Un sistema opaco que rige a un quinto de la humanidad

El próximo 15 de octubre comenzará en Pekín el XVII Congreso Nacional del Partido Comunista Chino (PCCh). Hablamos del partido que rige los designios de un quinto de la humanidad y de una gran potencia emergente, cuya voz resuena cada vez con más fuerza en el concierto internacional.

Dentro de un sistema político tan opaco como el chino, los congresos quinquenales son la oportunidad elegida por el PCCh para hacer pública la línea política a la que deberán ajustarse sus miembros en los próximos cinco años. Se trata de un importante acontecimiento puesto que brinda una oportunidad privilegiada para conocer las prioridades de las élites políticas chinas y la distribución de fuerzas entre sus diferentes facciones. Asimismo, los Congresos Nacionales del PCCh prestan la ocasión para los nombramientos de los altos cargos del partido. De ahí la gran expectación que genera este acontecimiento en todo el mundo.

El PCCh tiene en su seno muy diversas corrientes y todo apunta a que en su XVII Congreso Nacional Hu Jintao y la facción de la Liga de las Juventudes Comunistas se consolidarán definitivamente en el poder en detrimento de la facción de Shanghai, afín al antiguo secretario general del PCCh, Jiang Zemin. La renovación que se va a producir en la cúpula del partido permitirá que, por fin, Hu Jintao y Wen Jiabao apliquen su programa de gobierno sin el lastre de contar con varios protegidos de Jiang Zemin en el Comité Permanente del Politburó, el máximo órgano de poder del partido. Al igual que sus antecesores, Hu Jintao no es un demócrata, y el principal objetivo de su acción de gobierno es desarrollar China consolidando el monopolio del poder que ejerce el PCCh. Para ello se concentra en atajar las dos principales amenazas que se ciernen sobre la sostenibilidad del modelo de desarrollo chino: el deterioro medioambiental y la inestabilidad social. Para la denominación de estos dos problemas en China se han acuñado dos términos que presidirán este próximo congreso: el "desarrollo científico" y la "sociedad armoniosa".

El primero promueve un modelo de desarrollo más conciliable con la protección del medio ambiente, que la inmensa mayoría de los chinos aplauden. El segundo pone el énfasis en una mayor cohesión social, frente a la obsesión de la anterior generación de liderazgo por el crecimiento macroeconómico. Hu Jintao y Wen Jiabao se encontraron con un país que si bien es la locomotora de la economía mundial, está plagado de desastres medioambientales (alberga 16 de las 20 ciudades más contaminadas del mundo y es uno de los 13 países con más escasez de agua) y ha padecido el mayor incremento en las desigualdades sociales de todo el planeta en los últimos 20 años (el Coeficiente Gini de China es equivalente al de Estados Unidos). La preocupación por mejorar la calidad de vida de la población con dificultades es especialmente bienvenida entre los sectores más desfavorecidos y debe cristalizar en el establecimiento de una red de protección social mínima, particularmente necesaria en las zonas rurales. Éste podría ser el principal legado de la cuarta generación de liderazgo para la posteridad.

Dicho énfasis en el "desarrollo científico" y "sociedad armoniosa" son buenas noticias no sólo para el grueso de la población china, también para quienes compartimos planeta con este gigante. El ritmo y la escala de la industrialización de China presentan retos de tal magnitud para el medio ambiente y la seguridad energética mundial que cuestionan nuestro propio modelo de desarrollo. China es el mayor emisor de CFCs, debido principalmente a sus emisiones de dióxido de carbono, con el consiguiente deterioro de la capa de ozono. Sus emisiones de dióxido de azufre llegan incluso a causar lluvia ácida en Europa. También, es el segundo importador mundial de madera tropical, un 40% de la cual procede de talas irregulares. Una China más ecológica es necesaria para todos, al igual que lo sería un Estados Unidos o una España más comprometidos con el medio ambiente.

La mejora de las condiciones de vida de los sectores más desfavorecidos de la sociedad China, también reducirían el dumping social que favorece a las empresas que producen en este país. De esta manera, se daría un paso hacia una competencia más justa del made in China en los mercados internacionales.

Mención aparte merece el tema de las reformas políticas tendentes a acabar con el sistema de Partido-Estado imperante en China. Existen voces tanto dentro como fuera del régimen que reclaman una progresiva democratización del país. Sin embargo, esta postura no es mayoritaria ni siquiera entre la incipiente sociedad civil, que está dispuesta a tolerar al partido mientras éste sea capaz de garantizar una mejora sostenida en sus condiciones de vida y la integridad territorial de China. Nos guste o no en Occidente, la población china está más preocupada por la satisfacción de sus derechos socioeconómicos que por el respeto de sus derechos políticos. De hecho, muchas de las simpatías que despiertan las democracias multipartidistas en China nacen de una perspectiva instrumentalista, al identificar este tipo de régimen político como el más eficiente, no desde una perspectiva ética, que reconoce a la democracia como el sistema político más deseable porque garantiza una serie de derechos humanos inalienables. En este contexto, lo más que se puede esperar a corto plazo es una reforma gradual del sistema judicial que refuerce las garantías jurídicas de la población y reduzca la aplicación de la pena de muerte.

Por último, tampoco se esperan cambios notables en la política exterior china tras el congreso. Lo más reseñable es un posible endurecimiento hacia Taiwan, motivado por la propuesta de referéndum de Chen Shui-bian y por la creciente deuda de Hu con el alto mando del Ejército Popular de Liberación, que le está apoyando en sus luchas de poder de cara al XVII Congreso. China parece seguir su propio curso y sus dirigentes actuales tampoco pasarán a la historia como los impulsores de la democracia en este país.

Mario Esteban Rodríguez, profesor del Centro de Estudios de Asia Oriental (UAM) y responsable de Área Asia-Pacífico de la Fundación Alternativas.