hay dinero, el siguiente deberá ser bajar las pensiones. Y vendrán todos los agoreros de OCDE y del FMI a decirnos que hay que hacerlo. Los mismos que siempre recomiendan la austeridad para los demás pero nunca para ellos.

Otra falacia es decir que las cuentas de la Seguridad Social se equilibrarán sólo a través de la generación de empleo. Siendo esto verdad, en parte, no lo es del todo. Estamos observando cómo en la actualidad los nuevos empleos no generan los mismos ingresos que antaño. Ello se debe a que la precariedad en el trabajo y los bajos salarios generan menos ingresos que antes. Según distintos informes publicados recientemente, la pérdida de la masa salarial se sitúa en torno al 8% entre los años 2012 y el año 2017. Por ello, no podemos disociar el debate sobre las pensiones, de la calidad en el empleo y el poder adquisitivo de los salarios.

Otro reto que debemos abordar son los nuevos modelos de producción que ya se están incorporando y que irán en aumento, como consecuencia de la cuarta revolución a través de la inteligencia artificial y la robótica. Ya son muchos los estudios que advierten que este hecho tendrá una repercusión en el empleo. La OCDE cifra en un 12% los puestos de trabajo que se pueden ver afectados por esta revolución tecnológica. Sin quitarle importancia a que esta cuarta revolución significará un gran avance para la humanidad y que seguro que será muy positivo, el reto será saber gobernarlos, corrigiendo los efectos negativos que pueden tener para que la misma no aumente las desigualdades sociales. El nuevo modelo aumentará la productividad sin que ello tenga que venir de la mano de los activos que se incorporan al mercado de trabajo, lo que puede significar un impacto en el actual sistema de pensiones al estar éste concebido por las cuotas de los trabajadores y las empresas.

También hay que abordar si todos los gastos que hoy soporta la Seguridad Social los ha de continuar costeando y si el Estado debe seguir pagando tantos organismos de dudosa eficacia. ¿No sería razonable que se haga cargo de los costes de estructura de la Seguridad Social?

Estos son algunos ejemplos y muchas otras propuestas que deberán poner encima de la mesa para su debate, consenso y acuerdo entre todos. Para unos se ha acabado el tiempo de seguir viviendo en esa plácida situación caribeña que se encontraron con un cómodo colchón de 65.000 millones de euros de la hucha de las pensiones; y, para los otros, de dejar de mirarse al espejo contemplándose y entreteniéndose con sus cosas. O espabilan o esa marea de gente que estos días están viendo en las calles seguirá y les acabará pasando por encima a todos. En sus manos está evitar que eso no pase.

Celestino Corbacho es ex ministro de Trabajo e Inmigración.

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