Un tiempo constituyente

'El Abrazo', el cuadro de Juan Genovés, símbolo de la Constitución. EFE
'El Abrazo', el cuadro de Juan Genovés, símbolo de la Constitución. EFE

Apenas dos meses después de nuestras primeras elecciones, fallecían Elvis Presley y Groucho Marx. El primero, el 16 de agosto de 1977; el segundo, tres días más tarde. Fueron dos golpes que la gente como yo sentimos, apenas cumplido nuestro sueño de poder votar como cualquier ciudadano de nuestro entorno, como si fuéramos americanos.

Yo me había enfrentado a las primeras elecciones de mi vida siendo militante del PCE. Contra lo que sostienen los comunistas de ahora, que la actividad del PCE de cuando entonces estuvo influida por el miedo, no era tal, sino esperanza confiada lo que guiaba, no solo a los comunistas, sino a la izquierda en general. "En mi casa hasta el servicio vota comunista", decía premonitoria una camarada de universidad en los días previos al 15-J.

En mi casa no teníamos servicio. De hecho, ni siquiera creíamos del todo en la lucha de clases, pero mis padres, castellanos viejos, conservadores y católicos, afrontaron responsablemente el trance: se dispusieron a ver en la tele el desfile de los dirigentes políticos que reclamaban el voto a una ciudadanía neófita, democráticamente hablando. Y al final, mi madre se sintió convencida por Carrillo: "¿Sabes lo que te digo, Alberto? Que vamos a votar a los comunistas. Total, ¿qué puede pasar, que nos quiten las cuatro tierras que tenemos? Iban a ser para los chicos y ellos están conformes con eso...". Y así fue como mis padres se convirtieron en dos de la media docena de votantes que tuvo el PCE en mi pueblo, en un arrebato de solidaridad paterna, que fue muy de agradecer, aunque desde el punto de vista intelectual dejara mucho que desear.

Fue así como empezó nuestra legislatura constituyente tras un impulso inicial de Fernando Abril y Alfonso Guerra. Se encargaron de redactarla: Cisneros, Herrero de Miñón y Pérez-Llorca por UCD; Peces-Barba por el PSOE; Solé Tura por el PCE; Fraga por AP, y Roca Junyent por Minoría Catalana. La Constitución fue precedida por un consenso que trajo en la etapa constituyente algunos frutos. Por ejemplo, la Ley de Amnistía, aprobada el 15 de octubre de 1977. Los artistas plásticos del PCE habían recorrido España aquel verano con una exposición reivindicativa. El cuadro más relevante de la muestra era El Abrazo, de Juan Genovés, que se reproduce en esta página.

No era la reconciliación, como pretendía IU con motivo de la cesión del cuadro por su autor al Congreso, sino la amnistía. En él se abrazan los presos políticos, ellos sí, políticos, que salen de la cárcel, con sus iguales: sus familiares, camaradas y amigos. La lucha por la amnistía fue una reivindicación tenaz del PCE. Fue Marcelino Camacho, diputado por Madrid, el encargado de su defensa el día de su aprobación.

El 9 de diciembre de 1977 fue puesto en libertad Fran Aldanondo, el último preso de ETA en las cárceles españolas. ETA tardó exactamente una semana en cobrarse su primera víctima, un concejal de Irún llamado Julio Martínez. El propio Aldanondo volvió a lo suyo y murió en enfrentamiento con la Guardia Civil en un caserío próximo a Tolosa 22 meses más tarde. Entre la libertad de su último excarcelado y su muerte, ETA había asesinado a 141 personas.

Hubo otras escenas admirables. Aquel mismo mes de octubre, el día 25, se firmaron los Pactos de la Moncloa, que pusieron de acuerdo a todos los partidos, a las asociaciones empresariales y a las centrales sindicales para hacer frente a la crisis, con una inflación que superaba el 26%.

También aquel octubre se produjo un hecho de gran contenido simbólico. Manuel Fraga presentó una conferencia de Santiago Carrillo en el Club Siglo XXI. Los dos líderes se abrazaron y Fraga comenzó su intervención diciendo: "El conferenciante que les voy a presentar a ustedes es un comunista de tomo y lomo». En aquel acto, Carrillo perdonó a Fraga la iniquidad del juicio a Julián Grimau y Fraga a Carrillo las matanzas de Paracuellos". Pocos gestos tan elocuentes para escenificar en un solo acto el sentido de la amnistía y la recuperación de la convivencia. Aquellos dos hombres fueron unos actores de primer orden para explicar el espíritu de la Constitución que se puso en pie durante la etapa constituyente: Fraga encarriló por la vereda constitucional al franquismo sociológico y Carrillo hizo lo propio con una izquierda todavía asilvestrada. Ese aspecto de mi ridículum vitae es quizá el único que no estaba equivocado. Tal día como hoy hace 40 años, los españoles la aprobamos en referéndum y pusimos un broche de oro a nuestra etapa constituyente.

Santiago González es columnista de EL MUNDO.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *