Una estrategia-país para un nuevo modelo energético

EL debate abierto en España sobre la planificación energética para los próximos 25 años no puede abordarse sin el diseño previo, y con el máximo consenso de las fuerzas políticas, de una estrategia-país acerca del modelo con el que queremos garantizar un abastecimiento energético seguro, competitivo y sostenible y cumplir con los compromisos fijados por la Unión Europea. Estos compromisos, establecidos en el paquete normativo sobre cambio climático y energías renovables de la UE, exigen alcanzar en 2020 una reducción del 20% de las emisiones respecto a los niveles de 1990, una cuota renovable sobre el consumo energético final del 20% y una mejora del 20% en eficiencia energética. El esfuerzo inversor ligado al cumplimiento de estos objetivos supone, además, una excelente oportunidad para impulsar la industria nacional y, consiguientemente, la reactivación económica y la creación de empleo. Ante los cambios estructurales que requiere nuestro modelo económico, el sector eléctrico puede convertirse también en España en uno de los motores de la recuperación, como lo ha sido históricamente en períodos de desaceleración: desarrolla inversiones del orden de 9.000 millones de euros anuales, realiza compras por valor de 12.000 millones -sin incluir productos energéticos-, da empleo directo e indirecto a más de 400.000 personas y es uno de los mayores inversores en I+D+i, con más de 150 millones de euros cada año.

El punto de partida del escenario energético español desde la perspectiva de la tríada seguridad-sostenibilidad-competitividad, pone de relieve el margen de mejora que nos queda por recorrer con respecto a los principales países de nuestro entorno. Desde el punto de vista del consumo y la eficiencia energética, los fuertes aumentos de la demanda registrados en los últimos años, paralelos a las elevadas tasas de crecimiento económico, muestran un desacoplamiento entre el consumo energético y el PIB. Mientras que en el período 1991-2007 la mejora de la intensidad energética ha sido del 9% en Francia y del 11% en Alemania, en España no hemos alcanzado el 5%. La conclusión inmediata es la necesidad de reducir, por un lado, el derroche energético, y por otro, potenciar las tecnologías que incrementen la eficiencia.

En cuanto a las emisiones de CO2, España es el país europeo más alejado de sus compromisos ambientales al haber superado, a cierre de 2008, en más de un 42% las registradas en el año de referencia de 1990, muy por encima del 15% de crecimiento máximo establecido en el Protocolo de Kioto. Finalmente, en lo que se refiere a la seguridad de abastecimiento, la dependencia energética exterior de España es del 81%, casi 30 puntos por encima de la de la Unión Europea. Esta situación se agrava aún más, teniendo en cuenta que España continúa siendo una isla energética cuya capacidad de interconexión es la menor de toda la Europa continental. La necesidad de incrementar las interconexiones es vital tanto por la aportación de mayor seguridad de suministro al sistema como por su capacidad para absorber las oscilaciones de tensión derivadas de las desconexiones de los aerogeneradores y parques fotovoltaicos.

Para completar esta rápida panorámica del cuadro de partida, es necesario hacer un balance de las sucesivas revisiones de la planificación energética que entró en vigor en 2002. En aquel momento, se anunció el objetivo de instalar 14.800 MW en centrales de ciclo combinado de gas, 13.000 MW eólicos y 350 MW solares. Sin embargo, las últimas previsiones apuntan a que en 2011 la potencia eólica instalada será de 22.000 MW y de 6.500 MW la potencia en energía solar; es decir, la instalación de potencia renovable habrá superado en más de 15.000 MW los objetivos fijados hace 7 años. Cabe señalar, también, las distorsiones que se han creado en el sistema con el pre-registro de asignación de potencia renovable: las instalaciones ya asignadas hasta 2013 supondrán unas primas anuales de 6.300 millones de euros, el triple que en 2008. La mayor parte de esta cifra corresponde a tecnologías no maduras, como la termosolar o la fotovoltaica, que sólo aportarán el 5% de la energía total del sistema en esa fecha, mientras que la eólica es actualmente la única que contribuye significativamente a la producción y lo seguirá siendo (18% del total en 2013), con un coste más competitivo.

El crecimiento exponencial del parque renovable, y en tan corto período de tiempo, ha supuesto un notable impacto en el sistema, derivado de la naturaleza intermitente de esas fuentes de energía. Por un lado, se necesitan inversiones adicionales en la redes de transporte y distribución para garantizar que el sistema no se sature cuando estas tecnologías entran masivamente y de forma imprevista. Por otro, cuando se produce una caída brusca de la producción renovable es necesario contar con una energía de respaldo inmediata, papel que cumplen las centrales hidráulicas y las de gas. Estas últimas han cambiado su utilización debido a las revisiones de la planificación energética, por lo que se hace necesario garantizar que recuperen sus costes fijos y buscar, asimismo, una solución a los excedentes de los contratos take-or-pay de gas a largo plazo que se firmaron de acuerdo con la planificación inicial.
Con estos condicionantes previos, Iberdrola ha identificado dos escenarios para la planificación energética con horizonte en los años 2020 y 2030, respectivamente, que requieren la toma de decisiones inmediatas para alcanzar los objetivos energéticos y no poner en riesgo el suministro en el futuro. Por lo que respecta a la próxima década, el mantenimiento de las centrales existentes -incluidas las nucleares- y en construcción, así como la nueva capacidad renovable comprometida, son suficientes para asegurar el suministro hasta 2020. Las inversiones adicionales necesarias deberán destinarse en gran medida al aumento de las interconexiones y a la mejora de las redes de distribución y transporte. De este modo podría absorberse la producción de las renovables, asegurar la calidad del servicio e implantar el vehículo eléctrico y las redes inteligentes, capaces de integrar de manera dinámica, eficiente y automática las acciones de los consumidores y de los generadores.

En este punto quisiera destacar la necesidad de agilizar los procesos administrativos de autorización y ejecución de esas instalaciones, cuyo tiempo medio de tramitación se eleva en la actualidad a seis años. Además, se debería incentivar más la actividad de distribución para poder aumentar la calidad del servicio hasta los niveles de los países más avanzados. Para el período 2020-2030, el aumento de la demanda como consecuencia de una mayor actividad económica y de la electrificación del transporte, hará necesaria la instalación de nueva capacidad de generación convencional y renovable. Se deberán mantener las centrales nucleares existentes con plenas garantías de seguridad -por ser la opción más sostenible económica y ambientalmente- y, además, se necesitarán 14.000 MW de nueva potencia convencional para cubrir tanto la demanda base como las puntas. Para acometer estas inversiones serán precisos más de 100.000 millones de euros en el período 2010-2030 y habrá que explicar y mentalizar a la opinión pública de cuál va a ser el coste real de la energía para que sea también real la eficiencia energética «pagar más y consumir menos».

Los retos energéticos que tenemos por delante son de una envergadura formidable pero también es perfectamente posible afrontarlos con éxito. Desde Iberdrola, consolidada como la primera empresa energética española, una de las cinco mayores eléctricas a escala internacional y líder eólico mundial, queremos reiterar nuestro compromiso más que centenario con el desarrollo del sistema energético español. Y queremos, también, participar constructivamente en un debate sin apriorismos ni posiciones maximalistas que nos compete a todos: administraciones, partidos políticos, organizaciones sociales, empresas y a la opinión pública, que debe conocer las alternativas que se presentan para edificar el modelo energético estable, sólido, seguro, competitivo y sostenible que corresponde a una de las principales economías del mundo.

Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola.