Una economía de guerra emergente en Alemania

Una economía de guerra emergente en Alemania
Steffen Kugler/Bundesregierung via Getty Images

El 27 de febrero, tres días después de la invasión rusa de Ucrania, el canciller alemán Olaf Scholz habló en una sesión especial del Bundestag y declaró que la invasión era un «punto de inflexión» (Zeitenwende) en la historia alemana. En su discurso, Scholz también prometió aumentar el gasto de defensa en 100 000 millones de euros (98 500 millones de dólares), revirtiendo así la vieja aversión de Alemania al rearme.

Scholz dio más detalles sobre el significado de ese «punto de inflexión» en un discurso de una hora que pronunció en agosto en la Universidad Carolina de Praga. Bosquejó allí su idea para la «militarización» de Europa bajo el liderazgo alemán y pidió una Unión Europea más fuerte y «soberana» que sea más capaz de defenderse y hacer frente a la influencia de potencias extranjeras.

Alemania lleva décadas gastando muy poco en sus fuerzas armadas. Para disgusto de Estados Unidos y de otros socios en la OTAN, prefirió depender de la protección estadounidense. Pero tras la agresión rusa, es evidente que Alemania no puede seguir incumpliendo la meta de 2% del PIB en gasto militar prevista por la OTAN. Se necesita un compromiso de las autoridades para reforzar el área.

¿Pero qué significaría en la práctica el novedoso compromiso de Alemania con el gasto en defensa nacional? Si desea asumir un papel de liderazgo en la remilitarización de Europa, Alemania necesita transformar su economía para estar a la altura de los desafíos de una era geopolítica donde la guerra es una amenaza omnipresente. Hay varias medidas que puede tomar el gobierno alemán para adaptarse a esta nueva realidad.

Para empezar, Alemania y Europa deben fundar una agencia de investigación y desarrollo militar de nivel paneuropeo, tomando como modelo la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA) de los Estados Unidos, que lleva décadas promoviendo innovaciones en alta tecnología. Alemania debe tomar la delantera en la creación de la DARPA europea, que será esencial para seguir el ritmo en la competencia tecnológica con Estados Unidos y China.

En los últimos tres años se han dado algunos pasos en esta dirección. En 2019, el gobierno alemán creó una nueva agencia encargada de financiar innovaciones de vanguardia. Pero es demasiado pequeña y, a diferencia de la DARPA, no tiene vínculo con las fuerzas armadas. Por eso su capacidad para hacer descubrimientos revolucionarios es limitada en comparación con una agencia de nivel paneuropeo, que tendría acceso a muchas más fuentes de innovación.

En tiempos de guerra, la creación de una institución de investigación militar es una necesidad. En países como Estados Unidos e Israel, el sector de defensa es un importante motor de innovación; y a la investigación con financiación militar en ambos países debemos innovaciones tecnológicas como el GPS, Siri y las pantallas táctiles. Pero la guerra exige un tipo diferente de innovación, y Europa necesita capacidad para desarrollar equipamientos militares de avanzada propios.

Alemania también debe tomar la delantera en asegurar el suministro de insumos críticos como los semiconductores y las baterías ecológicas, ambos esenciales para la seguridad europea. El mercado por sí solo no hará que las cadenas globales de suministro se vuelvan más resilientes; por eso los gobiernos, en Estados Unidos y en Europa, deben asegurar la disponibilidad de proveedores alternativos en ambos continentes, para reducir la dependencia de Asia. De tal modo, una interrupción del suministro procedente de la Taiwan Semiconductor Manufacturing Company no detendrá la producción de autos y maquinarias en todo el mundo, como ocurrió durante la pandemia de COVID‑19.

Pero en tiempos de guerra, el mero hecho de fortalecer las cadenas globales de suministro no es suficiente. Por ejemplo, si mañana China invadiera Taiwán, ¿cómo harían Alemania y Europa para satisfacer la demanda de baterías y chips? Hoy China produce el 80% de las baterías del mundo y controla el procesamiento de minerales y metales clave (entre ellos el 80% de las tierras raras y casi el 60% del litio y del cobalto) mientras que Taiwán (junto con Corea del Sur) domina la producción de semiconductores. Para protegerse de futuras perturbaciones en las cadenas de suministro, Europa debe adecuarlas al objetivo de una mayor autonomía estratégica.

Además, lograr esa autonomía ayudará a Europa a no caer en la trampa en la que se metió Rusia al invadir Ucrania. Rusia descuidó por muchos años la creación de una base tecnológica y económica propia para sus fuerzas armadas, lo que la volvió muy dependiente de las importaciones, provistas por la alemana Rheinmetall. Las sanciones multilaterales impuestas a Rusia en los últimos siete meses provocaron un veloz vaciamiento de su arsenal y la dejaron imposibilitada de recomponer sus capacidades.

La debilidad tecnológica de Rusia debería servir como advertencia para Alemania y el resto de Europa. En una economía de guerra, los gobiernos europeos tienen que aumentar la inversión pública en investigación y desarrollo militar, alentar alianzas público‑privadas y startups en el área de defensa, y asegurar un suministro ininterrumpido de materias primas. La propuesta de una Ley Europea de Chips (que fija la ambiciosa meta de producir en Europa el 20% de los chips del mundo en 2030) y la Alianza Europea para las Baterías son pasos en la dirección correcta. Pero hay que hacer mucho más para estar a la altura de los desafíos de estos tiempos oscuros.

Dalia Marin, Professor of International Economics at the School of Management of the Technical University of Munich, is a research fellow at the Centre for Economic Policy Research and non-resident fellow at Bruegel. Traducción: Esteban Flamini.

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