Una historia global muy oportuna

El Pew Research Institute es un think tank radicado en Washington D.C. que se dedica al análisis de tendencias de opinión. Según una de sus encuestas –llevada a cabo en Alemania, Inglaterra, Italia, Francia, Grecia y España– el único de esos pueblos que no tenía buena opinión de su trayectoria histórica era el español. En el siglo XIX, Joaquín Bartrina no necesitó encuestas para asegurar en su conocido poema aquéllo de que «… y si habla mal de España es español»; esa anomalía puede atribuirse a un exceso de autocrítica, a puro derrotismo, a un comprensible estado depresivo tras siglos de patente superioridad o a un lamentable desconocimiento del papel estelar de la Monarquía hispánica en la configuración del mundo contemporáneo. Tras la lectura del libro de mi compañero Luis Francisco Martínez Montes titulado «España: una historia global», tiendo a inclinarme por esa última y triste hipótesis frente a la de la depresión.

Cuando se le preguntó por qué había omitido a España en su famosa serie titulada «Civilisation», producida por la BBC en 1969, y en su ensayo homónimo, el historiador del arte y publicista británico Kenneth Clark replicó que si se hubiera propuesto filmar o escribir sobre historia del arte «España habría tenido un lugar importante y honorable», pero puesto que se había centrado en contribuciones que habían elevado y expandido la mente y el espíritu humanos, tenía «serias dudas de que España hubiera encajado en su proyecto».

El libro de Martínez Montes trata de cómo España y el más amplio Mundo Hispánico han contribuido decisivamente a la historia universal y, en concreto, a la consolidación de la civilización, no sólo durante el apogeo del Imperio español sino a través de un período mucho más amplio: «un propósito principal de las siguientes páginas es, en este sentido, mostrar, a contracorriente de una narración nord-atlántica dominada por la visión de autores como Clark, Huntington, Ferguson y otros, que España y el Mundo Hispánico son parte integral y consustancial de Occidente y de ninguna forma ajenos al mismo.

Más aún, debido a su excepcional trayectoria histórica, caracterizada por su capacidad para absorber, combinar y transformar culturas diversas, el Mundo Hispánico representa una versión original y ampliada de Occidente que ha demostrado su capacidad de supervivencia y adaptación al tiempo que ha contribuido de forma relevante a la extensión de las facultades de la mente y el espíritu que constituye una de las señas de la civilización occidental». Una certera declaración de intenciones.

El libro, que su autor califica modestamente de «ensayo», está estructurado en diez capítulos coincidentes con aquéllos en los que dividió Lord Clark su obra, tanto en su versión audiovisual como escrita, con el propósito de refutarla: empieza describiendo el grandioso proyecto unitario de San Isidoro, analiza a continuación los frutos innegables de la larga «Conquista, convivencia y reconquista», demuestra en «Extroversiones» cuál fue la plataforma ibérica desde dónde «el intercambio entre las las Tres Culturas se expandió y transformó en el Primer Gran Intercambio global»; más adelante, en «Nuevos mundos, un mundo» profundiza en lo anterior para describir El Escorial como «Nueva Atlántida» antes de adentrarse en «Una globalización hispánica», enumerar «Los frutos dorados de la Edad de Oro» (un capítulo magistral), detenerse en los «Mundos hispánicos» resultantes, estudiar la edad de Goya y terminar analizando algunos «Retos de la Modernidad».

No cabe duda de que Martínez Montes ha logrado con creces su propósito mediante una acertada combinación de erudición, convicción, contención y estilo literario puestos al servicio de una dialéctica tan sutil como demoledora. Así, por ejemplo, explica que mientras la primera profesora universitaria fue la española Luisa de Medrano sustituyendo a Nebrija en 1508 en Salamanca, en el mundo anglosajón lo fue una profesora auxiliar llamada Alice Hamilton en Harvard más de cuatro siglos después. Tan pronto como en 1595, Isabel Barreto se hizo cargo de la expedición a las Islas Salomón tras la muerte de su marido, convirtiéndose en la primera mujer almirante de la Armada española. Motivos de espacio me impiden extenderme por lo que me limitaré a invitar al lector a adentrarse en un libro muy valioso para tener muy presente el papel protagonista de España en la configuración de la civilización occidental.

Melitón Cardona, embajador de España.

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