Un Plan Marshall para el planeta

En un año dominado por la COVID‑19, es comprensible que hayamos olvidado la crisis existencial más profunda que enfrentamos: el cambio climático a gran escala. Pero hay que recuperar el tiempo perdido antes de que sea demasiado tarde.

Felizmente, las perspectivas de una acción internacional eficaz en la lucha contra el cambio climático en 2021 ya se ven mucho mejor que hace unos pocos meses. Para empezar, con la asunción en enero del presidente electo Joe Biden, Estados Unidos volverá al Acuerdo de París sobre el clima (2015), el histórico protocolo que busca limitar muy por debajo de 2 °C (y preferentemente 1,5 °C) el calentamiento global respecto de los niveles preindustriales.

Esto enviará una señal inconfundible de que la economía más grande del mundo está decidida otra vez a acelerar la transición hacia la emisión neta nula de dióxido de carbono, y complementará el reciente compromiso de China de alcanzar la neutralidad de carbono antes de 2060. Ambas superpotencias definirán el siglo XXI, de modo que la perspectiva de una mejora en su colaboración en materia climática es un motivo real para el optimismo.

En tanto, la Unión Europea sigue adelante con su ambicioso Pacto Verde Europeo y espera alcanzar la neutralidad climática en 2050. Y el plan de diez puntos del primer ministro británico Boris Johnson para una Revolución Industrial Verde también señala el camino. La eficiencia y diversificación energética, la sostenibilidad de viviendas e infraestructuras, la generación de energía a partir de fuentes renovables, las tecnologías verdes, la captura y almacenamiento de carbono y el uso de soluciones basadas en la naturaleza ofrecen un rumbo claro hacia un futuro de emisión neta cero. Este es el «Plan Marshall para el Planeta» que necesitamos con urgencia; y ahora tenemos que sumarle la búsqueda de una auténtica recuperación verde.

Es alentador ver a la comunidad internacional movilizarse. El año entrante, China tendrá un papel protagónico en la promoción de la protección y restauración de la naturaleza, en su carácter de país anfitrión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Diversidad Biológica (COP15). La reunión tendrá lugar en un momento crítico: hay un millón de especies en peligro de extinción, y lamentablemente la destrucción de océanos, bosques, turberas y manglares (esenciales para la captura del carbono atmosférico) ya es cosa de todos los días.

La verdadera fuente de nuestra riqueza es el capital natural y la biodiversidad, y su valor se estima en 125 billones de dólares al año. O como sostiene el economista Herman Daly: «la economía es una filial del medioambiente, no al revés». Por eso Business for Nature (un variado grupo de más de 600 empresas y 50 organizaciones asociadas) promueve acciones estatales y corporativas más ambiciosas, que den a la naturaleza la red de seguridad que su bienestar demanda.

Las cumbres de la ONU sobre sistemas alimentarios y nutrición para el crecimiento que se celebrarán el año entrante también serán importantes oportunidades para potenciar la ambición colectiva. Tenemos que redirigir lo antes posible los subsidios agrícolas hacia la búsqueda de mejores resultados para la gente, el clima y la naturaleza. Además, es necesario reorientar la compra pública de alimentos hacia dietas basadas en vegetales y un menor consumo de alimentos procesados, adoptar prácticas agrícolas más productivas y regenerativas, sostener los medios de vida de la población rural y comprometernos con metas ambiciosas para la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos. Puesto que el uso de la tierra se relaciona con el 25% de las emisiones mundiales de CO2, no hay que subestimar el aporte que una transformación de los sistemas alimentarios puede hacer a la lucha contra el cambio climático.

Pero tal vez la reunión internacional más importante de 2021 será la conferencia de la ONU sobre el clima (COP26) que tendrá lugar en noviembre en Glasgow. Es necesario que los gobiernos refuercen sus medidas de reducción de carbono, en una competencia positiva que permita al mundo alcanzar un nivel nulo de emisión neta de aquí a 2050. Y es fundamental que en la COP26 los países ricos renueven el compromiso de proveer a las economías más pobres la financiación que necesitan para enfrentar peligros meteorológicos extremos (tormentas, sequías e incendios forestales) cuya frecuencia está aumentando y que retrasan el desarrollo y el crecimiento de esas naciones.

Pero una acción climática decisiva no puede ser responsabilidad exclusiva de los gobiernos. Las empresas también tienen que hacer su parte, y esto incluye fijarse metas de reducción de emisiones con fundamento científico, mejorar la eficiencia energética, optimizar la publicación de información referida a la acción climática y crear cadenas de suministro sin deforestación.

La coalición We Mean Business es un buen ejemplo de acción conjunta por parte del sector privado. Una serie de empresas cuyo valor de mercado combinado supera los 24 billones de dólares se han puesto a trabajar juntas para impulsar políticas climáticas más ambiciosas y acelerar la transición a una economía descarbonizada. En tanto, el Grupo de Trabajo sobre Divulgación de Información Financiera relacionada con el Clima (TCFD) ofrece a las empresas recomendaciones para un cálculo mejorado de riesgos y oportunidades relacionados con el cambio climático, lo cual facilita a los inversores la búsqueda de emprendimientos sostenibles. Esto está creando un efecto dominó que ayuda a llevar a los mercados financieros en una dirección más ecológica.

La pandemia generó una disminución temporal de las emisiones de gases de efecto invernadero y dio ocasión a la naturaleza para resurgir. Pero un breve respiro para el planeta no es suficiente, se necesita una estrategia climática global coherente. En cualquier caso, 2021 promete ser un superaño para la acción climática, con los planetas alineados para augurar un futuro más limpio y sostenible. Tenemos que aprovechar la oportunidad mientras todavía podemos.

Paul Polman, Co-founder and Chair of IMAGINE, is Chair of the Food and Land Use Coalition. Traducción: Esteban Flamini.

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