Un partido de pacto y reforma

El espectador de centroizquierda ve con profunda preocupación unas encuestas electorales que vaticinan la posibilidad de un adelantamiento del bloque Podemos-Izquierda Unida al socialismo español. Habíamos llegado al convencimiento desde los inicios de la transición en situar a la opinión mayoritaria del país en el centro político. Dentro de esta visión, era posible un desplazamiento al centroderecha que diera la victoria al PP y Ciudadanos. Lo que no resultaba fácil de prever era que el centroizquierda representado por el PSOE pudiera ceder ante una confusa amalgama de populismo e izquierda radical.

Antes de que pueda producirse la crisis y antes de que se abra la inevitable lucha interna en el PSOE como resultado de la pérdida de su liderazgo en la izquierda española, quizás sea conveniente hacer inventario de aquellas políticas que pueden evitar la amenaza que se cierne, no solamente sobre el PSOE, sino sobre nuestro sistema político. En síntesis, parece indispensable que el Partido Socialista recupere su papel como expresión política de ese centroizquierda. Ello debería traducirse en una rectificación de su actitud ante el acuerdo con otras fuerzas políticas en el probable caso de que no pueda alcanzar la mayoría necesaria para gobernar en solitario después de junio. En la línea apuntada por Pedro Sánchez de que no habrá unas terceras elecciones, el PSOE debería abrirse a una hipótesis de gobierno de coalición con el PP y Ciudadanos, facilitada por el relevo de Mariano Rajoy en la presidencia de ese gobierno. Un relevo aconsejado, además de por el impacto de la corrupción, por el hecho incontrovertible de que en un régimen parlamentario es imposible constituir un gobierno de coalición sin el acuerdo de todos sus integrantes acerca de la persona adecuada para su presidencia. El electorado de centro no entiende la imposibilidad de un acuerdo de este tipo, aunque sea a plazo fijo y con un programa de mínimos adecuadamente negociado. La sociedad española tiene hoy muchos más rasgos de semejanza con el conjunto de la sociedad europea occidental que con un pasado español en que este tipo de acuerdos resultaba inviable.

Resulta igualmente necesaria una renovación de la actitud firme a la vez que negociadora respecto a la cuestión catalana. El PSOE tendría que ponerse al frente de los partidos constitucionalistas en la búsqueda de una salida a la crisis que sea al tiempo respetuosa con el orden constitucional y que procure el acuerdo con la opinión mayoritaria de la sociedad catalana. Hay que movilizar a esa opinión en favor de un programa de pacto en el marco de la Constitución. Hay motivos para confiar en el buen sentido y la propensión pactista de una sociedad civil catalana con una dilatada experiencia liberal y democrática a sus espaldas. Respecto a la crisis económica, es igualmente indispensable el acuerdo con el PP y Ciudadanos que consolide el crecimiento económico y permita el desarrollo de las políticas indispensables para hacer frente a la desigualdad. Las propuestas que en materia económica se han dejado oír desde el PSOE parecen ir en esta dirección.

El sistema político español demanda hoy, fundamentalmente, estabilidad. En este contexto deben revisarse con cuidado los proyectos reformadores, especialmente los que afectan al orden constitucional. La mudanza en tiempos de crisis es siempre arriesgada. Por contra, el PSOE debería buscar la renovación del pacto de la clase trabajadora con las clases medias en favor del programa de modernización económica y social iniciado en 1982. Tendría que hacer explícito su compromiso de que no se va a establecer un pacto con fuerzas populistas que no tienen otro horizonte que la insistencia en un trabajo de agitación y propaganda que pueda abrirles el camino al poder político. La vida pública española demanda respeto y unas buenas maneras incompatibles con la lógica del mero juego político y mediático y unas actitudes ácratas que poco pueden ofrecer de positivo en el marco de una sociedad europea y desarrollada. Habría, en definitiva, que proceder a la movilización de los recursos nacionales en favor de un programa de regeneración moral y crecimiento económico que permitiera sostener y hasta ampliar los fundamentos del Estado del Bienestar en el contexto de una economía social de mercado firmemente inserta en el conjunto de la UE. Es probable que la combinación de estas propuestas políticas esté a tiempo de evitar los riesgos que se apuntan para las próximas elecciones.

Andrés de Blas Guerrero es catedrático de Teoría del Estado en la UNED.

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