Una absurda recapitalización

Durante la última semana se ha culminado otro sainete europeo en torno a la recapitalización bancaria. Y lo ha hecho de una forma absolutamente sorprendente: el problema se originó porque la quita sobre la deuda griega iba a acarrear pérdidas, y necesidades de capital, a las entidades financieras que la tenían entre sus activos, particularmente a los bancos franceses y alemanes; y ha finalizado con que resulta que es en España, además de en Grecia, donde falta más capital.

Resulta evidente que a las entidades alemanas y francesas les incomodaba aparecer como necesitadas de capital, no sólo en términos absolutos sino también relativos, porque los bancos de las principales economías periféricas, España e Italia, no tenían apenas deuda griega y lógicamente no les afectaría una quita sobre la misma. Sobre todo por el contraste de que las compras de deuda del BCE estaban frenando la caída de precio de la deuda soberana de esos países periféricos y evitaban problemas a los bancos españoles e italianos.

En esta situación, la Autoridad Bancaria Europea (EBA), que fracasó en las pruebas de stress de 2010, en las que aprobaron los bancos irlandeses que quebraron más tarde, y en las de este año, en las que uno de los mejor calificados ha sido Dexia que acaba de ser rescatado, dictaminó que, sólo a los efectos de estimar las necesidades de capital, habría que aplicar un descuento a la deuda de las economías periféricas. Y se lanzó el globo sonda de un descuento del 20%. La reacción fue fulminante, produciéndose un importante debate público en medio de una confusión generalizada que convirtió un ejercicio meramente teórico, para estimar las necesidades de capital de las entidades financieras, en un escenario adverso y poco probable, en incluso la posibilidad de que la economía española se viera abocada a un default de su deuda soberana. Por otra parte, las entidades financieras alemanas y francesas también tenían mucha deuda española e italiana en su activo, por lo que dicho descuento del 20% también incrementaba sus necesidades de capital.

La solución estaba servida: valorar la deuda soberana a precios de mercado en lugar de considerar un descuento fijo. Esta posibilidad tranquilizó relativamente los ánimos dado que la corrección sería pequeña porque ya buena parte de las carteras de nuestros bancos tenían así valorados sus bonos. Pero, esta solución suponía una trampa. Al mismo tiempo que el precio de mercado está por debajo de la par en los bonos de países cuyas rentabilidades han subido (como es conocido, precio y tipo de interés se mueven en sentido opuesto), se encuentra paralelamente por encima de la par en los bonos de países cuyos tipos han bajado, en particular en Alemania. Es decir, los bancos alemanes pueden así compensar las minusvalías griegas con las plusvalías (teóricas) de los bonos de su propio país. Asombroso: activos que, cuando se amorticen, van a pagar 100 se valoran, a efectos del cálculo de capital, por encima de 100, si son alemanes o franceses, y por debajo de 100, si son españoles o italianos.

El problema era que con la valoración a precios de mercado, los bancos españoles no resultarían demasiado afectados y, como consecuencia, los bancos de las economías del Norte no iban a destacar suficientemente. Pero la EBA para cada problema cuenta con al menos una solución: se aplica un descuento a los créditos a las administraciones públicas y punto. No obstante todo lo anterior, nuestras entidades financieras se han visto también afectadas porque la EBA ha endurecido los criterios de cálculo del core capital. La consecuencia ha sido que, antes de la reunión de Bruselas, las cinco grandes entidades españolas afectadas habían facilitado datos de capital por encima del 9%. Y, después de la misma, resulta que ninguna lo cumplía con criterios de la EBA.

En definitiva, intensas discusiones, confusión, gran incertidumbre en los mercados y todo acaba aparentemente de una forma muy poco favorable para los bancos españoles, a los que se exige la cuarta parte del supuesto faltante de capital en la UEM. Pero, nuestra capacidad de asombro no se tiene que agotar aún. Nuestras entidades también son capaces de encontrar al menos una solución a cada problema que le genera la EBA. Alguna tenía unos bonos convertibles, otras un dividendo que no van a pagar en caja sino con acciones, alguna otra puede gestionar mejor los activos ponderados y, si hiciera falta, ya venderían algún activo. Con lo que, al final, ninguna entidad financiera española tendrá ningún problema para cumplir lo exigido; incluso, no tienen que hacer ampliaciones de capital ni siquiera variar el dividendo. Increíble. Ahora bien, cabe preguntarse si ha valido la pena, para obtener este resultado, haber generado tanta incertidumbre.

España no va a hacer default, la deuda es un activo seguro, pero no se ha abordado el problema que realmente preocupa a las entidades financieras: los activos inmobiliarios y el suelo. Y si hubiera que recapitalizarlas será por esto, no por la deuda soberana.

Por David Taguas, ex director de la Oficina Económica del presidente de Gobierno y presidente de Seopan, y Carmelo Tajadura, economista y asesor financiero.

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