Un puente real

Esta historia real que debo a mi difunta madre, emigrante española en el Reino Unido en la posguerra, trata sobre sobre la visita de estado que realizó el emperador de Etiopía Haile Selassie al Reino Unido en octubre de 1954. Yo era entonces un niño, y ver el cambio de guardia del Palacio de Buckingham se había convertido en una de mis primeras pasiones, algo que me duraría toda la vida. La precisión de los imponentes soldados británicos con sus abrigos rojos y la inspiradora música de su banda estimulaban mi imaginación, haciéndome sentir como uno de ellos, como si entrara en una fábula de Winnie the Pooh con Christopher Robin. Cuando una mañana mi madre me dijo no sólo que íbamos hacia Buckingham sino que, además, veríamos a un emperador, me pareció fantástico.

Cuando llegamos ya había una gran multitud congregada a lo largo de la avenida principal que llevaba a Palacio, pero mi madre se las arregló para colocar mi silleta en primera fila. Así, acabamos en medio de un grupo de niñeras inglesas entradas en años que, circunspectas, observaban todo con atención, acompañadas de los niños a los que cuidaban. Nos miraron -a mi madre, con sus rasgos latinos y morenos, y a mí- como si fuéramos hormigas voladoras caídas del cielo, pero mi madre no le dio más importancia, al menos hasta que el emperador pasó en la carroza real. En ese momento, rompimos en un espontáneo aplauso, para horror de las niñeras. Entonces mi madre oyó cómo una decía a otra "Oh, ¡debe ser una de ellos!". Era evidente que el comentario estaba basado en el similar tono de piel de mi madre y del emperador, y en que me hablaba en español; nos tomaron por dos extranjeros.

Afortunadamente, en el Reino Unido ya no se mira a los españoles y a otros inmigrantes por encima del hombro de esta manera, aunque el Brexit, como ha escrito un grupo mixto de parlamentarios europeos en el Guardian, "proyecta una oscura sombra de inconcreción e incerteza sobre millones de europeos". Esperemos que la visita del Estado del Rey Felipe y la Reina Letizia al Reino Unido sirva como recordatorio no sólo de cuánto debe a Europa la democracia española, sino de que la fuerte relación bilateral entre ambos países se hizo posible por ser ambos miembros de la Unión Europea.

Cada año millones de turistas disfrutan de la libertad de movimiento. Los ingleses visitan España en mayor proporción que los ciudadanos de cualquier otra nacionalidad, y muchos tienen casas allí. La economía del Reino Unido se ha visto reforzada por la inversión de grandes compañías españolas como Santander, Iberdrola, Ferrovial y Telefónica, todas actores de primer orden en sus respectivos sectores a nivel internacional. Por otro lado, estudiantes y trabajadores españoles han contribuido a la mejora de la sociedad inglesa, cooperando en investigación, trabajando como médicos y enfermeras en el Servicio Nacional de Salud, y enriqueciendo la vida cultural. Ojalá que esta visita de Estado contribuya a reforzar ese puente europeo que favorece no sólo los intereses de ambos países sino de todo el mundo democrático, con un espíritu de apertura y libre de prejuicios.

Pregunte a cualquier niño inglés en edad escolar qué sabe de las relaciones entre las familias reales española y británica, y es probable que mencione a Felipe II y la heroica resistencia de la reina Isabel I a su Armada. Un análisis histórico más profundo demuestra que las relaciones entre la realeza inglesa y la española han sido de mutuo respeto -aunque no inmunes a ocasionales crisis- durante más de cinco siglos. En su reciente biografía de la reina Isabel de Castilla, Giles Tremlett nos recuerda que los matrimonios entre miembros de ambas cortes reales y la deferencia mutua fueron importantes legados de su reinado. A pesar de su divorcio del rey Enrique VIII, Catalina de Aragón, hija de Isabel, siguió siendo muy querida por el pueblo inglés por su noble espíritu y su preocupación por los pobres. Su tumba, hoy objeto de veneración, se encuentra en la Catedral de Peterborough, mientras que la reina medieval Leonor de Castilla, anterior a Catalina y primera mujer del rey Eduardo, yace en la Abadía de Westminster.

Más adelante, conforme Europa se adentraba en el siglo XX, la reina Victoria Eugenia -conocida como Ena-, nieta de la emperatriz inglesa Victoria, se casó con Alfonso XIII. El Rey español era un gran anglófilo, amigo de Winston Churchill -ambos fueron grandes aficionados al polo de jóvenes-, y animó a su hijo Don Juan a entrenarse con la Marina Real Británica. Juan Carlos y Sofía, los primeros monarcas españoles de la era moderna, pronto personificaron el nuevo espíritu democrático del país. Sus vínculos institucionales y personales con la Casa de Windsor han ayudado a reforzar las relaciones bilaterales del Reino Unido y España en el marco europeo, a pesar de que ambos países compiten por reclamar la soberanía sobre Gibraltar.

La decisión del Príncipe Carlos y la Princesa Diana de comenzar su luna de miel en 1981 a bordo del 'Royal Yacht' en Gibraltar no sentó bien en España. Pero, más tarde, Isabel II ayudó a romper el hielo con una invitación oficial a los Reyes de España a Londres. Juan Carlos le devolvió el favor organizando unas vacaciones para el príncipe de Gales y sus entonces pequeños hijos Guillermo y Enrique en la residencia oficial de verano de los Reyes en Marivent. También estuvieron de crucero a bordo del Fortuna, desde el que presenciaron regatas y con el que visitaron algunos de los puntos más conocidos de las islas, incluyendo la playa de Ses Illetes y el parque acuático de Marineland para disfrute de Guillermo y Enrique.

Las fotografías que se tomaron de las familias juntas muestran encuentros afectuosos sin síntoma alguno de los problemas que ya existían en el matrimonio de los príncipes de Gales. Residentes de la isla recuerdan cómo Diana pasó gran parte de su tiempo bañándose en las aguas de las playas del sur de Mallorca, mientras Carlos se dedicaba a pintar acuarelas de los pintorescos paisajes entorno a Valldemosa, donde una vez también pasaron una temporada el compositor polaco Chopin y su amante francesa Amantine-Lucile-Aurore Dupin, conocida por el seudónimo de George Sand.

Los Windsor volvieron a Mallorca en los veranos de 1987, 1988 y 1990. Diana, quien ya había estado en Port Andratx antes de casarse, volvió en 1996, tras su divorcio. Se alojó en el lujoso hotel La Residencia en Deia, invitada por el empresario multimillonario Richard Branson. Su muerte en 1997 en un accidente de coche en París, en plena disputa pública y cada vez más visceral con su ex marido, provocó una crisis en la Casa de Windsor. También puso a prueba el protocolo real. Con la memoria de Diana generando una enorme simpatía en los medios españoles durante muchos años tras su muerte, no fue hasta 2011 cuando el príncipe Carlos y la duquesa de Cornualles consideraron que era el momento adecuado para restablecer los vínculos y realizar una visita oficial a España.

Desde entonces, la relación entre ambas familias reales ha sido de naturaleza más discreta. El Rey Juan Carlos ha viajado a título privado al Reino Unido para cazar con amigos. Y, por su parte, la Reina Sofía ha estado en Londres en muchas ocasiones con sus amistades cercanas de visita cultural o de compras. Desde que el Rey Juan Carlos abdicara en 2014 en favor de su hijo Felipe VI, tanto el primero como Doña Sofía han reducido sus agendas oficiales. Aun así, ella viajó a la capital británica el año pasado como invitada de honor, junto al príncipe Andrés Duque de York, de la cena de gala que marcó el centenario de la benéfica British Spanish Society. En Londres mantuvo un encuentro privado con la reina Isabel, en el que se establecieron las bases para reprogramar una visita de Estado de Don Felipe y Doña Letizia que se tuvo que posponer el año pasado porque en España proseguían las negociaciones para formar Gobierno.

El programa de esta visita de Estado al Reino Unido incluirá, como es tradición, una bienvenida oficial de la reina Isabel y su esposo, el príncipe Felipe, y una cena con ambos como anfitriones en el Palacio de Buckingham. También participarán en la agenda el heredero de la Corona, el príncipe Carlos, y su segunda esposa, la duquesa de Cornualles, así como el príncipe Enrique. El más joven de los hijos de Carlos y la difunta Diana acompañará al Rey Felipe a depositar una corona de flores en la tumba del soldado desconocido en la Abadía de Westminster. Esto enfatizará no sólo el vínculo profesional, sino también el pacífico traspaso del testigo a una generación más joven de unas relaciones bilaterales prolongadas.

Diplomáticos veteranos de ambos lados opinan que la visita real representa una oportunidad no exenta de riesgos. En un momento en el que el Gobierno en minoría de Theresa May en el Reino Unido intenta dar sentido a la irracional afirmación de que el Reino Unido, Europa y el resto del mundo estarán mejor tras el 'Brexit', esta visita servirá como recordatorio de los amplios vínculos bilaterales entre ambos países, que han crecido gracias a ser parte de Europa, y no a estar fuera de ella.

Jimmy Burns Marañón es escritor y periodista.

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