Un proceso inacabado

El cataclismo económico mundial de la Gran Recesión terminó oficialmente en junio de 2009. Desde entonces, gran parte del mundo industrializado atraviesa una crisis detrás de otra, con cifras de paro que no disminuyen, un crecimiento económico arrastrado y el desgaste de la confianza pública en nuestras instituciones.

Pero no tiene por qué ser así. Podemos tener un crecimiento vigoroso sin que desaparezcan las protecciones sociales. Podemos encontrar el camino hacia una prosperidad común y sostenible si invertimos en el auténtico motor del crecimiento económico: la clase media.

Estos son los principios que inspiraron la fundación del Center for American Progress (CAP), que este mes cumple 10 años. Estas son las políticas en las que cree la gente corriente de Boston, Bonn y Bolonia. Estas son las soluciones por las que luchan a diario los progresistas de todo el mundo.

En los últimos tiempos, pese a las históricas victorias obtenidas en Estados Unidos, el progresismo ha sufrido dificultades. Este año, los partidos de izquierda perdieron elecciones en Alemania, Australia y Noruega. Desde 2010, la Cámara de Representantes estadounidense, controlada por los republicanos, bloquea prácticamente cualquier avance legislativo.

Sin embargo, la realidad es que a los conservadores se les han acabado las ideas. Ya hemos probado sus soluciones. Su ideología de la economía del goteo, que se resume en austeridad para los pobres y reducciones fiscales para los ricos, ha dominado la política durante casi 30 años.

¿Y adónde nos ha llevado? A unas desigualdades cada vez mayores y unos salarios estancados. A que uno de cada cuatro niños estadounidenses —en España, uno de cada seis, y en Reino Unido, uno de cada 10— viva en la pobreza. A la peor crisis económica desde la Gran Depresión. Y aun así, los conservadores reclaman más de lo mismo.

Por eso es importante que los progresistas de todo el mundo seamos conscientes de nuestros retos comunes e intercambiemos ideas. Esta semana, el CAP celebrará unos primeros 10 años en los que hemos logrado algunos éxitos, pero también hará un serio examen de la próxima década y lo que nos aguarda.

Sabemos que debemos actuar de inmediato con el fin de crear un crecimiento económico fuerte para todos. Aunque en Estados Unidos llevamos más de tres años sucesivos de aumento del empleo, los frutos de la recuperación económica no se han repartido como debieran. Los economistas Emmanuel Sáez y Thomas Piketty han descubierto que el 95% del aumento de ingresos producido entre 2009 y 2012 fue a parar al 1% más rico, mientras que las familias de clase media siguen teniendo problemas para llegar a fin de mes y los conservadores han tratado de vaciar los programas de ayuda a los pobres.

Unas inversiones inteligentes en infraestructuras, educación y energías limpias ayudarán a reducir el desempleo e impulsarán el crecimiento económico. En muchos países de la Unión Europea, el paro alcanza dimensiones catastróficas, y es especialmente elevado entre los jóvenes. Europa debe llevar a cabo inversiones estratégicas para evitar que toda una generación se quede definitivamente atrás.

Además, si logramos un crecimiento más fuerte podremos afrontar mejor otro problema fundamental: la desigualdad de rentas, cada vez mayor. Si bien a finales de los noventa los salarios subieron incluso en la franja inferior de la escala, entre 1979 y 2007, la parte de los ingresos correspondiente al 1% más rico de los estadounidenses aumentó a más del doble, mientras que la de las franjas media e inferior disminuyó, según la Oficina de Presupuestos del Congreso. Una desigualdad de rentas elevada perjudica la movilidad intergeneracional —la probabilidad de que los hijos de familias modestas mejoren su situación económica— y amplía la brecha educativa entre ricos y pobres.

El dogma conservador sostiene que la economía crece desde arriba; que, si se permite que los ricos se enriquezcan aún más, invertirán su dinero en creación de empleo. Pero los datos sobre desigualdad de rentas lo desmienten. Por eso los progresistas creemos que la economía debe crecer a partir de la clase media, no desde arriba. Solo un crecimiento desde la clase media puede reducir la desigualdad y construir la prosperidad a largo plazo.

Si se impulsa una agenda económica, las consecuencias irán más allá del PIB y las rentas medias. Contar con un crecimiento económico fuerte, sostenible y generalizado es indispensable para superar las desigualdades sociales y ser capaces de abordar problemas tan amplios como la reforma de la inmigración, el comercio justo y el cambio climático.

Los datos varían entre unos países y otros, pero algunos problemas son extraordinariamente similares, como lo son las mejores soluciones posibles. Por eso el CAP ha querido establecer lazos entre dirigentes y organizaciones progresistas de todo el mundo, mediante nuestro programa Global Progress, que nos permite promover ideas, encontrar puntos en común, difundir las mejores experiencias y compartir los triunfos y las derrotas.

En los próximos años nos espera a todos un camino difícil. Pero, con las lecciones aprendidas en los últimos 10 años, y con la colaboración de nuestros aliados, confiamos en poder seguir progresando de verdad por el bien de la gente.

John Podesta es fundador y presidente del Center for American Progress y Neera Tanden es directora ejecutiva y consejera delegada del Center.

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