Una Constitución liberal progresista

Sesión de trabajo. Cuatro de los siete padres de la Carta Magna —Gabriel Cisneros, Miquel Roca, Manuel Fraga y Jordi Solé Tura— en plena Constitucional del Congreso.
Sesión de trabajo. Cuatro de los siete padres de la Carta Magna —Gabriel Cisneros, Miquel Roca, Manuel Fraga y Jordi Solé Tura— en plena Constitucional del Congreso.

Con la bendición de las urnas, el presidente Suárez podía seguir adelante con su plan. En la práctica, los comicios de junio serían –y fueron– constituyentes. Hasta 12 fuerzas consiguieron representación en las Cortes, de las cuales siete participaron de la elaboración de la Constitución. Se quedaba fuera el PSP-UP del viejo profesor Tierno, que obtuvo seis diputados. En aquel momento, el PSC era el partido más votado en Cataluña, donde cosechó 15 escaños.

El 27 de julio se creó la Comisión Constitucional del Congreso y el 1 de agosto se eligieron los ponentes. Los partidos mayoritarios querían una ponencia reducida a cinco miembros. Finalmente fueron siete y tanto PCE como AP y nacionalistas catalanes tuvieron voz.

En otoño, la revista Cuadernos para el Diálogo publicó parte del borrador. A pesar del recelo generado, los comisionados decidieron no conceder mayor importancia a la filtración. La verdadera crisis se produjo cuando en marzo de 1978 Peces-Barba abandonó la ponencia. El PSOE adujo diferencias notables con UCD respecto de las autonomías y la enseñanza religiosa. A los pocos días la ponencia finalizó su trabajo sin Peces-Barba, cuyo órdago pretendía reequilibrar y ajustar en las Cortes algunos sesgos que consideraba que tenía la ponencia. El artículo 2 sufrió varias modificaciones antes de llegar al Congreso y los ponentes coincidieron en que la Constitución era liberal progresista.

Constitución, hija de siete padres

Raúl del Pozo

La Constitución del 78 es hija de siete padres. Ha sido calumniada e injuriada, dos veces asaltada por militares golpistas y nacionalistas sublevados, pero ha resistido. Es la Carta Magna que más ha durado en la historia y la que ha dado al pueblo español el más largo periodo de libertad y prosperidad. Tiene 169 artículos con un preámbulo de Tierno Galván. Contó el Viejo Profesor: «Yo llegué a las nueve al Parlamento para discutir el preámbulo. Coincidí con Fraga, que iba cargadísimo con dos grandes carteras, cuando me enteré de que dos altos jefes del Ejército habían sido asesinados en Madrid. De no haber sido por la tristísima circunstancia, Fraga habría entrado en una querella, pero no tuvo ánimo para sacar los libros de la cartera. No pudimos golpearnos como si estuviésemos interpretando pasajes de Viaje al Parnaso». La gramática del borrador fue revisada por Cela, senador real. La Constitución fue aprobada, entre rasgaduras de caquis y sotanas, en el Congreso en octubre de 1978 y refrendada por el pueblo el 6 de diciembre. Se urdió el texto larguísimo en Casa Manolo, ese bar a una pedrada del Congreso, y en otras tascas. Ya había comentado Voltaire dos siglos antes que los cocineros son seres divinos. La historia de España, como la de Francia se escribió también en los manteles y en los jergones.

La Constitución del 78 la cocinaron Alfonso Guerra, que comía chocolatinas y bombones, y Fernando Abril Martorell, que le daba a la priva. Cuando Guerra largó que se estaba elaborando la Constitución más reaccionaria de Europa, Fernando se dio por enterado. Recuerda Guerra: «Llamé a Fernando Abril Martorell, y le dije: ‘Estamos repitiendo el mismo error que ha condenado a España a ser un país sin futuro con constituciones impuestas por media España a la otra’». Se reunieron los dos por primera vez en el restaurante José Luis, enfrente del Bernabéu. Luego, en jornadas nocturnas largas se aprovecharon de que Fernando era hipotenso y al atardecer se animaba y Guerra dormía como las liebres. Así que cuando la resistencia de los padres y los profesores había llegado al límite y se quedaban sopas, avanzada la madrugada, los dos políticos decidían. Según Tierno hubo que alejarse del hemiciclo, que se asemejaba a una cancha en la que pelota del tópico rebotaba para volver a rebotar. Cisneros, Fraga, Herrero y Rodríguez de Miñón, Pérez-Llorca, Roca, Solé Tura y Peces-Barba completaron un texto que ha protegido la libertad de los españoles aunque concediera demasiadas competencias a las autonomías.

Suárez, en contra de limitar mandatos

Luis María Ansón

–Lo considero una traición personal –le espetó por teléfono un Suárez muy alterado a su interlocutor–. No acepto la limitación de mandatos. Pienso ser presidente del Gobierno hasta el año 2010.

Es decir, 33 años. Y no era una finta. Adolfo Suárez abroncó al personaje que proponía incluir en la Constitución este artículo: «Una misma persona no podrá ser más de ocho años presidente del Gobierno o de una Comunidad Autónoma». Los padres de la Constitución, el comunista Solé Tura, el catalanista Miguel Roca, el socialista Peces-Barba, el franquista Manuel Fraga y los centristas Herrero de Miñón, Pérez Llorca y Cisneros, habían establecido sabiamente en la Carta Magna la limitación de mandatos en el Tribunal Constitucional, en el Supremo, en el de Cuentas, en la gobernaduría del Banco de España…

Pero no en el poder ejecutivo nacional, a pesar de que, tras la victoria por cuarta vez de Roosevelt en Estados Unidos, noviembre de 1944, y su fallecimiento unos meses después, el 12 de abril de 1945, los constitucionalistas americanos enmendaron la Constitución y establecieron dos mandatos y un máximo de ocho años en el poder ejecutivo estadounidense. Con diversos matices y veladuras, las naciones iberoamericanas fueron haciendo lo mismo e incluso el general De Gaulle estableció en la Constitución de la V República la limitación de mandatos.

Adolfo Suárez, sin embargo, con el síndrome de Franco cargado a sus espaldas, cometió el error de borrar esa limitación, lo que abrió las puertas de par en par a los abusos de poder y a la corrupción. Otro gallo habría cantado en el corral político español si se hubiera impuesto la limitación de mandatos en el Gobierno de la nación y en las Comunidades Autónomas.

La Comisión Constitucional acertó de lleno, sin embargo, en todo lo demás, elaborando una Constitución ejemplar que, sin embargo, hace ya una década que estaba agotada y debió reformarse para incorporar a las nuevas generaciones, al 70% indiferentes ante el sistema, al 30% indignadas, al 99% asqueadas. Desde hace demasiados años los jóvenes acrecientan su hostilidad contra el espectáculo de una clase política mediocre e infiltrada a ráfagas por la corrupción.

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