Un proyecto de mayorías para Madrid

El próximo mes de mayo se cumplirán 30 años desde la celebración de las primeras elecciones autonómicas en la Comunidad de Madrid. En ese tiempo, la Comunidad estuvo gobernada por la izquierda, por el PSOE (con acuerdos con IU en la última fase) durante doce años, y dieciocho lo ha estado por la derecha. Aquella institución que se creó tenía como objetivo fundacional mejorar la calidad de vida de sus habitantes y fue sinónimo de bienestar.

Sin embargo, la conmemoración de este 30 aniversario se va a producir en medio del cuestionamiento de las bases que sustentaron el cúmulo de adhesiones e ilusiones con que la región se construyó. La ideología neoliberal está cebándose en ellas: los recortes en educación, la privatización de una parte importante del sistema sanitario madrileño, la voladura controlada de los servicios sociales, el sometimiento a las universidades públicas a una poda de recursos, están dando lugar a una región muy alejada de los grandes objetivos con que nació. A todo ello cabe añadir el que es hoy el más importante problema que vive la región: un paro registrado de más de 570.000 personas.

Veinte años de hegemonía conservadora han extendido la idea de que Madrid es, de manera inevitable, una Comunidad sociológicamente de derechas. La resignación, las tendencias abstencionistas, incluso el “antipoliticismo” son fenómenos que no podemos considerar irreversibles; y que deben ser necesariamente transformados, por el Partido Socialista, en acción política, en presencia social.

Es cierto, hoy, en Madrid, el PSM tiene su más baja cota de representatividad desde el comienzo de la transición. Pero desde la izquierda no podemos limitarnos a aplicar una política de “resistencia”, de oposición frontal carente de salidas. Desde la izquierda es imprescindible una reflexión colectiva con el horizonte 2015. Es preciso generar un gran proyecto alternativo y debe ser precisamente el PSM quien convierta esa nueva perspectiva en una gran oportunidad para la Comunidad de Madrid.

Un proyecto de mayorías, solidario, reequilibrador, justo; introduciendo valores de compromiso y responsabilidad que conviertan la protesta y la movilización en potencial transformador, que eviten el callejón sin salida. Es decir, en una suma de oportunidades y de esperanzas para la gente.

Invertir esa realidad política exige un enorme esfuerzo y una rotunda voluntad regeneradora. Y sí, es necesario dirigirse a los ciudadanos con un talante abierto, los ciudadanos nos demandan un nuevo impulso, capacidad para establecer grandes alianzas con el entramado social y ética y verdad en nuestras actuaciones. Y, ¿con qué elementos debería contar este impulso transformador?

Con un cambio copernicano en el diseño territorial, recuperando el valor estratégico del planeamiento y de la ordenación de la región. Apostando por desarrollos urbanos y rurales habitables, y situando como prioritario el desarrollo del nuevo paradigma de crecimiento económico sostenible. No podemos volver a confiar en un desarrollo basado en el ladrillo como eje primordial de nuestra economía. Menos aún podemos apostar porque la desregulación del mercado laboral y las políticas contractivas vayan a devolver la confianza a los inversores de forma mágica. Debemos virar a un modelo productivo que identifique nuevos sectores dinámicos que vayan desde servicios de software y del conocimiento hasta la energía renovable. Tenemos que encontrar recursos para impulsar la I+D+i, fortalecer el papel del sector público en identificar y promover nuevas industrias y recrear colaboraciones con el sector privado que sumen en el beneficio colectivo.

Con la defensa y extensión de los servicios del Estado de bienestar en la región, reforzando su carácter público, desde la sanidad hasta la educación. Porque no debemos olvidar que un Estado de bienestar fuerte es uno de los mejores instrumentos para crear una economía competitiva. Pensar en la economía debe ser pensar sobre todo y ante todo en el empleo; cada medida económica debería contestar a la pregunta: ¿va a crear puestos de trabajo o destruirlos? ¿Va a incorporar a los jóvenes y los parados de larga duración o reducir todavía más sus oportunidades? Éste y sólo éste debe ser el enfoque de la política económica a desarrollar. Y debemos hacerlo incidiendo en el empleo y la capacitación de aquellos colectivos que han quedado excluidos por esta crisis, y que la salvaje reforma laboral ha profundizado en su marginación.

Con una política fiscal verdaderamente justa y eficaz, que recupere impuestos como el de Patrimonio y grave a las grandes fortunas; que luche intensamente contra la economía sumergida y la evasión fiscal; que elimine las deducciones que no inciden en el interés de la sociedad e incremente aquellas que potencien la inversión y el empleo.

Con una política firme, sin concesiones, por la regeneración democrática de nuestras instituciones, por la transparencia de nuestras administraciones, por la implicación de la ciudadanía en la toma de decisiones, abordando la corrupción y acabando con la desconfianza de los ciudadanos hacia la política.

Definir ese proyecto exige de los socialistas liderar un amplio proceso de participación ciudadana. Pero sobre todo nos exige volver a ser la esperanza de millones de madrileños que buscan entre el desconcierto y necesitan volver a creer en que podemos construir de la nada, como hace 30 años, una Comunidad garante de derechos y de prosperidad.

Por todo eso, el PSM tiene que abrir puertas y ventanas, generando en su interior un clima de confianza que le permita ampliar su base social, reconciliando a los electores y electoras progresistas de la región con su oferta programática, implicándolos en su definición y elaboración, en la elección de sus candidatos, y en su toma de decisiones políticas. Hagamos a los ciudadanos de Madrid protagonistas de su destino. Sólo así haremos el giro imprescindible.

Pilar Sánchez Acera es miembro Comité Federal PSOE.

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