Una lección de periodismo

El escritor y veterano periodista Agustí Pons ha publicado un libro (Cartes a Clara, una periodista del segle XXI, Meteora, Barcelona, 2010) que debería ser de lectura obligatoria para todos aquellos que se inician en el oficio de periodista o estudian para llegar a serlo. Además, aporta suficientes puntos de vista polémicos sobre la cultura de hoy como para interesar también a cualquier lector atraído por leer posiciones discrepantes con lo que comúnmente se opina.

Pons plantea su libro en un escenario de ficción: un periodista recién jubilado (trasunto del autor) escribe una serie de cartas a Clara, una joven periodista imaginaria, acerca del contraste entre el periodismo de ayer con el actual.

"Las cartas tratan de eso, del periodismo que he conocido a lo largo de mis años de profesión y el periodismo que ahora se practica", advierte Pons ya de entrada.

Varios temas obsesionan al autor y vertebran su libro. En primer lugar, Agustí Pons reivindica la tradición. "El gran periodismo, el de verdad (...), es aquel que se sitúa a medio camino entre la literatura y la historia; que usa estas dos materias para construir una realidad nueva, aquella que pretende explicar al lector".

Y advierte con severidad a Clara: "No olvides nunca que el escritor que domina la lengua domina también los argumentos". En la tradición catalana, Pons destaca algunos nombres. Desde grandes escritores que han ejercido también de periodistas, como Pla o Sagarra, hasta reporteros y corresponsales ilustres como Irene Polo, Eugeni Xammar o Carlos Sentís, pasando por cultos directores de periódico como Gaziel, Just Cabot o Néstor Luján, además de analistas con una buena formación intelectual como Joan Crexells.

Sin embargo, para Agustí Pons el periodismo no es ni literatura, ni investigación, ni orientación cultural o política, ni análisis de la realidad, sino todo esto a la vez, escrito con la premura que imponen los medios y la necesidad de expresar con concisión, aunque de forma clara y contextualizada, las noticias. "Periodismo - dice Pons-es intentar entender el mundo y explicarlo en el mínimo de líneas posible; de líneas, de palabras o de imágenes. Intentarlo cada día y de una forma profesional, como el carpintero (...), sea cual sea el estado de ánimo o las condiciones exteriores". En este punto, el autor muestra simpatía por el periodista que va a contracorriente de su tiempo y recomienda a Clara que no se deje llevar por las modas de hoy, recordándole la decepción que supuso para muchos miembros de su generación los cerrados mundos ideológicos en que tanto confiaron.

Este modo culto y reflexivo de hacer periodismo está, según Agustí Pons, desapareciendo. Le acechan dos grandes peligros. Por un lado, las formas se imponen sobre el fondo. Sostiene Pons que en un medio de comunicación lo importante debería ser lo que se dice y "no el soporte que se utiliza para decirlo". Sin embargo, lo que hoy se enseña es lo contrario, de acuerdo con la idea de que "el mensaje es el medio", aquel premonitorio pensamiento de McLuhan que se ha ido convirtiendo en realidad. Por otro lado, cada vez más el periodismo está dominado por las noticias que suministran los jefes de prensa de las instituciones y de los partidos, los gabinetes de comunicación y los expertos en marketing. "Hemos dejado buena parte de los contenidos informativos en manos de otros. (...) Hemos asistido de forma pasiva a la pérdida de protagonismo del periodista en la confección de la noticia", se lamenta Pons.

Pero tras el mea culpa, el autor hace responsables a los jóvenes periodistas de la generación de Clara de ser, aunque listos, perfectamente previsibles, ya que se amoldan al modo de pensar políticamente correcto y cuando hay una discusión sobre cualquier tema es fácil adivinar lo que van a decir. "Aprendéis en seguida y los instrumentos tecnológicos los manejáis con precisión y eficacia (...), resultáis polivalentes: podéis escribir o locutar, si es necesario, piezas informativas sobre cualquier tema (...), pero de vez en cuando me gustaría que tuvieseis opinión sobre estos temas". Una opinión propia, se entiende, pensada, reflexionada y personal.

El diagnóstico de Pons es probablemente acertado, pero ¿es responsabilidad de los jóvenes? No lo sé. En todo caso, quizás deberíamos apuntar también en otra dirección, hacia las facultades de periodismo: allí se enseña a comunicar, no a tener opiniones propias, no a estudiar, por ejemplo, literatura e historia, ni a leer a los grandes periodistas. ¿Se puede enseñar periodismo? Quizás lo único que se puede enseñar es una técnica que se denomina comunicación, aunque para esto baste un curso y no cuatro como ahora. El periodismo se puede aprender, pero no enseñar. Pla, Sagarra, Polo, Sentís, Xammar, Cabot, Gaziel, Luján y Crexells no estudiaron periodismo, simplemente tuvieron curiosidad por saber, se esforzaron en colmar esta curiosidad y a todo ello le añadieron el entusiasmo para comunicar bien lo que veían y pensaban. Todo lo hicieron por su cuenta: así aprendieron periodismo. Esta es, me parece, la lección que el autor del libro ha querido dar a Clara y a la generación de Clara.

Francesc de Carreras, catedrático de Derecho Constitucional de la UB.