Un proyecto para España

AL poco tiempo de la muerte de Franco, España, la nación española, emprendió un camino esperanzado, un proyecto: quería normalizar España, hacerla una nación europea más, acabando con nuestra tradicional excepcionalidad y, si se podía, ingresar en la Unión Europea.

Ese proyecto se ha culminado con éxito; lo hemos conseguido: España hoy es un país europeo, o mejor, un gran país europeo. Me gusta recordar que el emperador Diocleciano, en el año 295, dividió el Imperio Romano en seis diócesis: Germania, Britania, Galia, Hispania, Italia y África; esta última se perdió en el siglo VII pero las otras cinco son hoy, en el siglo XXI, los Estados con mayor PIB en la Unión Europea.

Sólo los más mayores nos acordamos de cuán difíciles nos parecían los retos que teníamos por delante y con qué aparente facilidad los hemos superado, desde el ámbito deportivo al cultural, desde el político y social al económico y empresarial. Hoy España, lejos de ser un país apestado en Europa, es un país admirado y envidiado. La generación que hizo la transición política puede sentirse orgullosa como también puede sentirse orgullosa la que hizo, años antes, la transición económica.

El problema es que eso ya no sirve a las nuevas generaciones, para las que la Dictadura y la Transición son pura prehistoria. Por eso necesitamos un nuevo proyecto que, por encima de diferencias generacionales, partidistas, clasistas o territoriales, nos pueda unir al conjunto de los españoles en pos de un futuro mejor; y lo necesitamos porque no existe, no lo tenemos.

En el Quijote se dice: «Es mejor el camino que la posada». Goethe repite la idea con un aire más poético: «Es mejor caminar con esperanza que llegar». Creo que todos, alguna vez al menos, hemos vivido esa sensación y es que el ser humano necesita del futuro tanto o más que del presente.

El proyecto debe ser hecho por los jóvenes. Quizás no sea ocioso recordar que en el año 1975 el Rey Juan Carlos tenía 37 años; el futuro presidente del Gobierno (Adolfo Suárez), 43 y el que sería líder de la oposición (Felipe González), 33. Aunque probablemente sea bueno contar con el asesoramiento y la experiencia de los «mayores».

A mi juicio, la carencia de un proyecto nos llevó el año pasado a unos grados de inestabilidad e incertidumbre desconocidos desde el comienzo de la democracia y puso en grave riesgo la subsistencia del bipartidismo imperfecto que hasta ahora hemos tenido: los jóvenes decidieron actuar por su cuenta y crearon sus propios partidos.

Superada, por el momento, esa crisis política y en trance de superación la gravísima crisis económica que recientemente hemos padecido, parece llegada la hora de crear un nuevo proyecto colectivo capaz de suscitar adhesiones generalizadas y de encauzar las necesidades, anhelos y deseos de nuestra sociedad.

¿Qué podemos querer hacer todos (o casi todos) juntos? Creo que hay un amplio abanico de posibilidades:

1. Si nuestro anterior proyecto (el coronado por el éxito) fue entrar en la Europa política, el próximo proyecto podría consistir en conseguir superar la terrible falta de autoestima que hemos padecido los españoles desde hace siglos; falta de autoestima que nos hizo incluso que nos creyéramos la Leyenda Negra que, para derrotarnos, inventaron nuestros enemigos. El aislamiento de entonces ha terminado: nuestros jóvenes circulan por Europa (con o sin Erasmus) y por el mundo, hablan idiomas y saben por propia experiencia que en todas partes cuecen habas y que no son más tontos que nadie.

Sin embargo, esa falta de autoestima todavía se refleja en nuestras encuestas de opinión y en los hábitos de nuestra ciudadanía, en claro contraste con la imagen que España proyecta hoy en el mundo. España vuelve. Vuelve a ser lo que fue siempre: un gran país europeo. Para conseguir esta recuperación de la autoestima, son utilizables muchas palancas, pero hay una que estimo fundamental: la Educación, nuestra Cultura, nuestra Lengua, nuestra Historia e incluso nuestra Geografía. El maestro Gonzalo Anes enseñaba que la Historia se estudia desde el futuro: si se tiene un concepto pesimista del futuro, al que se presupone negativo y decadente, el historiador buscará las claves de esa trayectoria y los hitos fundamentales de la misma; si por el contrario se vislumbra un futuro floreciente y prometedor, el historiador subrayará los antecedentes y las causas y vestigios de ese futuro. Es hora pues de recuperar definitivamente la confianza en nosotros mismos y afrontar el futuro, sin duda difícil, sin complejos.

2. Las naciones europeas han conseguido, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, dotarse de un incomparable «Estado del Bienestar». España se ha incorporado a esa tendencia y hoy no solo tenemos uno de esos estados sino que, en muchos aspectos, es, sin duda, de los mejores del mundo.

En líneas generales puede decirse que Europa tiene el 6% de la población mundial, el 20% del PIB del planeta y alrededor del 60% del gasto mundial. Estas magnitudes hablan por sí mismas y nos explican lo difícil que va a ser poder conservar este Estado del Bienestar. A buen seguro debe formar parte del nuevo proyecto nacional el mantenimiento de ese Estado del Bienestar. Para ello, debemos preocuparnos especialmente en que sea sólido y por tanto sostenible.

3. Si el proyecto anterior, como queda dicho, fue el de entrar en la Europa política, el proyecto actual no puede ser otro que el de co-liderar Europa. La reciente fotografía en París de los Jefes de Estado y de Gobierno de Francia, Alemania, Italia y España debería ser un anuncio de lo que puede ser el próximo futuro europeo. El desdichado Brexit, no solo nos hace adelantar un puesto en el ranking sino que obliga a las naciones del continente a redoblar sus esfuerzos para que la unidad europea sea una realidad política y económica incuestionable. El reto es difícil, pero seguro no lo conseguiremos si no lo intentamos. Virgilio decía en La Eneida: «Pudieron porque creyeron que podían». Llevémoslo a la práctica.

4. También existe proyecto por lo que respecta al mundo exterior. En España, y probablemente debido a nuestro largo periodo de aislamiento, existe poca sensibilidad en cuanto a la importancia del mundo exterior. Los que hemos tenido la suerte de conocerlo, nos damos cuenta de la importancia que tiene, de lo relevante que es.

A buen seguro, también existe un proyecto para nuestra política exterior, desde la competitividad a la solidaridad, pero ello necesita el espacio de un nuevo artículo.

Eduardo Serra Rexach, presidente de la Fundación Transforma España y exministro de Defensa.

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