Un viaje a 'Megatebeópolis'

Casi 40 años ya, y el Festival de Cómic de Angulema no ofrece síntoma alguno de agotamiento, al contrario. Durante cuatro días cada año, esta ciudad de 40.000 habitantes se convierte en una suerte de Megatebeópolis poblada por cerca de 200.000 almas, un auténtico delirio de viñetas en el que participan por igual aficionados, editores, autores y periodistas. No hay respiro, aquí en Angulema. Exposiciones, charlas, encuentros con los autores, mesas redondas, proyecciones de películas, cómics en vivo, conciertos dibujados y otras propuestas en torno a los tebeos amenazan con sepultar al peregrino, por no hablar de las gigantescas carpas repletas de puestos de venta donde uno puede dar con la novedad buscada, pero también lograr (tras largas colas, eso sí) la dedicatoria de su autor favorito, ese álbum inencontrable, ese original anhelado, ese fanzine recóndito...

El festival instituyó hace ya algunos años la figura del presidente anual, que recae en el autor premiado con el Grand Prix el año anterior, y que goza de ciertos poderes para la orientación de los actos culturales de cada edición. En esta ocasión el presidente es Art Spiegelman, el autor de Maus, una de las obras más influyentes para el devenir del medio en las últimas décadas. Suyo es el cartel de esta edición, una magnífica imagen que, además de rendir homenaje a personajes clásicos del cómic europeo, estadounidense y japonés, lleva la marca de la casa Spiegelman, el guiño conceptual, en este caso representando una viñeta del precursor del cómic en el siglo XIX, el suizo Rudolf Töpfer.

El jueves, cuando llegué a esta auténtica Babilonia de los tebeos, era el día perfecto para estar aquí: una jornada relativamente tranquila en la que uno podía pasear por los stands, hacer sus compras y ver las abundantes exposiciones (este año las hay hasta en la catedral) sin demasiadas apreturas. Pero ya desde el viernes, los trenes procedentes de París y Burdeos empezaron a llegar repletos y la marea humana en las calles de Angulema empezó a ser ya abrumadora. Cafés, tabernas y restaurantes, no hace falta decirlo, hacen aquí su agosto en enero.

En el Salón de Angulema hay una carpa de acceso restringido dedicada a la venta de derechos en cuyos puestos se afanan los editores españoles y de otros países europeos, estadounidenses y asiáticos. Parece que poco a poco se ha ido corrigiendo el tradicional desequilibrio por el cual los editores españoles se veían condenados a comprar derechos, pero apenas podían venderlos. Cada vez más los editores de otros países se interesan por las obras de autores españoles, y prueba de ello es el significativo éxito de ventas en Francia de El arte de volar, de Kim y Altarriba, Premio Nacional en 2009, y el interés que eso ha despertado en otros editores europeos.

Para un autor, lo que podríamos llamar la experiencia Angulema suele resultar agotadora: entrevistas, firmas, mesas redondas, presentaciones, contactos... Para reposar la fatiga del guerrero, siempre queda sumergirse en templos nocturnos como Le Chat Noir, un lugar donde se han cimentado muchas amistades y negocios con el tema de los tebeos por medio. Pero al final, cuando ya todos los bares echan la persiana, queda siempre el último refugio, el bar del Hotel Mercure, donde vuelven a juntarse los locales con los visitantes en un alegre tótum revolútum con aromas a cognac, vino, cerveza, champagne...

Atención: contra lo que pudiera parecer, Angulema no se queda sin tebeos tras el festival. Hay en la ciudad una Escuela de Cómic donde imparten clases los autores más prestigiosos del país. Existe también la llamada Ciudad Internacional del Cómic y de la Imagen, un impresionante museo que es como un sueño para cualquier interesado en la historieta. Y existe también La Casa de los Autores, un edificio de viviendas y talleres donde creadores de cualquier parte del mundo pueden venir becados en residencia para preparar sus proyectos. Bastantes de los autores españoles más interesantes de la última hornada han pasado por aquí.

En resumen: una salud de hierro, la de Megatebeópolis. Una capital de los cómics sin parangón en el mundo.

Por Francesc Capdevila, Max (Barcelona, 1956), autor de clásicos del cómic español como Peter Punk, Mujeres fatales o Bardín el superrealista, y Premio Nacional de Cómic. Es colaborador habitual del suplemento Babelia.

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