Justo cuando se cumplen cinco años de su proclamación ante la Cortes Generales, puede ser un buen momento para valorar, con cierta e ineludible perspectiva histórica, la figura y la labor desarrollada por Su Majestad el Rey Felipe VI tras el relevo al frente de la Corona. Un relevo ejemplar que, en primera instancia, ya tuvo como virtud la confirmación de la indiscutida vigencia del sistema de monarquía parlamentaria que nos brindó la vuelta a la democracia encarnada en la Constitución de 1978.
Ante los ojos de los representantes de la soberanía nacional -entre los que expresamente deseo destacar al entonces presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y al líder de la oposición, Alfredo Pérez Rubalcaba, por su altura en momentos trascendentales- y, en realidad, ante la atenta mirada de todos los españoles que tuvimos el honor y el privilegio de seguir en directo el histórico acontecimiento, Don Felipe juró desempeñar fielmente sus funciones, guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes y respetar los derechos de los ciudadanos y de las comunidades autónomas, como reza el artículo 61 de la Carta Magna.
Y he de certificar, en calidad de presidente de la Junta de Andalucía, que el desempeño del Jefe del Estado ha guardado absoluta fidelidad al juramento prestado, que por fortuna el texto constitucional y la legislación vigente se mantienen a buen recaudo, por la solidez institucional de nuestro Estado de Derecho, y que el respeto regio tanto en general a la organización territorial autonómica como en particular a todos los andaluces y andaluzas, allá donde residan, se ha evidenciado a cada momento, por lo que la gratitud del pueblo andaluz al Rey de España trata de ser proporcionalmente recíproca, como ha tenido y siempre tendrán ocasión de comprobar Su Majestad y cada miembro de la Familia Real en sus visitas a cualquier rincón de Andalucía. Sobre todo, resulta admirable la naturalidad con la que se ha consolidado desde el principio su reinado, aun coincidiendo con delicados momentos políticos que incluso han llegado a ser convulsos, por desgracia e irresponsabilidad de unos pocos totalitarios.
Pero, aparte de ostentar la más alta representación del Estado, convendría a todos recordar y tener muy presente en nuestro día a día que entre las funciones atribuidas expresamente por la Constitución a Felipe VI figura la de arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones democráticas. Y la ha ejercido, con la altura y la sensatez exigidas, cuando la moderación ha desaparecido. Demostrando que Don Felipe es un Rey de todos.
No es casualidad que, cuando los liderazgos parecen más fugaces y coyunturales, la figura de nuestro monarca se haya vuelto referencial e indiscutible. Y no sólo hablo de España: sin ir más lejos, esta misma semana he tenido la oportunidad de viajar al Reino de Marruecos, donde me he reunido con los principales representantes de su Gobierno, y puedo atestiguar la importancia del respeto, reconocimiento y cariño que se le prodiga a Don Felipe y a su padre, Don Juan Carlos, también referente para varias generaciones de andaluces, muchos de ellos monárquicos a carta cabal acuñados en plena década de los 80, que siempre sabrán reconocerle su entrega a este país y su protagonismo en la llegada y el arduo proceso de consolidación de la democracia.
Es el mayor legado que atesora el Rey Felipe VI: España, en el marco de oportunidades que representa la Unión Europea, se ha ido aupando hasta posiciones destacadas en casi todos los ámbitos. Libertades y derechos, potencial económico, red de infraestructuras, arte y cultura, deportes, respeto al medio ambiente, integración social… Modernidad en suma. Y que una institución milenaria como la Monarquía española se esté sabiendo acompasar a estos nuevos tiempos quizá sea la mayor contribución que haya que reconocerle a Su Majestad en estos cinco años de un reinado que, por el bien de Andalucía y de España, el Gobierno que presido desea que sea tan largo como próspero. ¡Viva el Rey!
Juanma Moreno, presidente de la Junta de Andalucía.