Una de cal y dos de arena

Una de cal y dos de arena

En un debate político tan ramplón como el nuestro no es de extrañar que en plenas campañas electorales unos y otros cometan exageraciones, a veces grotescas, que no favorezcan nada nuestra calidad democrática. El Doctor Sánchez ha sido “víctima de una” y ha protagonizado dos en la semana recién acabada. Empecemos por la de cal. La recepción por la Casa Blanca del Presidente del Gobierno de España en próximas fechas es una buena noticia para la marca España en el mundo occidental, y una buena noticia para España, sin vuelta de hoja. Supone culminar un largo camino de retorno penoso desde que Rodríguez Zapatero cometió la impresentable ofensa a la bandera americana representando a España por su cargo.

Es un éxito para la democracia española, una estabilización de relaciones claves para nuestra seguridad y prosperidad (y eso… ¡desde la visita de Eisenhower en 1959!). Se debe relacionar además con otro acierto del actual Gobierno nacional como es una paulatina puesta al día de nuestro indispensable gasto en Defensa. Por eso queda muy pobre centrar las críticas a la noticia, por politiquería electoralista, en la fecha de la recepción por Biden que coincide con el primer día de campaña de elecciones regionales y municipales. Sacarle punta al detalle, suponiendo que no sea una coincidencia (¿de verdad Albares va a gestionar la agenda de Biden?), ignorando la sustancia sólo resta credibilidad al resto de las críticas justificadas.

Pero Pedro Sánchez es también maestro en electoralismo primario y pedestre. En el área, precisamente, de las relaciones internacionales, el gran desaguisado, hasta la fecha, es el de nuestras relaciones con Marruecos y Argelia. Por lo menos a corto, las formas y el momento elegidos, suponen graves perjuicios para los españoles. Es un tema delicado y trascendental para el futuro de España, y llevamos demasiado tiempo en política y parlamentos como para no saber las limitaciones de debatir de todos los detalles en público de aspectos confidenciales o desestabilizantes. Pero lo que no se puede hacer es transformar una comparecencia parlamentaria sobre la candente y difícil relación con el Magreb para lanzar una improbable, populista y frívola propuesta de política de viviendas. Es una falta de respeto al Parlamento, a los votantes y al rigor exigible para los temas cruciales en una democracia seria.

Y, finalmente, nos acordamos del “problema Doñana” que también cabría en parte en el enfoque de política internacional. Con la verdad por delante, dos son los disparates esenciales: primero que en muchos aspectos torales España es ingobernable porque no se sabe a quién le toca gobernar qué. Que no sea potestad plena del Gobierno del Reino gobernar, bien o mal, pero gobernar, todos los aspectos referentes a la sequía, más pertinaz que nunca, y al agua escasa es un despropósito sin paliativos. Porque además, el único interlocutor y el único responsable válido, jurídicamente hablando, con la Comisión Europea es el Gobierno Nacional. Y aquí viene el segundo despropósito, el problema central y único es saber si una proposición de ley de la Junta andaluza incumple alguna Ley medioambiental de la UE, que prima sobre las españolas de cualquier rango. Es un problema eminentemente técnico y se tiene todo el tiempo mientras se discute el proyecto de Ley de consultar al Comisario de turno lo que conviene hacer para no oponerse a la normativa comunitaria. En vez de eso, el Gobierno de España ya ha dictado condena sin estudios y en vez de transmitir consulta a “Bruselas” le ha pedido auxilio para machacar la propuesta andaluza como un todo. Y lo que es peor, eso ha justificado un innecesario y propagandístico viaje del Doctor Sánchez, con toda la acorazada mediática al “lugar del supuesto crimen” para clamar contra los enemigos de los andaluces y del planeta y del sistema solar si cabe, que son los junteros del PP…

Mal, muy mal. La política, como la cirugía es una cosa muy seria porque de ella dependen la prosperidad, libertad y justicia de los individuos y de las sociedades. Es peligroso tener cirujanos frívolos o indecentes, pero es mortal caer en manos de cirujanos incompetentes.

Por Enrique Calvet Chambon, ex europarlamentario y Presidente de ULIS.

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