Hacía pocas horas que la noche había caído sobre la ciudad cuando las alarmas advirtieron de la inminencia de un bombardeo. Poco después, empezaban a caer los obuses que lanzaba el crucero italiano Eugenio de Saboya, pese a que la población atribuyó la acción al Canarias, que se encontraba en reparación en El Ferrol. Era el 13 de febrero de 1937, y no era el primer ataque que sufría la ciudad, puesto que, anteriormente, se habían producido otros desde buques o submarinos (noviembre de 1936, y otros tres en enero y febrero de 1937), pero sí el primero que afectaba directamente al núcleo urbano y ocasionaba importantes pérdidas humanas (17 muertes y 16 heridos) y materiales (la fábrica Elizalde, que resultó parcialmente afectada, y varias casas más). Empezaba así uno de los episodios más trágicos de la guerra civil española, en el que Barcelona y otras localidades catalanas tendrían un dramático y no deseado protagonismo. El 16 de marzo de 1937, la aviación italiana, con base en Mallorca, tomaba el relevo a los bombardeos marítimos y durante ese año se contabilizaron más de 80 alarmas (dos cada nueve días) y 19 bombardeos, con un mínimo de 319 muertos y 344 heridos.
Pero lo peor aun no había llegado. Lo haría en 1938, que se iniciaría con los terribles bombardeos de enero (un mínimo de 570 muertos y 492 heridos) y marzo (un mínimo de 979 muertos y 1.194 heridos), cuando durante tres días (16, 17 y 18 de marzo) una lluvia de bombas cayó casi ininterrumpidamente sobre la capital catalana. En ese año, se registraron en Barcelona 236 alarmas (una cada 37 horas) y 128 bombardeos (uno cada 68 horas), con un resultado total de casi 2.000 muertos y más de 2.400 heridos (Joan Villarroya, Els bombardeigs de Barcelona durant la guerra civil, 1936-1939, Barcelona, 1999, Tres dies de març, Girona, 2008). Barcelona tenía, así, el privilegio de convertirse en la primera ciudad bombardeada con el fin no solo de alcanzar objetivos militares, sino de aterrorizar a la población civil para minar la moral de los soldados del frente. No fue la única (después vendrían Granollers, Lleida, El Perelló, Figueres, Gernika, Madrid y un largo etcétera), pero sí la primera en la que se utilizó esta nueva estrategia militar, que consistía en llevar la guerra a las ciudades. Barcelona fue el precedente de lo que poco después, durante la segunda guerra mundial, sufrirían Londres, Dresde, Hiroshima y Nagasaki, y estaría al frente de una triste y dramática evolución que ha puesto a la población civil en primera línea de fuego: en la primera guerra mundial, las víctimas civiles llegaron a ser el 15% del total; en la segunda guerra mundial y la guerra de Corea, el 50%, y en la guerra contra Irak de 1991, el 85%.
En estos días, con motivo del 70° aniversario de los terribles ataques aéreos de marzo de 1938, varias iniciativas impulsadas por la Dirección General de la Memoria Democrática han conmemorado los bombardeos de Barcelona (y de otras ciudades de Catalunya). Particularmente trágico fue el del día 17 de marzo, cuando cinco aviones Saboya-79 descargaron ocho bombas de 250 kilos, 100 de 100 kilos y 12 incendiarias de 20 kilos sobre la ciudad. En el cruce de la Gran Via de les Corts Catalanes con la calle de Balmes, uno de los proyectiles alcanzó un camión cargado de explosivos y provocó una columna de fuego que llegó a desconcertar a los pilotos italianos. "La deflagración fue enorme, el cruce quedó completamente destrozado y el número de víctimas fue numerosísimo --gran parte del millar de muertos registrados durante los tres días de marzo--. ... La explosión dejó un gran cráter en la zona, afectó de lleno a un autobús cargado de gente y mató a todas las personas que formaban cola frente a una panadería".
Como puede verse en la magnífica exposición del andén del metro de Plaça Universitat (Refugi. Quan el refugi és el subsòl, comisarios Xavier Domènech y Judit Pujadó; asesor histórico, Joan Villarroya), los bombardeos convirtieron las estaciones del metro en refugios improvisados cuando no daba tiempo a llegar a ellos. Paralelamente, hay que subrayar la iniciativa civil de construir refugios, que da cuenta del importante tejido asociativo y de autogestión solidaria entre los barceloneses.
Del terrible castigo que sufrió Barcelona durante la guerra civil se hizo eco Winston Churchill años más tarde, cuando alentaba a los ingleses a resistir los bombardeos alemanes: "No quiero subestimar la severidad del castigo que cae sobre nosotros, pero confío en que nuestros ciudadanos serán capaces de resistir com lo hizo el valiente pueblo de Barcelona". Claro está que, quizá, si no hubiera avalado la política de no intervención, Inglaterra (y especialmente Londres) no habría sufrido los efectos devastadores de las bombas alemanas. Pero, ciertamente, la historia no puede cambiarse. En cualquier caso, se puede recordar el pasado para entender mucho mejor los horrores del presente y, por encima de ideologías y posicionamientos políticos, comprender y ser solidarios con esas poblaciones que, recientemente, en los Balcanes, Afganistán, Irak, Líbano... han conocido también, impotentes y desesperadas, la destrucción que llega del cielo.
Antoni Segura, catedrático de Historia Contemporánea y director del Centre d'Estudis Històrics Internacionals de la UB.