Un repaso de las grabaciones: las palabras de Trump revelan nuevamente su corrupción

Tres conversaciones grabadas definirán el mandato repudiable del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Al igual que las cintas del expresidente Richard Nixon previamente, las grabaciones confirman —solo que con mayor contundencia— que Lord Acton tenía razón al advertir que “el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe de manera absoluta”.

Primero estuvo la grabación de “Access Hollywood”, que casi descarrila la campaña de Trump cuando fue revelada por The Washington Post el 8 de octubre de 2016. En ella, se podía escuchar a Trump alardeando de que su condición de celebridad le permitía agredir sexualmente a mujeres con impunidad: “Cuando eres una estrella, te dejan hacerlo”.

Luego vino la transcripción, revelada por un denunciante y publicada por la Casa Blanca el 25 de septiembre de 2019, que condujo al juicio político de Trump. Registró a Trump acosando al presidente ucraniano Volodímir Zelenski para que fabricara información dañina sobre el potencial oponente de Trump, Joe Biden, a cambio de ayuda militar estadounidense. “Me gustaría que nos hicieras un favor”, dijo Trump en ese tono matón que tiene, como si fuera un jefe mafioso exigiéndole dinero de protección a un aterrorizado dueño de una tienda.

Y ahora, el domingo 3 de enero, el Post reveló la tercera de las conversaciones de Trump, que es incluso peor que las dos primeras. En esta oportunidad Trump ha sido pillado intentando robarse las elecciones presidenciales al tratar de persuadir al secretario de estado de Georgia, Brad Raffensperger, para que le entregue un estado que perdió. “Solo quiero encontrar 11,780 votos”, implora Trump, mientras propaga locas teorías de conspiración sobre las elecciones y hace vagas amenazas de acciones legales si Raffensperger no hace lo que le está pidiendo. Trump suena tanto enloquecido por el poder como sencillamente loco.

Es difícil imaginar una amenaza mayor —o más predecible— a nuestro orden constitucional. Desde el principio, los críticos de Trump han estado advirtiendo que no es una persona confiable para ostentar el increíble poder de la presidencia porque abusaría de él para su propio beneficio personal. ¿Cuándo admitirán los siempre trumpistas que los nunca trumpistas tenían razón? Lo único que no anticipamos —y todavía no entendemos del todo— fue la magnitud de sus transgresiones.

Es probable que las grabaciones de Trump reveladas hasta el momento sean solo la punta de un iceberg muy grande. Trump insistió en que su extorsiva llamada con Zelenski había sido “perfecta”. ¿Cuántas otras llamadas “perfectas” habrá hecho Trump en los últimos cuatro años? En particular, ¿a cuántos otros funcionarios estatales habrá llamado durante los últimos dos meses para exigirles que cometan fraude en su nombre?

In a phone call on Jan. 2, President Trump insisted he won the state and threatened vague legal consequences. Here are excerpts from the call. (Obtained by The Washington Post)

El gobierno de Biden deberá llevar a cabo un acto urgente de saneamiento político. El nuevo presidente debe nombrar a un consultor o comisión especial (posiblemente ambos) para descubrir la infinidad de delitos que el gobierno de Trump ha cometido, recomendar reformas y llevar a los perpetradores ante la justicia, o al menos someterlos a la deshonra pública que merecen.

El proceso debe comenzar con el futuro expresidente Trump, pero no debe culminar allí. Las transgresiones de Trump han sido facilitadas por sus ayudantes y partidarios. Entre los participantes de la llamada a Raffensperger se encuentran el jefe de Gabinete de la Casa Blanca, Mark Meadows, y la abogada externa Cleta Mitchell, mientras que la llamada a Zelenski fue escuchada por el secretario de Estado, Mike Pompeo, y el asesor de seguridad nacional del vicepresidente Pence, Keith Kellogg, entre otros. Muy pocos tuvieron el valor de denunciar los hechos como lo hizo el entonces teniente coronel Alexander Vindman, quien trabajó en el Consejo de Seguridad Nacional. Debe haber rendición de cuentas por parte de los cómplices de Trump, y condecoraciones como la Medalla Presidencial de la Libertad para esos pocos, como Vindman y Raffensperger, que se enfrentaron al presidente más corrupto en la historia de Estados Unidos.

Quizás los facilitadores más importantes —y por lo tanto más culpables— han sido los miembros del Partido Republicano en el Congreso. Los republicanos evitaron que Trump respondiera por la obstrucción a la justicia y la cooperación con Rusia documentada por el fiscal especial Robert S. Mueller III o el evidente abuso de poder en las relaciones de Trump con Ucrania. Ahora, los partidarios de Trump se harán de la vista gorda ante su plan de fraude electoral en el estado de Georgia. Republicanos como el senador David Perdue de Georgia están más indignados por el hecho de que la llamada de Raffensperger se haya filtrado que porque se haya realizado.

En realidad, la situación es peor: incluso mientras Trump está intentando robarse las elecciones en una llamada al secretario de estado de Georgia, sus aliados en la Cámara y el Senado lo están ayudando, al tratar de descartar los votos electorales de los estados en los que perdió. Más de 100 miembros de la Cámara de Representantes y al menos una docena de miembros del Senado están dispuestos a descartar más de dos siglos de democracia en Estados Unidos para mantener a este aspirante de Mussolini en el poder.

La corrupción, como el coronavirus, es un virus que puede propagarse rápidamente y devastar a un país (miremos a Rusia o Venezuela). Y es aún más difícil de erradicar. Al menos todos queremos acabar con el COVID-19. Pero los republicanos no han mostrado ningún deseo de frenar el abuso del poder cuando es su lado el que se beneficia. Después de todo, más estadounidenses votaron por Trump después de su juicio político (74.2 millones) que antes (62.9 millones). Ellos también son cómplices de lo que ha hecho. El hecho de que a tantos votantes les importe tan poco un delito tan flagrante es una condena sombría de nuestra democracia y un terrible augurio para el futuro, cuando probablemente enfrentemos a políticos tan corruptos como Trump, pero mucho más inteligentes.

Max Boot, a Post columnist, is the Jeane J. Kirkpatrick senior fellow for national security studies at the Council on Foreign Relations and a global affairs analyst for CNN. He is the author of “The Road Not Taken: Edward Lansdale and the American Tragedy in Vietnam", a finalist for the 2019 Pulitzer Prize in biography.

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