Una economía socialista de mercado con contradicciones chinas

El año 2016 termina con pronósticos ligeramente más altos con respecto al crecimiento y la inflación a nivel mundial. En parte, ellos reflejan las expectativas de un gran nuevo estímulo fiscal en Estados Unidos bajo la administración del presidente Donald Trump. Pero, es de igual importancia el poderío de la economía de China, con su boyante producción industrial que impulsa un fuerte aumento en los precios de las materias primas a nivel mundial.

Esa fortaleza ha confundido las expectativas sobre que el auge del crédito de siete años de duración de China, durante el cual la relación deuda/PIB de China aumentó del 150% al 250%, terminaría inevitablemente en el año 2016. Algunos inversores occidentales pronosticaron una crisis bancaria debido a enormes deudas incobrables; otros esperaban que el Presidente Xi Jinping, al haber ya consolidado su posición política, fuese a introducir reformas económicas estructurales. Pero casi todos los economistas no chinos esperaban una importante desaceleración, que iría a intensificar las presiones deflacionarias a nivel mundial.

De hecho, ha sucedido todo lo contrario. Los préstamos adquiridos por el gobierno central y los gobiernos locales se dispararon: el crédito bancario y de los bancos en las sombras ha crecido rápidamente, y el Banco Popular de China (BPC) ha otorgado cada vez más préstamos directos a bancos de propiedad estatal en una maniobra que se parece mucho a la financiación monetaria del gasto público.

Estas políticas, por otra parte, están cada vez más justificadas por las afirmaciones de que China tiene opciones de política no disponibles en las economías occidentales. En un artículo publicado en julio, Sheng Songcheng, jefe de estadísticas del BPC, sostuvo que “el marco macro en una economía socialista de mercado es superior al de una economía occidental”, porque “el gobierno chino tiene poder significativo sobre tanto la política monetaria como sobre la política fiscal, y tiene la capacidad de buscar la combinación óptima”.

Si bien Xi pudo haber respaldado en el año 2013 “el papel decisivo del mercado”, eso no ha disminuido su sustentación marxista-leninista en cuanto al papel principal que desempeña el Estado. Shang Fulin, presidente de la Comisión de Regulación Bancaria de China (CBRC) recordó a los líderes de los bancos en el mes de septiembre que “en primer lugar ellos son miembros y secretarios del Partido; y, en segundo lugar, son los presidentes y directores ejecutivos de bancos”. En una economía socialista de mercado que es híbrida, parece que el crecimiento impulsado por el crédito no debe verse limitado por preocupaciones sobre la sostenibilidad de la deuda.

En algunos sentidos, esto es cierto. El aumento del apalancamiento chino no producirá una crisis financiera al estilo de la que ocurrió el año 2008. La mayor parte de estas obligaciones se adeudan dentro del sistema estatal – por ejemplo, las adeudan las empresas de propiedad estatal (las estatales) a los bancos estatales – y el gobierno podría simplemente condonar deudas incobrables y recapitalizar los bancos, financiando la operación ya sea con dinero prestado o con dinero impreso. Alternativamente, los bancos podrían refinanciar perpetuamente la deuda existente, mediante el otorgamiento de nuevos préstamos para pagar deudas antiguas.

Por supuesto, eso produciría un derroche de la inversión. En los hechos, debido a que los bancos fracasan en cuanto a imponer restricciones presupuestarias duras a los negocios financieramente insostenibles, y debido a que el sistema de planificación es incapaz de imponer una disciplina efectiva alternativa, China ya está inundada de bloques de apartamentos en ciudades de tercer nivel que nunca serán ocupados y con un enorme exceso de capacidad en la industria pesada.

Sin embargo, tal como algunos formuladores de políticas de China responden, todos los procesos de crecimiento implican un derroche: los auges ferroviarios del siglo XIX en Gran Bretaña y Estados Unidos crearon un enorme exceso de capacidad y pérdidas para los inversionistas, incluso mientras estimulaban la transformación económica. En China, también, el enorme derroche podría ser compatible con un crecimiento rápido.

Supongamos que se derrocha en total una cuarta parte de la inversión de capital de China, que en la actualidad se sitúa en torno al 44% del PIB; esto significaría que la población de China está sacrificando innecesariamente el 11% del PIB en consumo perdido; pero si se invierte bien el 33% restante, incluso ese nivel de inversión podría conducir a un crecimiento rápido. Y, junto con el derroche que es obvio, China también hace muchas inversiones que tienen altos rendimientos – por ejemplo, en excelente infraestructura urbana en las ciudades de primer nivel y en equipo de la automatización para las empresas privadas, en respuesta al aumento en los salarios reales.

Hay límites en la economía socialista de mercado de China, pero se encuentran en el lado del pasivo en los balances de los bancos, no en el lado del activo. Si los activos bancarios representan más del 300% del PIB – más de 30 millones de millones de dólares – de la misma forma también, debe hacerlo la combinación de depósitos bancarios, bonos bancarios, productos de gestión de la riqueza u otros pasivos bancarios, mismos que son mantenidos como activos por las empresas o las personas particulares. Lo que estos inversores hacen con los valores que mantienen en sus carteras es de crucial importancia.

Si trasladan su dinero al extranjero, el tipo de cambio administrado se tornaría insostenible: incluso los 3 millones de millones de dólares de reservas de divisas de China, nivel que es más bajo en comparación a los cerca de 4 millones de millones de dólares que se mantuvieron durante el año 2014, parece ser una cifra pequeña, si se la compara con los 30 millones de millones de dólares de activos financieros. Cada ciudadano chino tiene legalmente derecho a sacar 50,000 dólares del país cada año, y si sólo el 1% de adultos tiene la riqueza para hacerlo, eso podría significar salidas anuales de capital de 500 mil millones de dólares.

Además, en una economía abierta al comercio y a la inversión directa, tanto la que proviene desde adentro como desde fuera, hay múltiples oportunidades para disfrazar los flujos de capital financiero a corto plazo como si fuesen operaciones de cuenta corriente y de inversión a largo plazo. Por lo tanto, el crecimiento rápido del crédito ha sido igualado en el año 2016 al apretar las restricciones a los flujos de capital, y hay una mayor probabilidad de que ello ocurra en el año 2017.

La política alternativa sería dejar caer el tipo de cambio. Pero al hacer eso, se corre el riesgo de una respuesta agresiva de un gobierno proteccionista de Trump, y podría producirse una inflación auto-reforzada, a medida que los ahorradores busquen gastar su dinero antes de que pierda su valor. Incluso una economía socialista de mercado que es híbrida se enfrenta a restricciones, si a su vez también desea ser una economía abierta. Las contradicciones agudas entre las diversas líneas de la política china se están haciendo cada vez más evidentes.

La raíz de estas contradicciones se suscita una ausencia de limitaciones duras al presupuesto – ya sean limitaciones que se aplican a una economía de mercado o a una economía planificada – en las empresas estatales y los gobiernos locales. Y las barreras a la reforma políticas: falta de voluntad para hacer frente a las pérdidas de empleo en las empresas estatales, particularmente en el cinturón de óxido en la parte norte de China y la descentralización radical de la toma de decisiones económicas, mismas que son tomadas por gobiernos de ciudades y provincias que compiten entre sí.

Lo que ocurrirá a continuación es incierto. El escenario optimista muestra que la creación de empleo en el sector privado y el rápido envejecimiento de la población harán que el mercado de trabajo se estreche, lo que a su vez hará que la protección del empleo sea una preocupación menos acuciante – y hará que las reformas sean más aceptables desde el punto de vista político. El escenario pesimista muestra que las estructuras del poder político frustrarán por siempre la reforma.

Desde fuera del sistema de poder chino, es imposible saber qué abordaje adoptarán los formuladores de políticas. Pero cuanto más prolongado sea el auge del crédito, menos probable será que China pueda lograr una transición suave hacia un camino económico sostenible.

Adair Turner, a former chairman of the United Kingdom's Financial Services Authority and former member of the UK's Financial Policy Committee, is Chairman of the Institute for New Economic Thinking. His latest book is Between Debt and the Devil. Traducción del inglés de Rocío L. Barrientos.

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