Un terremoto político de ámbito nacional

No ha entendido nada el presidente del Gobierno. Ya lo teníamos comprobado de antes. Llevamos los ciudadanos constatando año tras año desde hace ya casi ocho, cómo el líder socialista se muestra una y otra vez incapaz de interpretar la realidad y cómo no es capaz tampoco de responder a tiempo a ella y en el nivel que le es exigible en razón de su cargo. Porque el golpe recibido ayer ha sido brutal, tanto como para perder el conocimiento, y le ha sido asestado con minuciosidad y saña, primero y principalmente a él, después a su equipo de Gobierno y finalmente a todos los líderes de su partido. En esas condiciones es casi imposible para cualquier político mínimamente formado no darse cuenta de inmediato de que lo que le están exigiendo los españoles es que se vaya. Que se vaya cuanto antes para abrir una vía de escape que permita al país intentar lo más pronto posible otra política, por supuesto, encabezada por otro líder. Pero anoche volvimos a comprobar con desolación, aunque desdichadamente ya no con sorpresa, que José Luis Rodríguez Zapatero no ha registrado en absoluto el mensaje. En su comparecencia de ayer, cuando ni siquiera se habían contabilizado la totalidad de los votos, el presidente se hizo presente para explicarnos que ha sido la crisis la que le ha pasado factura al Partido Socialista, pero que él va a seguir trabajando para resolver los problemas del país. Cómo si no se hubiera enterado, o no se quisiera enterar, de que es precisamente el modo en que ha estado «trabajando para resolver los problemas del país» lo que le ha llevado a él y a los suyos a la mayor debacle de su historia. Es verdad que en las elecciones generales del año 2000 el PSOE sufrió también una derrota brutal, pero es que esa misma noche Joaquín Almunia, entonces secretario general del PSOE, que entendió inmediatamente el mensaje recibido, presentó su renuncia irrevocable esa misma noche. Zapatero no. Todo lo contrario,

Pero como estas elecciones de ayer no eran comicios generales, ello convierte los resultados en mucho más duros, más contundentes, más dramáticos y más inapelables. Porque ayer se votaba pueblo a pueblo, capital a capital, a los alcaldes y concejales de localidades de todos los tamaños. Y la inmensa mayoría de los pertenecientes al PSOE han sido arrasados por la voluntad ciudadana. Y se votaba comunidad a comunidad a los presidentes autonómicos, y en este momento el PSOE no ha ganado en ninguna de las 13 comunidades donde se han celebrado las elecciones y ha perdido en todas las que conservaba el poder. En todas incluida Extremadura, donde el PP ha ganado ¡al PSOE en votos y en porcentaje pero donde Guillermo Fernández Vara conseguirá gobernar porque va a contar con el apoyo de los 36.000 votos de Izquierda Unida, que acudirá con el salvavidas bajo el brazo para que al PSOE no le resulte definitivamente insoportable esta derrota sin paliativos a nivel nacional. Este ha sido su único y vergonzante respiro.

Como ya se había repetido, la pérdida de Castilla-La Mancha ha supuesto la pérdida de la honra para el socialismo español, en mayor medida aún que lo que habría supuesto la pérdida de Extremadura. Ahí, en la región castellano manchega se jugaban los dos grandes partidos el patrimonio político y el honor. Y ambas cosas han quedado en manos de un Partido Popular que ha recibido, sin lugar a dudas, el encargo de dirigir el país en cuanto sea posible. Y no resulta nada arriesgado asegurar que si el presidente de la Junta, José Antonio Griñán, hubiera convocado a los andaluces a las urnas en el día de ayer, el PSOE también habría perdido las elecciones y el gobierno en Andalucía. Cosa que, de no mediar un milagro, ocurrirá dentro de unos meses. Un panorama pavoroso.

¿Cómo piensa sobrevivir políticamente el presidente de aquí hasta las elecciones de marzo de 2012? ¿Va a tener el valor de sostener ante la opinión pública que, puesto que cuenta con el apoyo del PNV, o del partido que sea, y puede disponer por lo tanto de estabilidad parlamentaria, todo va a continuar igual que si no se hubieran celebrado estas elecciones y no hubiera sido este, tan tremendo, el resultado? Habrá que comprobar qué le dicen a partir de ahora sus asesores, cómo respirarán los miembros de su Gobierno, qué declararán los barones socialistas recién desalojados del poder. Habrá que ver si los cuadros del PSOE piensan que se puede seguir tirando de este carro sin ruedas durante 10 meses más y, en esas condiciones, abrigar la mínima esperanza de no obtener una derrota de las que pueden tardar décadas en recuperarse.

No se ha visto jamás el Partido Socialista en una tesitura tan desastrosa y humillante como la que ha empezado a vivir desde ayer. Porque su calvario no ha hecho más que empezar y porque la indignación ciudadana -esta vez sí, indignación constatable, aunque estos votantes que le han arrancado el poder de las manos al socialismo no hayan salido a instalar « la verdadera soberanía nacional» en distintas plazas españolas- no va a atemperarse con el paso de los días. Le va a ser muy difícil al señor presidente gobernar a partir de ahora porque lo que ha perdido es nada menos que la autoridad. La autoridad política y, lo que es peor, la autoridad moral ante los españoles. Y el Partido Popular, que ha sido colocado ya por la ciudadanía en el podio del vencedor, no desaprovechará ni una sola oportunidad de recordárselo.

Ya veremos, por otra parte, qué efectos tiene en el resto del mundo y en los mercados internacionales lo ocurrido ayer en España, que ha sido un vuelco radical en el que el poder que el pueblo otorga a sus dirigentes en una democracia sigue unido a las manos de Rodríguez Zapatero por unos hilos tan finos y tan frágiles como los que tejen las arañas en verano.

Por lo demás, quedan los resultados de Asturias, con la pugna entre el Partido Popular y el partido de Alvarez-Cascos, que ha ganado en votos y escaños. Todo un éxito para él. Muy difícil imaginar un pacto FAC-PSOE. Lo único que se avista como razonable es el acuerdo entre Cascos y su antiguo partido aunque éste tenga que tragarse la humillación de votarle como presidente del Principado. Pero es que el PP ha quedado como tercera fuerza, a 10 puntos de distancia de FAC. Será interesante conocer el curso de las negociaciones pero lo que es seguro es que el antiguo secretario general del PP presidirá la comunidad asturiana.

Finalmente, el enorme éxito obtenido por la coalición Bildu requiere apuntar algunas consideraciones. Que los radicales que no han condenado nunca a ETA tenían apoyo en el País Vasco ya lo sabíamos. Que ese apoyo se ha incrementado notablemente durante todo el proceso de ilegalización y posterior legalización lo sabíamos también. Pero ahora hay que afrontar las consecuencias, no de que un partido radical tenga éxito en las urnas, no. Hay que afrontar las consecuencias de que una formación que no se ha enfrentado a la banda terrorista ni ha rechazado la violencia ni le ha exigido la entrega de las armas haya sido legalizada.

Quien seguramente no calculó el perjuicio que sus posturas ambiguas de apoyo-rechazo podía tener sobre sus futuro electoral ha sido el Partido Socialista, con su lehendakari a la cabeza. Bildu se les ha zampado la merienda y esto es sólo el principio. Primero, porque el eterno alcalde de San Sebastián, Odón Elorza, tiene muy difícil la permanencia. Bildu es la primera fuerza en la capital donostiarra pero no puede gobernar si no es pactando con otro partido. Sería inaudito que al final al PSE estuviera dispuesto a compartir el poder con los radicales recién legalizados.

Y no es muy probable que Elorza aceptara pactar con el PP para conservar la alcaldía. ¿Un pacto PSE-PNV, quizá? Quizá, pero eso tendría consecuencias inmediatas en el Gobierno de Vitoria donde Patxi López se sostiene gracias al apoyo del Partido Popular. Tampoco son nada descartables los pactos PNV-Bildu porque Bildu ha conseguido más concejales que el PNV. Pero ésos sí que darían un vuelco formidable al paisaje político en esa comunidad. Volveríamos al Plan Ibarretexe reforzado por los más radicales mandando en los ayuntamientos y seguramente reclamando la celebración de unas elecciones anticipadas que reconozcan la realidad política que existe en el País Vasco y que hasta ahora había estado sepultada por la ilegalización.

Lo sucedido ayer tiene una importancia extraordinaria. El mapa azul que dieron ayer las televisiones dibuja una isla al oeste, ocupada por un desolado Robinsón. A partir de mañana muchas cosas sucederán.

Por Victoria Prego, adjunta al director de EL MUNDO.

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