Una crisis de incompetencia amenaza a Estados Unidos

Donald Trump en la Casa Blanca Credit T.J. Kirkpatrick for The New York Times
Donald Trump en la Casa Blanca Credit T.J. Kirkpatrick for The New York Times

Acabo de leer que el gobierno de Trump solo ha cubierto 22 de las 553 posiciones clave que requieren confirmación del senado. Esto hace que me preocupe que la administración no tenga personal suficiente para producir el mismo volumen y nivel de incompetencia que hubiésemos esperado hasta ahora.

Hemos de conceder que, en estos primeros meses, el gobierno ha producido un impresionante cúmulo de ineptitud con muy poca gente.

En sus peores días, Sean Spicer puede producir más errores que diez hombres normales en sus mejores días. Kellyanne Conway puede fracasar en sus confrontaciones televisivas las 24 horas del día, los siete días de la semana y todavía tener la resistencia para perder contra los Teletubbies la mañana del domingo.

El sistema de abastecimiento de personal de la Casa Blanca responde con éxito a la interrogante: ¿cuántos escorpiones caben en una botella? Y, en general, el proceso de contratación de personal ha sido tan estricto en su selección de inexperiencia que aquellos a los que habían contratado con base en el más puro nepotismo resultaron ser los más avispados —algo así como Dean Acheson, asesor de cuatro presidentes y autor de la Guerra Fría— en comparación.

Sin embargo, me preocupa que al ritmo actual que lleva el gobierno de Trump se quede sin más fracasos. Hasta ahora, hemos vivido en una época de oro de los fallos. Cada una de las principales iniciativas de Trump ha acabado bloqueada o ha colapsado, las relaciones con el congreso son un desastre, las cifras de aprobación del presidente son tan bajas que resultan catastróficas.

Pero ¿cuánto más puede durar esto? Para mediados del verano, durante las vacaciones y la temporada de acusaciones, podremos ver corredores vacíos en el Ala Oeste y una desconcertante escasez de incompetencia proveniente de Washington.

El poder ejecutivo podría sencillamente quedarse a oscuras. Los índices de audiencia de CNN caerán en picada. Los columnistas se marchitarán y acabarán por morir. Los liberales tendrán que irse sin ese delicioso sentimiento de alegría ante la desgracia ajena o sin su ritual diario de baños de superioridad moral.

Ahora bien, no estoy subestimando la capacidad del presidente de seguir adelante de manera incompetente casi indefinidamente. No creo que Trump haya llegado a su clímax.

Una persona incompetente normal fracasa, balbucea y se siente avergonzada. No obstante, un verdadero genio de la incompetencia como nuestro presidente, fracasa, se va a pique y es demasiado incompetente para reconocer su propia incompetencia. Confunde sus catástrofes con éxitos y de esa forma acelera el paso hacia la desmemoria. Aquellos que ignoran la historia están condenados a retuitearla.

Los mayores logros de Trump son en el campo de la ignorancia. Hasta este momento, yo siempre había creído que la ignorancia era un vacío, una ausencia de conocimiento. Sin embargo, la ignorancia de Trump no es solo ausencia; es un universo vasto, complejo y totalmente ajeno a todo, de información negativa, de una suerte de antimateria intelectual fértil con su propia fuerza de gravedad.

No se trata de que esté mal informado, sino de que es un experto en el tipo de conocimiento que no coincide con los hechos de nuestra dimensión actual.

Podríamos decir que en cierta forma es un privilegio vivir en el mismo momento que un hombre que es el Albert Einstein de la confirmación de los propios prejuicios, un hombre cuyo muro más impresionante es el que existe entre él y las pruebas, un hombre que no necesita salir en busca de enemigos porque ya es su peor enemigo.

Pero hasta Trump acabará por llegar a los límites de la resiliencia humana. Sé cómo es ser profundamente incompetente y es extenuante.

Nada más para dar un pequeño ejemplo, a manera de ilustración: antes de que existiera el GPS, yo era (y sigo siendo) tremendamente incompetente en lo que respecta a entender las direcciones para llegar a algún sitio al volante. Yo pedía que me dijeran cómo llegar a algún lado y digamos que todo iniciaba de la manera en que en general sucede: “Vaya derecho por la calle X y luego dé vuelta a la derecha en la calle Y”.

Entonces me sumía en una neblina de incomprensión y seguía asintiendo frenéticamente para tratar de convencer a la persona de que seguiría sus instrucciones al pie de la letra: “Así usted llega a ese ramal de la autopista que pasa por debajo del paso elevado antes de las seis glorietas de la gárgara”.

Para ese momento los hemisferios de mi cerebro se habían apagado por completo y, mientras la persona seguía hablando, mi existencia entera se adentraba en una bruma catatónica: “Después de eso, nada más tiene que avanzar seis adulaciones hasta quedar perplejo y después de una parada rápida en el vericueto tome la vigesimoséptima entrada a la derecha”.

La persona incompetente en la administración de Trump tiene que vivir en ese velo de estupor todos los días.

Así que espero que el equipo de Trump aprenda a delegar la indiferencia en una oficina y el chismorreo en otra. Espero que el presidente siga jugando golf (no entiendo a esos críticos progresistas que dicen que Trump está llevando al mundo a la ruina y después se quejan de que se tome tiempo libre). Espero que su equipo continúe aprovechándose del hecho de que solo se necesita a un títere inexperto para deshacer los logros de cien trabajadores normales.

Además, espero que siga sobrepasando negativamente todas las expectativas. Me he ganado por derecho propio la membresía en la comunidad de los anhelantes.

Una de las cosas que he aprendido sobre la incompetencia en los últimos meses es que es radicalmente no lineal. La gente competente toma uno de unos cuantos caminos. La incompetencia es infinita.

La imaginación humana todavía no alcanza a comprender la gran diversidad de formas que los trumpianos pueden encontrar para meter la pata.

David Brooks, a New York Times Op-Ed columnist, writes about politics, culture and the social sciences.

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