Un triunfo histórico de la democracia

A los 40 años del Golpe de Estado contra la democracia del 23 de febrero de 1981, por su fracaso y el triunfo de la democracia debe recordarse como el acontecimiento más importante de la historia democrática de España. Al mando del teniente coronel Tejero, de la Guardia Civil, los golpistas irrumpieron con violencia y disparos de las armas en el Congreso de los Diputados y mantuvieron el secuestro armado del Gobierno y de los parlamentarios, con amenazas continúas de muerte durante cerca de 18 horas, desde las 18:20 del 23 de febrero hasta las 12:30 horas del día siguiente del 24 de febrero, en que quedamos libres al no contar los golpistas con los apoyos que esperaban. La entrada violenta de los golpistas coincidió precisamente en el momento en que yo como diputado me encontraba de pie emitiendo mi voto en relación con la investidura del nuevo presidente del Gobierno, el señor Calvo-Sotelo. Mi voto podía ser el último emitido de la democracia en España. Éramos conscientes del peligro de nuestras vidas y de la amenaza de otra etapa de dictadura y enfrentamiento violento entre los españoles.

No es el momento de detenernos en el detalle de tantas horas de grave secuestro armado que es conocido suficientemente, aunque hay algunas cuestiones colaterales a las que me referiré en una próxima publicación, porque lo importante es conocer y recordar como la mejor memoria democrática histórica que el fracaso supuso el triunfo de la Constitución democrática de 1978 y el desarrollo de la Transición, asegurando el paso de gigante de más de 40 años de dictadura a la democracia que se inició a partir de la muerte del dictador el 20 de noviembre de 1975, con la designación de Don Juan Carlos como Rey y Jefe del Estado. La incógnita sobre el comportamiento del nuevo Rey ante el dilema de continuación de la dictadura o la apertura de vías democráticas, se despejó a favor de un desarrollo democrático desde el primer momento con el nombramiento decisivo, a pesar de las dificultades de los partidarios de la dictadura, de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno el 1 de julio de 1976.

Suárez como presidente del Gobierno fue el máximo aliado del Rey para la Transición de la dictadura a la democracia que se desarrolló bajo el principio relevante de la Transición pacífica para evitar el enfrentamiento y la violencia entre los partidarios de la continuación de la dictadura, incluido gran parte del Ejército, y los demandantes mayoritariamente de la democracia, estableciendo para avanzar hacia la democracia el modelo del consenso y pacto pacífico, diálogo, tolerancia y generosidad entre unos y otros con la concordia por encima de las divergencias y en contra del enfrentamiento entre las dos Españas que denunciaba Antonio Machado, estableciendo puentes para evitar vueltas atrás en el avance hacia el Estado de derecho y con la aprobación inmediata de nuevas normas jurídicas que lo garantizasen. La primera y más importante fue la aprobación de una nueva Ley de Reforma Política hacia la democracia que se efectuó por las propias Cortes franquistas y que se ratificó posteriormente cuando fue votada democráticamente en referéndum por todos los españoles el 15 de diciembre de 1976. Y que continuó con las primeras elecciones generales democráticas de junio de 1977 y el primer Gobierno democrático de UCD de Adolfo Suárez, en cuya etapa se desarrolló el proceso de elaboración y aprobación democrática de la Constitución de 1978.

Este modelo de consenso que es considerado en el mundo como el mejor modelo de transición pacífica de la dictadura a la democracia, como una ruptura pactada y casi como un milagro, se visualizó en todas las actuaciones públicas y es importante por ejemplo la visión de las imágenes de la presidencia de la Mesa de edad en la constitución del Congreso de los Diputados el 13 de julio de 1977, compuesta por Santiago Carrillo, Dolores Ibárruri, la Pasionaria, y Rafael Alberti como la nueva democracia que integraba a los exiliados de la República y de la Guerra Civil que retornaron con motivo de la Transición democrática de España.

El guión democrático del consenso iniciado por el Rey culminó con la aprobación de la Constitución de la Monarquía Parlamentaria gracias a la colaboración de todos los representantes políticos de las más diversas ideologías. El nuevo y democrático Parlamento español elaboró la Constitución que fue ratificada por referéndum el 6 de diciembre de 1978, que es una de las Constituciones europeas más completas, cuyo contenido no es el momento de exponer. Únicamente como punto máximo de referencia citar el artículo primero y recordar su actualidad: «España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. La forma política del Estado Español es la Monarquía parlamentaria». Y el artículo segundo: «La Constitución se fundamenta en la indivisible unidad de la Nación española».

En los momentos actuales de confusión y deterioro democrático es indispensable reivindicar la memoria democrática de nuestra Transición democrática que culminó en 1978, poniendo de relieve su mérito extraordinario ya que el adecuado método de transición pacífica a través del diálogo y consenso mayoritario no fue sin embargo aceptado por todos y desde su inicio existió una actitud desfavorable principalmente de sectores del Ejército y las Fuerzas Armadas y una oposición minoritaria pero muy violenta y peligrosa procedente de grupos revolucionarios terroristas y golpistas principalmente desde 1978 y que se extendió en una primera etapa hasta 1982, con víctimas mortales y atentados muy numerosos, concretamente más de 800 cometidos por la banda terrorista ETA, preferentemente contra las Fuerzas Armadas, con la perversa intención de que interviniesen abortando el proceso democrático y contra el que la propia banda estaba en contra por sus intereses independentistas, y también deben citarse bombas, muertes y secuestros por parte de otros sectores violentos, contrarios a la democracia. Esta acción violenta se realizó también contra los representantes políticos entre ellos los parlamentarios, a los diputados se nos entregó en alguna ocasión un manual de cómo actuar contra el terrorismo, que continuó en distintas etapas principalmente por parte de ETA.

La Memoria Democrática a los 40 años del 23-F no debe olvidar la verdad de los hechos por lo que se debe resaltar la decidida intervención del Rey Don Juan Carlos como Jefe del Estado contra los golpistas, que se hizo pública para conocimiento de todos (golpistas y ciudadanos) por televisión la noche del 23 al 24 de febrero. La Transición democrática desde la Monarquía que se inició con el guión y el compromiso del Rey Don Juan Carlos y que culminó con la aprobación de la Constitución de 1978 con el consenso de la gran mayoría de los españoles y el triunfo de la mayor amenaza del 23-F ha dado lugar al desarrollo democrático de España más valioso y más duradero de nuestra historia que ha llegado hasta nuestros días. Son hechos de la memoria democrática de la Monarquía constitucional que deben reconocerse más allá de los focos manipulados de la actualidad de presuntas irregularidades del ya Rey Emérito Don Juan Carlos en otros ámbitos no políticos, para, citando a Descartes, tener ideas claras y distintas.

Partiendo del valor de las experiencias democráticas en España de la República y su Constitución de 1931 y de la Monarquía Constitucional de 1978 debería quedar claro que la verdadera disyuntiva democrática en la actualidad no es la forma de Gobierno (República o la Monarquía), tema absolutamente secundario, sino el respeto del sistema democrático del Estado de Derecho y su legalidad constitucional, o la violación de su legalidad, incluidas las diversas formas actuales y variantes de demagogia y de arbitrariedad política, populismo, nacionalismo, etcétera. Por tanto, los problemas actuales de España no pueden manipularse con los debates interesados y vacíos de todo contenido democrático sobre la Monarquía Parlamentaria, que sirven para ocultar otros reales e importantes problemas de funcionamiento democrático. Para resolverlos, habría que comenzar por el cambio prioritario de organización y prioridades de los partidos políticos que deberían poner los intereses generales de los ciudadanos por encima de sus intereses partidistas, siguiendo la gran lección del comportamiento de los partidos políticos que hizo posible el triunfo de la democracia el 23-F. Recordar una vez más a Spengler cuando nos advertía que un pueblo que olvida su historia volverá a repetir sus errores. Los españoles deberíamos recordar y estar orgullosos de nuestra historia continuando con el pacto constitucional de 1978 que triunfó hace 40 años el 23-F.

Manuel Núñez Encabo, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la Fundación Española Antonio Machado, emitía su voto en la sesión de investidura de Leopoldo Calvo-Sotelo en el momento en que Tejero irrumpió en el Congreso, dando inicio al Golpe de Estado del 23-F de 1981.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *