¿Un punto de inflexión para la democracia en África occidental?

La decisión de posponer la elección presidencial en Nigeria –tomada pocas horas antes de la apertura prevista de los centros de votación– suscitó temores por la integridad del futuro comicio. Es necesario que esos temores no se hagan realidad, y no sólo por el bien de Nigeria. Así como una democracia fuerte y estable en el país más poblado de África puede dar un poderoso ejemplo a la región, una crisis política tendría graves consecuencias mucho más allá de sus fronteras.

África occidental, hogar de unos 362 millones de personas, está en camino hacia la consolidación democrática. Según Freedom House, “África austral y occidental han mejorado significativamente la gobernanza democrática”, una tendencia que afianzó la estabilidad en la región.

En 2019 y 2020, tres países de África occidental –Nigeria, Senegal y Costa de Marfil– celebrarán elecciones generales, que les darán una oportunidad de reforzar o debilitar la tendencia. Muchas elecciones en África han terminado en crisis nacionales, de modo que es evidente la necesidad de gestionar el proceso electoral en forma eficaz, para que el voto sea una fuerza estabilizadora, no un factor de desestabilización.

Nigeria, Senegal y Costa de Marfil tienen hoy presidentes que llegaron al poder como candidatos de la oposición, desafiando al poder establecido. Todos contaron con la solidaridad regional e internacional, y con el compromiso de la ciudadanía con la democracia y su promoción por parte de la sociedad civil. Las próximas elecciones colocan a estos presidentes ante el desafío de proteger los sistemas de votación y respetar los valores que hicieron posible su llegada al gobierno.

Esto implica, ante todo, garantizar condiciones parejas para todos los candidatos y partidos políticos, absteniéndose los gobernantes en ejercicio de abusar de su poder para restar espacio a los candidatos opositores. Todos los políticos deben seguir las reglas y respetar el resultado. Y a los organismos encargados de gestionar el proceso electoral les cabe una responsabilidad fundamental por garantizar que sea creíble y justo.

Pero en toda la región se sigue necesitando apoyo externo para asegurar el cumplimiento de las normas democráticas y la aceptación de los resultados electorales. En Liberia, Sierra Leona y Kenia, la actuación combinada de diversos interlocutores locales e internacionales fue clave para resolver controversias electorales. Se necesitarán iniciativas colectivas similares para superar los desafíos que aguardan a Nigeria, Senegal y Costa de Marfil.

A la par que la sociedad civil y la ciudadanía demandan elecciones libres, justas y creíbles, la comunidad internacional –y especialmente los gobiernos africanos– deben usar la presión diplomática y moral para asegurar que esas demandas sean escuchadas. El apoyo internacional es particularmente importante en Nigeria, Senegal y Costa de Marfil, porque los tres países ya enfrentan crisis internas que ponen en riesgo la continuidad de la democracia.

En Nigeria, el resurgimiento de la milicia islamista Boko Haram, una ola nacional de secuestros y la escalada de violencia entre agricultores y pastores que compiten por recursos limitados en el territorio central del país ya generan serios problemas de seguridad interna. Un proceso electoral divisivo sólo ahondaría las fracturas actuales.

En Senegal, crece la inquietud en la oposición y la sociedad civil por la libertad en Internet, el ciberactivismo y la neutralidad de la red; son cuestiones fundamentales que habrá que manejar muy bien. En este contexto resultan muy peligrosas las tensiones políticas provocadas por la exclusión de candidatos presidenciales, entre ellos los dos principales retadores del presidente en ejercicio.

En Costa de Marfil, en tanto, todavía no termina el proceso de reconciliación nacional después de la guerra civil de 2011, que se desató como consecuencia del enfrentamiento entre el entonces presidente Laurent Gbagbo y su retador, Alassane Ouattara, por el resultado de la elección presidencial de 2010. A esto hay que sumar la reciente absolución de Gbagbo por parte de la Corte Penal Internacional y el colapso de la coalición gobernante, que generan más dudas sobre la continuidad de la consolidación democrática.

Bien manejados, estos desafíos con potencial de interrumpir el avance democrático en la región podrían ser, más bien, una oportunidad para profundizarlo. Si bien la responsabilidad principal de resolverlos es de los países involucrados, sus vecinos regionales y la comunidad internacional también deben contribuir, ayudando a fortalecer los mecanismos de prevención y manejo de conflictos y promoviendo elecciones libres, justas y creíbles.

Es particularmente importante apoyar el trabajo de la sociedad civil en estos países, especialmente en lo referido a la movilización de la ciudadanía, la documentación de infracciones a las normas, el combate al flagelo de las noticias falsas y la prevención (incluida la alerta temprana) y el manejo de conflictos. Nigeria, Senegal y Costa de Marfil también necesitan plataformas transnacionales creíbles para la prevención y la solución de conflictos, que complementen los mecanismos locales existentes. La región y la comunidad internacional deben dar apoyo a esas instituciones.

La comunidad internacional también debe insistir ante los políticos y funcionarios de esos países –con la exhortación pública y el diálogo privado– en la necesidad de que respeten las normas electorales, protejan las instituciones vitales para la democracia y prioricen el bienestar de la ciudadanía y el desarrollo sostenible. Los organismos a cargo de gestionar el proceso electoral deben estar a salvo de interferencias políticas indebidas y tener libertad para hacer su trabajo.

Finalmente, la comunidad internacional debe alentar a los custodios del proceso electoral a cumplir sus funciones con integridad y neutralidad; esto demanda un cuidadoso escrutinio por parte de observadores internacionales.

Respaldar la realización de elecciones democráticas creíbles en Nigeria, Senegal y Costa de Marfil es esencial. Una crisis política en estos países generaría graves consecuencias humanitarias, económicas y de seguridad en toda la región (los problemas que menos necesita el mundo ahora mismo).

A la inversa, la celebración de elecciones exitosas fortalecerá la democracia, afianzará la estabilidad nacional y regional, y dará sustento a la continuidad del desarrollo económico. Es posible, con determinación de la ciudadanía, voluntad política nacional y solidaridad internacional.

Olusegun Obasanjo, a former president of Nigeria, is Chair of the West Africa Commission on Drugs and a member of the Global Commission on Drug Policy.
John Dramani Mahama is a former president of the Republic of Ghana.
Ernest Bai Koroma is a former president of Sierra Leone.
Saulos Chilima is Vice-President of the Republic of Malawi.
Traducción: Esteban Flamini.

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