Un tren español une Moscú con Berlín

Hace dos siglos, el ingeniero e inventor español Agustín de Betancourt viajó a San Petersburgo invitado por el Zar Alejandro I. Su visión innovadora y abierta al progreso le situó al frente del Departamento de Vías de Comunicación ruso, y además dirigió durante años el Instituto del Cuerpo de Ingenieros de San Petersburgo, con una gestión que supuso la modernización del país. No es de extrañar que, para los rusos, este tinerfeño haya sido «el más ilustre colaborador que jamás ha tenido Rusia», tal y como lo describió Mihail Gorvachov en su primera visita a España, en 1990.

Betancourt sentó las bases de la red de transportes en el país más grande del mundo. Debido a su geografía, con ríos de norte a sur, y su comercio de este a oeste, el ferrocarril se reveló como el modo básico más idóneo para el movimiento de personas y mercancías. En estas frías y lejanas tierras, el ingeniero español realizó un trabajo excepcional de modernización y adaptación a las nuevas técnicas de ingeniería y transporte, que prepararon a Rusia para los avances que estaban por venir.

Herederos de aquel pionero, los españoles retoman su legado y vuelven, en el siglo XXI, a marcar un hito histórico y tecnológico en el sistema de transportes ruso. El tren «Vencejo» («Strizh») de Talgo realiza un viaje emblemático entre Moscú y Berlín, en un trayecto de 1.900 kilómetros que atraviesa cuatro países: Rusia, Bielorrusia, Polonia y Alemania, y que hoy se inaugura.

La tecnología de cambio automático de ancho de vía de esta empresa salva el principal escollo de la conexión entre la red de Rusia y las regiones exsoviéticas con el resto de Europa. Tradicionalmente, se ha justificado el distinto ancho de vía de este país (1.520 mm) respecto al estándar europeo (1.435 mm) como una estrategia rusa para impedir la invasión terrestre de su territorio, que reveló su eficacia durante las guerras mundiales del siglo XX. Lo cierto es que esta diferencia supone diariamente una ralentización en las comunicaciones y el tránsito de pasajeros y mercancías con el resto del continente.

Gracias al sistema de cambio de ancho de vía automático de Talgo –hijo de la misma seña distintiva de la red ferroviaria española–, el trayecto Moscú-Berlín se acorta en cuatro horas y media. El procedimiento apenas necesita veinte minutos y no requiere la detención del tren, frente a las dos horas que eran necesarias anteriormente para la adaptación al ancho europeo. Estos trenes Talgo también cuentan con un sistema de pendulación natural, que permite aumentar hasta un 25% la velocidad, y han sido equipados con un novedoso sistema que impide que los ejes y las ruedas se congelen durante el frío invierno continental.

El eje Moscú-Berlín es el gran corredor de Europa del Este, un camino que recorrieron con grandes penalidades las tropas de Napoleón o las del III Reich de infausta memoria. Unir esas dos capitales con un tren español de gran confort y a velocidad alta es una hazaña más del potencial de nuestra industria, que está cosechando éxitos, en estos últimos años, que nos hubieran parecido imposibles o una quimera no hace mucho tiempo.

Y es que el liderazgo mundial de las firmas de construcción e ingeniería españolas es indiscutible. Presentes en noventa países de los cinco continentes y con una cartera de trabajos superior a los 74.000 millones de euros, cuentan con un gran prestigio internacional por su experiencia en el diseño, ejecución y operación de complejos proyectos de infraestructuras. Suponen una de las facetas más importantes de la Marca España y proyectan una imagen innovadora y moderna de nuestro país.

Un día como hoy, si Betancourt levantara la cabeza se sentiría muy orgulloso de sus herederos.

Carlos Espinosa de los Monteros, Alto Comisionado del Gobierno para la Marca España.

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