Una decisión que nos acerca a una solución

La decisión de Estados Unidos de reconocer la soberanía plena y entera de Marruecos sobre la totalidad de su Sáhara y de afirmar un apoyo inequívoco a la iniciativa marroquí de autonomía no ha dejado a nadie indiferente. Dicha decisión sorprendió a algunos y confortó a muchos otros. En todas partes, hizo correr mucha tinta e hizo que algunos se preocuparan. El peso de esta decisión debe leerse a la luz de su autor: potencia global, miembro permanente del Consejo de Seguridad. Se trata de un aliado importante de Marruecos, con el que se han construido relaciones estratégicas estos últimos 20 años, bajo el liderazgo de Su Majestad el Rey Mohamed VI. Estas relaciones, enraizadas en la historia y orientadas hacia el futuro, se han consolidado a lo largo de las diferentes administraciones estadounidenses. Esta decisión debe medirse, sobre todo, por la oportunidad que ofrece de encontrar una solución a este diferendo, que ha durado demasiado tiempo, para acercarnos a la estabilidad y la seguridad duraderas en una región altamente estratégica.

Cabe destacar que, desde 1991, el enfrentamiento militar ha cedido el lugar a la confrontación diplomática, aunque el «polisario» no esperó la decisión americana para romper el alto el fuego y llevar a cabo acciones de hostigamiento, en definitiva, insignificantes.

Están en juego dos visiones opuestas: por un lado la de Marruecos, llevada por su Soberano, que quiere que el futuro sea mejor, y que invierte masivamente para construirlo –con más de 7.000 millones de dólares en 10 años sólo en las Provincias del Sur–, respondiendo así a la visión real de no dejar a las poblaciones rehenes de un proceso político estancado. Y, por otro lado, la de las otras partes, que privilegian el statu quo e incluso la descomposición, impidiendo la integración económica regional, amenazando la seguridad en una región volátil y haciendo caso omiso de las consecuencias humanitarias.

Es a la luz de esos datos que debemos de apreciar la decisión estadounidense. Y es desde este punto de vista que se revela en su dimensión más estructurante: inaugura un momentum reforzado en favor de una solución política realista y duradera basada en el compromiso, en el marco de la Autonomía.

Es ese sentido del compromiso, típico de su tradición milenaria de Estado central, que ha permitido a Marruecos evolucionar hacia una lógica de autonomía ampliada en la que la población del Sáhara marroquí puede gestionar sus asuntos políticos, económicos y sociales, a través de los órganos legislativos, ejecutivo y judicial regionales.

EEUU conoce bien la génesis y la evolución de la cuestión, su dinámica y sus retos. Por cierto, el camino, que condujo a la iniciativa de autonomía, es el resultado de amplias consultas entre Su Majestad el Rey y la Administración Clinton. Presentada en consulta con la Administración Bush, republicana, fue posteriormente apoyada por la Administración Obama, demócrata. Todas estas administraciones sucesivas han apoyado la autonomía como solución a este diferendo regional.

La Proclamación Presidencial de la Administración Trump ha sido la culminación de este proceso y ha explicitado una posición constante de apoyo desde hace 20 años. Un apoyo que va unido al reconocimiento de la soberanía nacional y la integridad territorial.

Más allá del apoyo plasmado a través de declaraciones políticas públicas, EEUU pone a disposición de Marruecos y desde 2015, una línea financiera en beneficio de las provincias del Sáhara marroquí. Asimismo, los acuerdos comerciales firmados entre Marruecos y la Unión Europea se aplican a las Provincias del Sur de Marruecos. Por lo tanto, el fuerte apoyo de EEUU sólo ofende a los que ignoran y que olvidan estos datos.

La Proclamación estadounidense también está en consonancia con la evolución de esa cuestión en las Naciones Unidas. En primer lugar, a través de las declaraciones de muchos ex enviados de la ONU que han insistido en que la «independencia del Sáhara» no es una opción realista. Luego, las últimas 17 resoluciones del Consejo de Seguridad han consagrado una doctrina clara, pidiendo una «solución política realista, pragmática y duradera», al tiempo que han marcado la preeminencia de los esfuerzos serios y creíbles de Marruecos para sacar esa cuestión del estancamiento.

Para ello, Marruecos se mantiene fiel al proceso político llevado a cabo bajo los auspicios de las Naciones Unidas, sobre la base de parámetros claros, con la implicación de las verdaderas partes del conflicto regional. Su Majestad el Rey ha asumido este compromiso ante el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres.

Es primordial destacar que el proceso político no es un fin en sí mismo. Es un camino. Los que creen que contrarían a Marruecos al oponerse a su iniciativa de autonomía no hacen más que servir a un estancamiento y se oponen en realidad a la única promesa de una solución sin vencedores ni vencidos, y que goza de un apoyo internacional cada vez más fuerte. Prueba de ello son los 42 países que recientemente han reiterado su apoyo a la autonomía bajo soberanía marroquí en una Conferencia Ministerial organizada por iniciativa de Marruecos y Estados Unidos. Así, la decisión de Estados Unidos de unirse a la veintena de países que han inaugurado consulados en El Aaiún y Dajla motivará, sin duda, a otras naciones a seguir su ejemplo muy pronto.

Cuando Marruecos firmó, el pasado 22 de diciembre, la Declaración Trilateral que contenía la declaración presidencial estadounidense, selló al mismo tiempo un compromiso con un package virtuoso, promoviendo la estabilidad en el Magreb y sirviendo al mismo tiempo a la paz en Oriente Próximo. Hoy tenemos la oportunidad de adoptar un posicionamiento constructivo y actuar hacia el único horizonte realista, justo y duradero para una región que necesita paz, estabilidad, y desarrollo.

Nasser Bourita es ministro de Asuntos Exteriores del Reino de Marruecos.

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