¿Un paso más hacia Brexit?

El referéndum sobre la independencia de Escocia, que se celebrará el  próximo 18 de septiembre, llega en un momento en el que aumenta la oposición en el Reino Unido a su permanencia en la Unión Europea. Es algo importante, porque Escocia es la base más sólida de sentimiento proeuropeo en el Reino Unido.

Por ejemplo, una encuesta hecha en fecha anterior de este año determinó que, si el pasado mes de junio se hubiera celebrado un referéndum en todo el Reino Unido sobre la continuidad de su pertenencia a la UE, el 47,1 por ciento habría votado a favor de la salida y el 39,4 por ciento a favor de la permanencia, pero una encuesta de opinión hecha en febrero de 2014 mostró que en Escocia el 48,7 por ciento habría votado a favor de la permanencia del Reino Unido en la UE y el 35,4 por ciento a favor de la salida. Otras encuestas de opinión han mostrado una actitud constante y marcadamente más positiva para con la UE en Escocia que en Inglaterra.

Naturalmente, resulta prematuro sacar conclusiones definitivas de esas cifras. El referéndum sobre la salida de la UE que ha propuesto el Primer Ministro, David Cameron podría no celebrarse, independientemente del éxito (sea cual fuere el significado de este término) de su prometida “renegociación” de las condiciones de la permanencia de Gran Bretaña, pero, a consecuencia de diversas cuestiones aparentemente menores, la probabilidad de la salida de Gran Bretaña parece estar aumentando, lo que modifica fundamentalmente la importancia de la votación en Escocia.

Por ejemplo, la propuesta del relativamente desconocido Jonathan Hill, Presidente de la Cámara de los Lores del Reino Unido, como miembro británico de la nueva Comisión Europea, presidida por Jean-Claude Juncker, fue simplemente el último de una serie de errores británicos respecto de la UE. El portavoz de Cameron dijo el pasado mes de julio que, en su primera reunión con el nuevo Presidente de la Comisión, Cameron intentaría conseguir una cartera prestigiosa, como, por ejemplo, la del Mercado Interior, para Hill. La oficina de Juncker contestó con frialdad que las carteras importantes de la nueva Comisión serían para figuras políticas importantes y que Juncker “nada deb[ía] [a Cameron]”.

En vista de la oposición de Cameron a la candidatura de Juncker para la presidencia de la Comisión, el maltrato al que la prensa británica ha sometido a Juncker y la falta de centralidad de Hill dentro de la política británica, podría estar justificado el nerviosismo de Cameron respecto del anuncio por Juncker de los nombramientos para la nueva Comisión. Al fin y al cabo, Juncker tiene muchos políticos veteranos a los que acomodar y el de su aprobación por el Parlamento Europeo no es un asunto menor. Y, aunque tal vez no fuera de extrañar que a Cameron no le entusiasmara la candidatura de Juncker, la vehemencia de su oposición fue asombrosa.

No cabe duda de que Cameron quería tranquilizar a los miembros de su Partido Conservador que dudan de su fervor euroescéptico. Aun así, el supuesto comentario de Cameron, en el sentido de que, si triunfaba la candidatura de Juncker, sería más probable que el Reino Unido saliera de la UE, fue extraño e inquietante, entre otras cosas porque cualquier renegociación de las condiciones de la permanencia de Gran Bretaña se haría primordialmente con los demás Estados miembros, no con la Comisión.

La tentativa de Cameron de frustrar la candidatura de Juncker reflejó su fracasado intento de impedir la aprobación del pacto fiscal de la UE en 2012. Sobreestimó la disposición y capacidad de la canciller Angela Merkel para apoyar la posición británica. Muchos alemanes influyentes se muestran reacios a ayudar a Cameron en lo que consideran su autocreado problema europeo. No permitirán a Merkel mucho margen al respecto, aun cuando ella lo desee.

Si los asesores de Cameron sobrestimaron el apoyo que podrían recibir de Merkel y otros, subestimaron claramente el poder y la eficacia del Parlamento Europeo. Durante muchos meses, este último había dejado bien claro que tenía ideas concretas sobre cómo ejercería sus nuevas competencias, concedidas por el Tratado de Lisboa, sobre la presidencia de la Comisión, pero el rápido acuerdo posterior a las elecciones entre los grupos mayores del Parlamento de apoyar a Juncker cogieron desprevenido a Cameron.

Lejos de aumentar la influencia británica, las amenazas de retirada han socavado la credibilidad e influencia del gobierno de Cameron dentro de la UE, pues sus colegas han dejado de sentirse inclinados a concertar avenencias importantes con un Reino Unido que dentro de dos años podría haber dejado de ser miembro de la UE. Tradicionalmente, los Jefes de Estado y los gobiernos de la UE intentan ayudarse mutuamente con sus problemas políticos internos, pero en el Consejo Europeo es cada vez mayor la sensación de que Cameron está abusando de su buena voluntad.

Así, pues, la afirmación de Cameron de que la elección de Juncker haría más difícil garantizar la continuidad del Reino Unido en la UE corre el riesgo de convertirse en una profecía de seguro cumplimiento. Presentar la candidatura de Juncker como una importante cuestión política de principio y a Cameron manteniéndose –heroica pero fracasadamente– solo contra las obscuras fuerzas del federalismo y la centralización, podría no haber hecho otra cosa que reforzar los sentimientos ingleses de distanciamiento respecto de Europa. Eso es menos probable que ocurra en el caso de Escocia.

Si Cameron continúa como Primer Ministro después de las elecciones generales que se celebrarán en 2015, afrontará una batalla muy ardua para la renegociación de las condiciones de permanencia británica en la UE, por la resistencia no sólo de sus colegas europeos, sino también de su propio Partido Conservador, que parece próximo a propugnar la retirada británica. De hecho, resulta difícil ver cómo podría mantener un reelegido Cameron la unidad del Partido Conservador sin refrendar una votación a favor del no en el referéndum sobre el resultado de su renegociación.

La de la permanencia de Gran Bretaña a la UE será una de las más importantes cuestiones en juego en las elecciones del año próximo. Sería una tragedia que los votantes británicos se pronunciaran sin entender plenamente las consecuencias europeas de su opción. Sin embargo, una cosa parece segura: si en el próximo septiembre Escocia vota a favor de la independencia, sería mucho menos probable que un referéndum en el resto del Reino Unido sobre la continuidad de su permanencia en la UE diera la victoria a los que desean seguir en ella.

Peter Sutherland, Chairman of the London School of Economics and Special Representative of the UN Secretary-General for International Migration and Development, is former Director General of the World Trade Organization, EU Commissioner for Competition, and Attorney General of Ireland. Traducido del inglés por Carlos Manzano

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