Una alianza decisiva y duradera

Por Donald H. Rumsfeld, secretario de Defensa de Estados Unidos (LA VANGUARDIA, 25/02/05):

En los últimos años, muchos expertos y comentaristas han dicho que la Alianza Atlántica se desplomaría o llegaría a ser irrelevante. Como ex embajador ante la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), puedo decir por experiencia que esas predicciones no son nada nuevo. Como actual Secretario de Defensa de los Estados Unidos, no me cabe duda de que la cooperación transatlántica es tan relevante y esencial como siempre.

Pensemos en los acontecimientos históricos que se han producido el año pasado y el papel desempeñado por los Estados Unidos y Europa. La OTAN añadió siete nueve miembros... naciones deseosas de hacer contribuciones sólidas a la Alianza. En el Afganistán, ocho millones de votantes, el cuarenta por ciento de ellos mujeres, escogieron a su primer Presidente democráticamente elegido en 5.000 años. En la Autoridad Palestina, un presidente democráticamente elegido ofrece la esperanza de una nueva posibilidad de paz. En Ucrania, los ciudadanos comunes y corrientes demostraron la profundidad de su compromiso con unas elecciones libres y justas.

En el Iraq, los antiguos súbditos de Sadam Husein afrontaron amenazas y votaron en unos comicios que ofrecían la posibilidad de elegir entre 70 partidos políticos, en lugar de uno solo. En todo el país llegaron a los colegios electorales votantes con muletas y en carros tirados por burros, tras pasar por delante de carteles que los amenazaban así: “Como votes, morirás”. ¡Qué golpe más demoledor para los extremistas, cuya ideología rechazaron tan claramente los votantes.

Si bien ha habido diferencias sobre el Iraq, esas cuestiones entre amigos tan antiguos no son nuevas. Piénsese en algunas de las divisiones que han surgido entre los aliados de la OTAN en los últimos decenios. En el decenio de 1960, Francia decidió retirarse del mando integrado de la OTAN y pidió que las fuerzas de ésta abandonaran su territorio. En el decenio de 1980 hubo un desacuerdo y una controversia profundos sobre la decisión del Presidente Ronald Reagan de desplegar cohetes de medio alcance en Europa. De hecho, como embajador de la OTAN en el decenio de 1970, tuve que volver a mi país para prestar testimonio contra un proyecto de ley presentado en el Congreso de los Estados Unidos y encaminado a retirar las fuerzas americanas de Europa en plena guerra fría.

Nuestra Alianza Atlántica ha navegado por entre mares turbulentos a lo largo de los años, pero siempre hemos podido resolver los problemas más difíciles. Se debe a que hay tantas cosas que nos unen: valores comunes, historias compartidas y una fe inquebrantable en la democracia.

En la actualidad, también tenemos un enemigo común. Los extremistas han puesto la mira en todas las sociedades civilizadas de todo el mundo: en Nueva York y Washington, Estambul, Madrid, Beslan, Bali y otras más. No aspiran a conseguir un armisticio con el mundo civilizado. No negociarán una paz por separado. Nada les gustaría más que ver enfrentados a los Estados Unidos y a Europa, en lugar de unidos en la cooperación..

Las detenciones, en el mes pasado, de numerosos terroristas sospechosos por las autoridades francesas y alemanas revelaron claramente que ninguna nación puede llevar a cabo por sí sola la decisiva labor necesaria para vencer en la lucha contra los extremistas. Los Estados Unidos y las naciones europeas comparten, con frecuencia discretamente, informaciones secretas, capturan a terroristas y desbaratan sus finanzas. Gracias a ello, las tres cuartas partes, aproximadamente, de los dirigentes conocidos de Al Qaida han sido muertos o capturados y otros están fugitivos.

Tampoco puede nación alguna detener por sí sola la proliferación de armas peligrosas. Ésa es la razón por la que unas 60 naciones se han sumado a la Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación con vistas a impedir que los regímenes peligrosos cuenten con armas mortíferas. En 2003, las autoridades alemanas, italianas, británicas y americanas confiscaron el equipo nuclear destinado a Trípoli, lo que propició la decisión por parte de Libia de mostrar sus inventarios de armas a los inspectores.

Todas las naciones de la OTAN tienen personal que presta servicios en la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad en el Afganistán, en cuyo mando un general turco acaba de substituir a uno francés. Uno de los miembros más recientes de la OTAN, Lituania, va a dirigir un equipo de reconstrucción provincial... con lo que se sumará a otras naciones europeas en la contribución a la estabilidad y al progreso del Afganistán.

De hecho, más de la mitad de todas las naciones de la OTAN han tenido fuerzas en el Afganistán y en el Iraq. A medida que el pueblo iraquí sigue avanzando por la vía de la democracia, más países de la OTAN han aceptado ayudar a capacitar al personal iraquí de seguridad aportando fondos o equipo y creando una escuela de guerra y academias militares.

Los miembros de la OTAN compartimos mucho más que una alianza; estamos unidos por vínculos de sangre y de propósito, un patrimonio de libertad y la voluntad de afrontar la violencia de los extremistas... y derrotarla.

En los 60 años transcurridos desde que terminó la segunda guerra mundial, hemos contado unos con otros en momentos de peligro y desafío. Yo tengo edad suficiente para recordar la erección y la caída del muro de Berlín y el ascenso y el hundimiento del nazismo, del fascismo y del comunismo soviético. Los miembros de la OTAN han contribuido juntos a proteger a Kosovo y recientemente han prestado ayuda a las víctimas del devastador tsunami. Cuando la comunidad atlántica está unida, son posibles grandes logros.

Esa unidad no tiene por qué ser una uniformidad de tácticas u opiniones, sino una unión de propósito. Quienes aprecian los sistemas políticos y económicos libres comparten esperanzas similares. Con nuestra cooperación dichas esperanzas pueden hacerse realidad para muchos otros pueblos.

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