Una Diada entre el RUI y Ada Colau

Paradójicamente, la gran movilización convocada por la ANC y Òmnium incluirá este año más siglas de partido pero también más debate que nunca sobre la hoja de ruta. También asistirán, y con un protagonismo muy destacado, dirigentes políticos soberanistas que no están a favor ni de la independencia ni de la unilateralidad. A pesar de que la dirección del procés ya enfila la recta final, se percibe un cierto desaliento de las multitudes convocadas. Aunque a última hora muchos de los dudosos se traguen el cansancio y el desconcierto, el empuje popular no es el mismo. Según los más optimistas, con la mayoría en el Parlament ya no hacen falta tantas demostraciones en la calle. También puede ser que muchos acaben yendo para desmentir a quienes ya se disponen a interpretar el menor descenso de la participación como un enorme fracaso. Bajo cien formas diferentes de expresarlo, los convocantes proclaman que no es momento de aflojar. Menos aún de pinchar.

Dos líneas de fuerza operan en el procés. La primera, sobre el alcance de la transversalidad. La segunda, sobre la ausencia de mayoría. El 9-N faltaron votos; el 27-S faltaron votos; pero ahora parece que sobren. Sin Convergència, se llame como se llame, no hay independencia. Sin los comuns, la mayoría no está asegurada. Pero existe una izquierda soberanista que pretende todo el autogobierno del mundo y rechaza la independencia. No hay síntesis a la vista. Como asevera más de un vecino, la cosa se complica.

A pesar de los discrepantes, es muy probable que el ya famoso RUI (referéndum unilateral de independencia) se imponga. Aunque a la hora de la verdad no se celebre por razones de fuerza mayor -ausencia de garantías, dudas sobre la participación y el censo, riesgo excesivo de inhabilitación de funcionarios, etcétera-, el RUI es imprescindible para que el president Puigdemont supere la cuestión de confianza. Sin RUI, se podría disolver el Parlament y malograr la actual mayoría de JxS y la CUP. También es útil, el RUI, para acabar de completar el relevo y consolidar a Puigdemont y Marta Pascal como líderes del PDC en detrimento de los masistas. También ha servido para dejar a Iniciativa en fuera de juego ante Ada Colau. Aunque se oponga al RUI en nombre de un ideal confederal, Colau no quiere cometer el error de desmarcarse del independentismo. Sabe lo que no le conviene, pero no está en condiciones de proponer una alternativa no constitucionalista a la independencia. Todavía no. Hoy, cualquier hoja de ruta hacia la confederación deseada por Colau debería ser unilateral. Confederación unilateral. ¡Sublime paradoja!

A diferencia del 9-N, convocado como consulta sin consecuencias, el RUI se concibe como vinculante. Anunciarlo incrementará la confrontación con el Estado. Poco o mucho, activará los focos mediáticos internacionales, ya bastante lúgubres, sobre una España que, por si fuera poco, prohíbe las urnas catalanas. A continuación, avanzar pasito a pasito hacia la convocatoria suscitaría más animadversión catalana contra un Estado que no permite la libre expresión de la voluntad. El guante de la tensión creciente está lanzado y aceptado. Las dos partes creen que les conviene. Aun así, en una maniobra de última hora el RUI podría ser sustituido por unas elecciones constituyentes -jurídicamente autonómicas- susceptibles de convertirse en la clave general si la solución se pacta con el nuevo partido de Ada Colau. ¿Poco verosímil? No imposible.

Es probable que, por el camino, el RUI pierda la U. No es nada probable, en cambio, pero sí conveniente, que intercambie la I de independencia por la S de soberanía. El segundo referéndum de Quebec fue unilateral de facto, no de nombre. Se pretendía validar una ley de su Parlamento que preveía declarar soberano a Quebec si fracasaban las negociaciones por un nuevo estatus dentro de Canadá. A pesar de estar en contra, Canadá lo permitió. No ganó el sí por muy poco. A consecuencia de aquel largo proceso, Canadá es plenamente plurinacional y los quebequeses tienen un enorme peso en él.

Parece, este laberíntico 11-S, que todos hayamos olvidado lo esencial: tras el fracaso del Estatut, el objetivo era el Estado propio. También parece muerto y enterrado el proceso constituyente catalán. Mejor no perder de vista que antes de un año podrían recobrar el protagonismo perdido. En democracia prevalece la mayoría, sobre todo si es persistente. ¿Qué pasará si la propuesta de independencia para proclamarla al día siguiente no obtiene el 50,1%? ¿Por qué no se abre paso el sí condicionado? Tal vez porque contaría con una mayoría incontestable, más amplia si el Estado propio no se desvincula de España pero también clara si no hay posibilidad de que así sea.

A la espera y de momento, celebremos esta Diada entre el RUI y Ada Colau.

Xavier Bru de Sala, escritor.

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