¿Un proceso de Helsinki para Corea?

El mes pasado, Corea del Norte y Corea del Sur evitaron por poco una catastrófica confrontación militar. Tras 40 horas de agotadoras negociaciones, el Sur aceptó detener las transmisiones por altavoces hacia la zona desmilitarizada (DMZ) entre ambos países a cambio de que el Norte “lamentara” las muertes de soldados surcoreanos causadas por explosiones de minas terrestres tres semanas atrás.

Si bien en la crisis Corea del Norte exhibió su acostumbrada beligerancia y agresiva retórica, hubo también algunos cambios interesantes. Su correcta comprensión podría ayudar a generar el impulso suficiente para iniciar, tras más de siete años de confrontación, una genuina cooperación entre las dos Coreas y encaminar la península hacia un futuro más pacífico y seguro.

El primero de estos cambios es la postura mucho más firme del gobierno surcoreano a las provocaciones del Norte. En 2010, el pueblo de Corea del Sur se mostró muy crítico ante el hecho de que sus fuerzas armadas no respondieran inmediatamente tras el hundimiento por parte del Norte del Cheonan, un buque de guerra surcoreano con más de 100 efectivos a bordo, y el bombardeo de la Isla Yeonpyeong más entrado aquel año. En contraste, tras los estallidos de las minas terrestres en agosto, el Presidente Park Geun-hye no retiró su exigencia de que el Norte se disculpara, a pesar de negar haber instalado las minas. Sus índices de aprobación subieron desde el 35% del mes anterior a un 50%.

A pesar de la popularidad de la que pueda disfrutar en Corea del Sur, este cambio implica serios riesgos para la península. Si el Sur mantiene una actitud inflexible y entra en otro juego de provocaciones para ver quién es más valiente con un Norte a menudo audaz y siempre imprevisible, los resultados podrían ser catastróficos. En ese sentido, es más urgente que nunca contar con un marco institucional para una paz permanente entre ambas Coreas.

El segundo cambio tiene relación con China, que se ha mantenido silente en esta última crisis, lo que marca una diferencia importante con respecto a su postura de 2010, cuando se puso activamente del lado norcoreano en la escena diplomática internacional. Por supuesto, resulta imposible saber si su actual respuesta marca un genuino distanciamiento de su papel de único aliado y benefactor económico clave de Corea del Norte. Puede que los gobernantes chinos sencillamente hayan decidido que venía al caso una táctica de disciplina hacia los líderes norcoreanos. Sin embargo, se trata de un silencio ensordecedor en momentos que la relación entre China y Corea del Sur se está profundizando.

Si China realmente está tomando distancia de Corea del Norte, el régimen de Kim Jong-un quedará casi completamente aislado en el plano internacional. ¿Responderá Kim a ese aislamiento de manera beligerante, continuando su confrontación con el Sur, o con pragmatismo, adoptando una actitud más flexible?

No es una pregunta fácil de responder. A estas alturas debería estar claro que sus repetidas provocaciones no están beneficiando a su país. Por ejemplo, su conducta belicosa en 2013 empeoró sus relaciones con China, Corea del Sur y Estados Unidos simultáneamente, y en la última crisis todo lo que logró fue silenciar los altavoces. Sin embargo, no se lo conoce precisamente por su pragmatismo o su diplomacia.

Puede que el mes próximo queden más claras sus intenciones, pues se espera que celebre el aniversario 70 de la fundación del Partido de los Trabajadores de Corea con una prueba nuclear y el lanzamiento de un nuevo misil intercontinental. Sin embargo, China, Corea del Sur y Estados Unidos (cuyas políticas hacia Corea del Norte están más alineadas que nunca) no deberían simplemente esperar a ver qué ocurre, sino iniciar un diálogo con el Norte y emprender pasos para disuadir a Kim de seguir en su camino de antagonismo.

El tercer elemento nuevo en la península es una creciente conciencia entre los norcoreanos sobre la difícil situación de su país. Esto es hoy más evidente entre los soldados norcoreanos en la DMS, para quienes las transmisiones del Sur resultaron altamente desmoralizadoras. Los jóvenes soldados de hoy en día son parte de la llamada generación Jangmadang (“mercado negro”), que creció durante el proceso de exposición a los mercados ocurrido tras la hambruna generalizada de mediados de los años 90. Han estado expuestos a las películas, la música y otros productos surcoreanos y conocen el enorme abismo que existe entre la propaganda del régimen y la sombría realidad. Las transmisiones surcoreanas dieron en el blanco.

A medida que prosiga el proceso de exposición a los mercados, pronto no serán solamente los soldados quienes vean a través de las fisuras de la propaganda gubernamental. Puede que no estemos tan lejos del momento en que el cambio en Corea del Norte comience desde abajo.

Con esto se abre una nueva opción de política para Occidente: intentar que Corea del Norte retroceda en sus políticas exterior y de seguridad mediante la profundización de sus vínculos económicos y sociales con el resto del mundo. Los beneficios para el Norte cambiarían radicalmente el cálculo estratégico del régimen, especialmente en lo referente al armamento nuclear.

Los vínculos internacionales (o, más bien, las sanciones que bloqueaban los beneficios que ofrecían) fueron vitales para la decisión de Libia de desnuclearizarse y para la disposición de Irán a llegar a un acuerdo con otras potencias acerca de su programa nuclear. Las sanciones han sido menos eficaces en el caso de Corea del Norte, principalmente porque su población no sabía lo que se estaba perdiendo.

De manera similar, las crecientes conexiones entre los grupos existentes dentro del bloque soviético y Occidente desempeñaron un papel de gran importancia para llegar en 1975 a los Acuerdos de Helsinki, que significaron un esfuerzo por mejorar las relaciones entre Este y Oeste durante la Guerra Fría y pusieron énfasis sobre los derechos humanos. Lo que es más importante, permitieron llegar a un tipo de vinculación sostenida en el tiempo que hoy en día se necesita con urgencia en la península coreana.

La crisis de agosto puede dar la oportunidad de pensar con seriedad cómo equilibrar la continuación de las sanciones a Corea de Norte con la profundización de los vínculos económicos y sociales. Sin un enfoque así, bien puede ser que no pase mucho tiempo antes de que el Norte y el Sur queden enfrascados en otra confrontación militar. Tal vez la próxima no acabe tan bien como esta última.

Yoon Young-kwan, former Minister of Foreign Affairs of the Republic of Korea, is Professor of International Relations at Seoul National University. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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