Un plan para la paz

Por Fawaz A. Gerges, profesor de la cátedra Christian A. Johnson de Oriente Medio y Asuntos Internacionales del Sarah Lawrence College, Nueva Jersey (EE. UU.). Traducción: Verónica Canales Medina (LA VANGUARDIA, 05/08/07):

Cuando la guerra de Israel contra Líbano entra ya en su cuarta semana y las bajas de civiles libaneses aumentan hora tras hora, la diplomacia internacional está en plena actividad. Al parecer, por fin se ha alcanzado un consenso sobre la necesidad del cese de las hostilidades antes de iniciar las negociaciones para resolver las discrepancias subyacentes entre Israel y Líbano. La Administración Bush y el Gobierno de Tony Blair se inclinan por la resolución de la ONU que requiere un alto el fuego como parte de un paquete de acuerdos. Para ello, es necesaria la actuación de una fuerza multilateral bajo mandato de la ONU con objeto de separar a los combatientes en el sur de Líbano.

La solución más esperanzadora y viable a la presente crisis entre Israel y Líbano es el plan de paz del primer ministro libanés, Fuad Siniora, aprobado por el Consejo de Ministros del país, incluidos los dos representantes de Hezbollah. El plan de paz Siniora, elogiado por la secretaria de Estado estadounidense, Condoleezza Rice, es una vía de escape del letal enfrentamiento, enfrentamiento que ha arruinado la infraestructura civil libanesa, ha acabado con la vida de cerca de seiscientos civiles libaneses, herido a 2.000 y desplazado a otros 750.000 de sus hogares. Han muerto más de 30 soldados israelíes en los combates, y los ataques con misil de Hezbollah en el norte de Israel han segado la vida de una veintena de civiles.

¿Qué ofrece el plan Siniora? En primer lugar y más importante, exige que se ponga fin de inmediato a la matanza y el baño de sangre que ya se han cobrado un alto precio entre la población civil y han debilitado al Gobierno libanés.

En segundo lugar, gracias a la aplicación del plan, se produciría un intercambio de prisioneros israelíes y libaneses. Los dos soldados israelíes retenidos se pondrían en manos del Gobierno libanés, y éste, a su vez, los repatriaría a Israel. También se liberaría a los tres prisioneros libaneses que han pasado 15 años en cárceles israelíes.

En tercer lugar, el ejército libanés se desplegaría en el sur del Líbano y sustituiría a Hezbollah en la frontera libanesa-israelí. El objetivo es que el Gobierno libanés amplíe su soberanía a la totalidad del país. Este plan admite la presencia de una fuerza multinacional en el sur del Líbano como refuerzo del ejército libanés.

En cuarto lugar, se exige un compromiso de la ONU y la comunidad internacional para resolver la situación de un diminuto terreno controlado por Israel y reclamado por Líbano - las granjas de Shaba-; asimismo se solicita que esta franja de tierra quede bajo el control de las Naciones Unidas hasta que se determine su propiedad. Este punto es importante, porque Hezbollah ha puesto como condición para dejar las armas la liberación de ese territorio ocupado. La resolución de la situación de esa franja aguaría los planes de Hezbollah.

En quinto lugar, el plan Siniora prevé un verdadero diálogo interno para integrar a los combatientes de Hezbollah en el ejército libanés y así desarmar la organización. En estos momentos, la clase política libanesa ha llegado a un acuerdo sobre la inviabilidad de la situación actual; el Gobierno legítimo debe ser el único organismo que posea el monopolio del uso de la fuerza.

Sin lugar a dudas, el plan Siniora se basa en esta última premisa. Si, y sólo si, se detienen las hostilidades, Hezbollah se verá sometido a una presión importante dentro del país por lo que al consenso nacional se refiere.

En su última aparición en los medios de comunicación, el dirigente de esta organización, Sayed Hassan Nasrallah, insinuó que el enfrentamiento actual es la última batalla que librará Hezbollah. Esto significa que Nasrallah y sus aliados están dispuestos a aceptar una compensación política que no sea humillante y que aborde sus intereses vitales.

Por último, el paquete para la paz Siniora requiere la creación de un plan internacional de reconstrucción del Líbano destruido por la ofensiva militar israelí; una especie de plan Marshall. Tanto la estabilidad como la paz en el país damnificado requieren un esfuerzo global para curar las heridas infligidas a su población civil.

Temo que cuanto más dure el conflicto, más se debilitará el Gobierno libanés elegido democráticamente y menos posibilidades tendrá de ampliar su soberanía a todo el país. Lejos de debilitar a Hezbollah, el ataque militar israelí ha aumentado su popularidad entre los libaneses y en todo el mundo musulmán. Una encuesta de opinión pública realizada en Líbano la semana pasada, a cargo del Centro de Investigación e Información de Beirut con la colaboración de la Universidad Estadounidense Libanesa, ha puesto de manifiesto el notable aumento del apoyo popular a Hezbollah. El 87% de los encuestados (entre los que se incluían un 89% de suníes y un 80% de cristianos) se declaró a favor de la respuesta militar de Hezbollah a los ataques israelíes. Un 89% opinó que EE. UU. no era un negociador honrado y que no respondía de forma positiva a las necesidades y preocupaciones de Líbano. Hace cinco meses, sólo el 58% apoyaba el derecho a seguir armado de Hezbollah.

Lo que dejan claro estos datos es que las medidas punitivas de Israel contra el pueblo libanés no han hecho que éste se vuelva contra Hezbollah; todo lo contrario, Líbano ha abrazado el movimiento de resistencia. A ojos de muchos libaneses y musulmanes, Hezbollah es un símbolo de desafío y resistencia que ha capeado el temporal israelí y ha tomado la iniciativa. El líder de la organización, Nasrallah, ha emergido como el héroe simbólico del mundo árabe y musulmán.

Una solución inspirada en el plan Siniora supone una salida política aceptable para ambos bandos. Pondría fin al baño de sangre y a la destrucción. Traería la paz duradera entre Líbano e Israel. Otorgaría poderes a las instituciones del Gobierno libanés elegido democráticamente y les permitiría solucionar las tensiones y diferencias internas. Ha llegado la hora de poner fin a las muertes e iniciar las negociaciones.