Un premio con historia

Ha nacido un premio nuevo y muy singular, un galardón destinado a distinguir al historiador de cualquier parte del mundo cuyo trabajo de investigación haya alcanzado general reconocimiento por la importancia de sus estudios, el rigor de la documentación y el alcance de sus conclusiones, tres condiciones que constituyen la mejor garantía de que, quienes lo reciban, tendrán la máxima consideración científica.

A pesar de que se llame a la Historia maestra de la vida, no existía ningún premio para reconocer a quienes dedican a ella su ser y actuar. Clío, la musa de la Historia, ha estado postergada y resulta hasta extravagante que esa situación se mantuviera en pleno siglo XXI, cuando tantas recompensas se han dedicado a multitud de actividades diferentes. Ahora, las órdenes españolas de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa, con su Gran Maestre el Rey Don Felipe VI, han tenido la sensibilidad de detectar la necesidad de acabar con esa carencia, precisamente cuando se constata que el desconocimiento del pasado puede desembocar en planteamientos equivocados y en posturas erróneas.

Las Órdenes de Caballería españolas, cuya antigüedad se remonta al siglo XII, están por lo tanto más que justificadas para fundar un premio a los historiadores cuando ellas mismas son historia viva, artífices durante la reconquista de la toma de Cuenca, Cáceres y Córdoba, fundamentales en la gran batalla de las Navas de Tolosa que liberó a España del peligro musulmán y cuya contribución fue decisiva en Granada en 1492. Luego, su contribución a la Historia patria se ha hecho valer en muy diferentes aspectos; baste recordar que Garcilaso y Velázquez pertenecían a ellas, como el Gran Capitán, Hernán Cortes y Pizarro; en tiempos más reciente, el marqués de la Ensenada, que devolvió el orgullo a la Armada, y Ramón Narváez, una figura clave del XIX.

El premio se denomina Órdenes Españolas –que es importante proclamar de dónde viene y dónde ha surgido–, tendrá carácter anual y está dotado con la sustanciosa cantidad de 60.000 euros, que es un modo de expresar la relevancia que tiene la Historia con mayúscula.

El jurado, salvaguardia y fundamento en todo galardón y que lo prestigia juntamente con los premiados, bajo la presidencia de S.A.R. D. Pedro de Borbón Dos Sicilias, duque de Calabria, está compuesto por los siguientes académicos: de Bellas Artes, Alfredo Pérez de Armiñan; de la Historia, su directora, Carmen Iglesias Cano, condesa de Gisbert; Hugo O’Donnell, duque de Tetuán, Feliciano Barrios Pintado y Luis Antonio Ribot García; de Ciencias Morales y Políticas, Marcelino Oreja Aguirre, marqués de Oreja; además, también forman parte Manuel Gullón de Oñate, conde de Tepa y Gentilhombre de Su Santidad, y los patrocinadores Carlos del Palacio Oriol, por la Fundación Talgo; Juan Manuel González Serna, por la Fundación Grupo Siro, y Juan Miguel Villar Mir, marqués de Villar Mir, por la Fundación Villar Mir.

Las candidaturas vendrán avaladas por Universidades, academias e institutos de todo el mundo y son varias las españolas que han pedido información o han anunciado que en breve presentarán sus candidatos, y también algunas extranjeras, tanto de Europa como de América del norte y del sur. Reanudado el curso académico tras la Navidad, se espera la llegada de nombres señeros y que entidades con tanto peso científico e histórico como Bolonia, la Sorbonne y Oxford, o Heidelberg y Salamanca, estrujarán conocimientos para ofrecer su oportunidad a catedráticos, académicos y estudiosos de la historia. Seguro que el jurado no tendrá una tarea fácil.

El plazo se agota el 28 de febrero y el premio Órdenes Españolas se concederá en la segunda quincena de mayo de este año, previsiblemente en un lugar emblemático, que se vislumbra pueda ser el de las salas capitulares del monasterio de El Escorial. La Historia va buscando a la Historia.

El acto fundacional se celebró en el Palacio Real de Madrid, que por algo el Rey es cabeza de las Órdenes Españolas, y resultaba evocador que el salón del Príncipe acogiera la reunión, en el edificio donde se conserva la armadura que vistiera Carlos I en la batalla de Mühlberg; en el que Felipe IV supo de la toma de Breda por Spínola y donde Velázquez pintara un cuadro hogareño que llamo modestamente «Meninas».

Cuando Pedro de Borbón Dos Sicílias levantó la sesión, los muros venerables y los frescos de techos y paredes habían contemplado otro acontecimiento histórico: España se había propuesto gratificar a quienes se dedican seriamente a dar a conocer el pasado del que los hombres contemporáneos son sucesores y sus países herederos de las acciones pretéritas.

Marqués de Laserna, correspondiente de la Real Academia de la Historia.

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