Bienvenido sea el acuerdo suscrito entre los Grupos parlamentarios del PP y del PSOE de cara al próximo Consejo Europeo de 27 y 28 de junio. Tantas veces se critica la falta de pactos, y cuando se logra uno en materia tan importante como la europea, también se critica, esta vez por los argumentos diametralmente opuestos a los anteriores: se dice que es pura retórica o que se trata de un chalaneo entre los partidos mayoritarios. Buena prueba del exceso de desconfianza en la capacidad de los grupos políticos de obtener posiciones comunes que favorezcan los intereses de España como país. Pero esa es una actitud que no valora el contenido y su significado.
Sin embargo, valdría la pena quedarse con los aspectos positivos de lo alcanzado. Es esencial que la política europea, como la internacional, y otras áreas –como la política educativa– sean fruto del máximo consenso. El acuerdo, que será aprobado en el pleno del Congreso del próximo día 25 como proposición no de ley, está abierto a otros grupos, y es previsible que a pesar de su inicial negativa, también lo suscriban CiU, el PNV y UPyD, además de otros grupos minoritarios. Sólo la izquierda, ERC e IU lo rechazan, con el especioso argumento de que se trata de una «chapuza parlamentaria».
Estamos, una vez más, en un momento crítico de la construcción europea. Si Europa no es capaz de encontrar una salida rápida y eficaz a su prolongada crisis, se juega su credibilidad ante el resto del mundo. Y es obvio que el darwinismo inherente a la competencia internacional por mercados y recursos no será excesivamente complaciente con una Unión Europea que retrasa innecesariamente la ejecución de sus decisiones.
El Consejo Europeo de finales de junio no puede volver a dejar de lado la puesta en marcha de lo que se decidió hace un año para impulsar el crecimiento económico, generar empleo y ganar competitividad en Europa. Debe respaldar las propuestas de Directivas de resolución bancaria y de garantía de depósitos. Debe detectar las deficiencias en el cumplimiento del Pacto por el crecimiento y el empleo y acelerar la puesta en marcha de los compromisos allí asumidos.
Eso significa que deben ser cuanto antes operativos los 6.000 millones previstos para el empleo juvenil –de los que España podría obtener una buena parte–, desarrollar un programa Erasmus para la formación profesional, y poner en marcha lo que se denomina la «garantía juvenil», un brindis al sol, si se considera que pretende garantizar el empleo –o cursos de formación– en los cuatro primeros meses después de la formación alcanzada.
Más realistas, y muy necesarias, son la propuestas destinadas a incrementar el volumen total de fondos del Banco Europeo de Inversiones destinados a las PYME y a facilitar el crédito a la exportación; y puede resultar enormemente eficaz conseguir aumentar la capacidad del BEI para otorgar a los bancos garantías sobre nuevos préstamos para las pequeñas empresas. Igual que las medidas dirigidas a que el mercado interior, y en particular, la Directiva de servicios, sean una realidad. Son objetivos que van en la buena dirección: crecimiento, reformas estructurales y consolidación fiscal, los tres pilares para sacar a Europa de la recesión. Al que hace falta un cuarto: centrarse en nichos de valor añadido, donde innovación y creatividad hagan competitivos globalmente a los productos europeos.
El punto más delicado de la actual negociación para España es avanzar en la quiebra del círculo vicioso entre deuda bancaria y soberana por medio de la recapitalización directa por el MEDE de los bancos en la zona euro. A ello se llegará, pero quizás más adelante, cuando se halla avanzado en la tríada Unión Bancaria, Unión Fiscal, Unión Política. Todo un programa; ante el que no caben dilaciones.
Otros dos grandes temas que estarán en la mesa del Consejo, ambos vitales: la aprobación definitiva del marco presupuestario de la Unión para el período 20072013, y algo de tanta relevancia como un rápido comienzo de las negociaciones del acuerdo de libre comercio entre los Estados Unidos y la Unión Europea. Un acuerdo de gran trascendencia comercial y económica, pero sobre todo política y estratégica.
El pacto por Europa de los partidos españoles hace visible el cambio de mentalidad que se está produciendo en el conjunto de la Unión y en las instituciones europeas y el trasfondo político en el que nos movemos, con una Alemania abocada a reconocer el mayor énfasis necesario en el crecimiento y el empleo. Hasta qué punto las elecciones alemanas pueden ser el punto de inflexión es todavía un interrogante abierto; si el resultado es una gran coalición entre cristiano demócratas y socialdemócratas, los dados estarán echados; pero en previsión, y como necesidad de la coyuntura, la reciente propuesta conjunta Merkel-Hollande ha sentado las bases del próximo futuro europeo, un compromiso razonable. En la misma línea, el acuerdo entre los partidos españoles, con el respaldo de empresarios y sindicatos, otorga aún más argumentos de cara a una negociación que será de todo menos sencilla.
José María Beneyto, catedrático de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales. Portavoz del Grupo Ppular en la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los Diputados.