Una Europa en grave peligro

Las próximas elecciones al Parlamento Europeo corren el riesgo de traducirse en un auténtico Titanic democrático. El escenario más probable es el de una abstención masiva que evidencia un gran desinterés de los ciudadanos respecto a la elección de sus representantes incluso en un momento en que el Parlamento ejerce un auténtico poder de decisión. Y ello vendrá acompañado de un importante voto de protesta.

En cada país los comicios europeos tienen como eje temas nacionales. Son un medio de aprobar o castigar a los gobiernos y no de debatir sobre las grandes opciones europeas. Resultado: los partidos favorables al curso actual de la construcción europea no representarán más que a una parte muy pequeña de los electores inscritos. Lo que, una vez más, suscitará debates sobre la legitimidad de la construcción europea. Se la acusa habitualmente de ser una construcción tecnocrática, alejada de las preocupaciones cotidianas de los ciudadanos de a pie.

Existe una paradoja: el europesimismo, la eurofatiga es muy sensible dentro de las fronteras de la Unión. Muy a menudo a Europa se la acusa - la mayoría de las veces sin razón-de ser la responsable de lo que no funciona en cada uno de sus 27 países miembros. Pero eso viene acompañado de una envidia externa hacia Europa. Lo que se traduce en la multiplicación de candidaturas de los vecinos cercanos que se dan cuenta, por ejemplo, de que el euro ha amortiguado la crisis financiera en los países que lo tienen como divisa.

El deseo, en otros continentes, de que Europa desempeñe un papel más importante es muy fuerte. La situación corre el riesgo de agravarse. Si Europa sigue por la vía de la pendiente suave corre el riesgo de verse distanciada por otros polos de poder. Europa corre el peligro de ocupar un lugar menor en un mundo que se ha vuelto multipolar.

El paso del G-8 al G-20 no hace sino confirmar una tendencia a largo plazo de la multipolarización mundial. Si la crisis económica mundial afecta a todo el orbe, Europa parece sufrir más que los otros en conjunto. La Comisión Europea estima un crecimiento negativo del 4% para el año próximo en la UE; China tendría un crecimiento positivo del 6,5%, India del 4,5%, Brasil del 0,5%. China y Brasil hablan de minimizar el papel del dólar en los intercambios internacionales pero no recurriendo al euro, sino comerciando directamente con sus monedas nacionales. Estratégicamente, Europa siempre está dividida, lo cual no es nuevo, pero ello se ve ahora de forma más cruel en relación con las promesas (¡que datan de 1992!) de una política exterior y de seguridad común y a las coaliciones de hecho de los otros poderes. En Oriente Medio no existe una posición europea, sino tres o cuatro. España y los países nórdicos defienden el reconocimiento de los derechos de los palestinos, al igual que Francia, aunque en menor medida desde el 2005. Los países del Este hacen depender su posición de la de Washington, sea cual sea la posición de Washington. La Italia de Berlusconi apoya a Israel en nombre de una supremacía occidental. Y Alemania prohíbe toda postura que pudiera parecer antiisraelí. En la conferencia de Durban ha habido tres opiniones europeas distintas.

La elección de Obama es al mismo tiempo una buena noticia, en la medida en que señala unos Estados Unidos más abiertos al mundo, más multilateralistas. Pero Europa es marginal en las prioridades estratégicas del nuevo presidente. Y así pierde respecto al resto del mundo lo que era uno de sus principales activos: encarnar una potencia suave en relación con la potencia dura y brutal norteamericana. Con Obama en la Casa Blanca, Washington reúne los dos tipos de potencias, mucho mejor que Europa.

La política europea todavía depende mucho de las políticas de los grandes estados. Pero cada uno de ellos parece querer jugar por su cuenta, y las rivalidades, incluidos los egos, toman el relevo a la solidaridad. ¿Cuántos ciudadanos saben el nombre de un comisario europeo? Muchas veces no son conocidos ni en su país de origen. Su presidente, Durão Barroso, siempre parece estar más a la búsqueda del más pequeño común denominador que de iniciativas innovadoras. Europa parece dormitar y estar encantada con ello. En un momento en que los otros polos de poder aceleran, el despertar amenaza con ser doloroso.

Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París.