Una lengua necesitada de todos

A la hora de realizar un balance sobre los resultados obtenidos por la aplicación de determinadas políticas resulta indispensable hacerlo con una mezcla de realismo, espíritu de autocrítica y afán de mejora. La viceconsejería de Política Lingüística del Gobierno vasco, de la mano de la comisión correspondiente del Consejo Asesor del Euskera, está poniendo las bases para un debate amplio, plural e incluyente sobre los ejes que deben sustentar en el futuro próximo las estrategias de promoción del euskera. La pura evidencia indica que el avance producido en el último cuarto de siglo hacia la normalización de esa lengua no tiene parangón histórico, aunque resultan igualmente visibles las carencias y los déficits acumulados.

La escuela debía convertirse en uno de los principales catalizadores de la recuperación del euskera. Se suponía que los alumnos vascos, al margen del modelo educativo que sus padres eligieran para ellos, tendrían acceso, al final de la enseñanza obligatoria, a unos niveles de conocimiento de los dos idiomas oficiales de la comunidad autónoma que les permitieran desenvolverse de forma natural y con cierta comodidad tanto en castellano como en euskera. Sin embargo, después de casi tres décadas de cooficialidad, decenas de miles de estudiantes siguen culminando su etapa de enseñanza básica sin apenas conocimiento alguno de la lengua vasca. Fruto de ese fracaso colectivo, muchos de ellos pueblan años más tarde los euskaltegis queriendo recuperar lo que la escuela tendría que haberles garantizado.

En ese contexto, el debate abierto en torno al futuro de los actuales modelos lingüísticos en la educación debiera partir de un mínimo consenso entre todos los partidos, estableciendo como objetivos a alcanzar tanto la excelencia educativa en base a los parámetros y estándares más exigentes como un buen dominio de los dos idiomas propios y un nivel suficiente de inglés en cuanto que instrumento imprescindible en la esfera internacional. A las formaciones políticas corresponde determinar la forma en que se definen y modulan las modificaciones legales necesarias para tal fin, pero los principios que las guíen no pueden alejarse en demasía de los enunciados si se pretende avanzar hacia una sociedad que aspire a desarrollar su riqueza lingüística con creciente normalidad.

En ese camino, hay que despojar al euskera de cualquier paternalismo ideológico y pretensión monopolizadora que lo vincule a siglas concretas, para que llegue a ser plenamente percibido por el conjunto de la sociedad vasca como uno de los elementos constitutivos de un patrimonio cultural singular como pocos, que debe ser preservado, y, sobre todo, como instrumento útil de comunicación. Nada hace más daño a la lengua vasca que su utilización como arma arrojadiza en el ámbito político y nada la favorece más que el establecimiento de consensos básicos en el camino hacia su normalización. A quienes desde los partidos dicen defender el euskera hay que pedirles que crean de verdad en su uso normalizado y actúen en consecuencia, dejando de lado el testimonialismo vano y el folclorismo gratuito, y a aquellos otros con actitudes timoratas e incluso abiertamente hostiles se les debe hacer ver que el euskera está llamado a sumar, a cohesionar, y nunca jamás a dividir o a discriminar.

Salvo algún que otro extremista, que los hay, y demasiados para lo pequeño del país, la inmensa mayoría de los ciudadanos vascos aspira a un bilingüismo que le permita relacionarse indistintamente en sus dos lenguas oficiales. Hasta llegar a ese punto, el necesario cumplimiento de las normas de convivencia obliga a actuar con buenas dosis de prudencia, flexibilidad y progresividad en función de la realidad sociolingüística de cada zona, pero sin perder nunca de vista tanto los imperativos legales como los objetivos finales.

En la ponencia base que pretende servir para dinamizar el debate sobre el futuro de la lengua vasca se afirma, con acierto, que el euskera necesita hablantes, y no salvadores. Se trata de fortalecer su uso y no de agitarlo de forma permanente como bandera, lo que ocurre en demasiadas ocasiones por puro sectarismo. Los ciudadanos vascos bilingües tenemos la enorme fortuna de poder utilizar en nuestras relaciones diarias, en la proporción elegida por cada cual, una lengua que nos vincula a nuestros orígenes culturales más ancestrales y que enriquece nuestra forma de ver y entender el mundo, tendiendo la mano a los demás desde lo que nos singulariza, y otra que también nos es propia desde sus orígenes y que nos abre las puertas a una de las comunidades de hablantes más importantes del mundo, con un legado cultural, pasado, presente y futuro, de primerísimo nivel.

Los ciudadanos deben ser protagonistas de la recuperación del euskera sirviéndose de los instrumentos puestos a su disposición desde las instituciones vascas. Hay que determinar con precisión las prioridades para hacer más efectivo el tránsito hacia el bilingüismo efectivo, poniendo el acento en las políticas que amplíen la base social de la lengua en inferioridad de condiciones y olvidándose de las actuaciones derrochadoras y efectistas.

El número de vascohablantes o de personas que, simplemente, han alcanzado un conocimiento básico del euskera se ha ampliado de forma sustancial desde la implementación del corpus legal para su promoción, pero los datos de diferentes estudios reflejan que el nivel de consumo de productos en esa lengua se ha estancado en los últimos años. Es necesario diversificar la oferta y hacerla más atractiva para llegar hasta donde no ha sido posible. La prensa local y comarcal, con un lenguaje cercano y accesible, está logrando importantes avances en esa dirección y sólo un determinado sesgo ideológico impide, a veces, ampliar horizontes.

Afortunadamente, el euskera sí ha llegado puntual a la hora de la nueva sociedad de la información, del mundo globalizado, e Internet se ha convertido ya en una herramienta fundamental para llevar la lengua vasca a cada casa en cualquier punto del globo donde haya un vascohablante. La red debe ser, en consecuencia, objeto de atención preferente por parte de las instituciones autonómicas, por su grado de penetración entre los más jóvenes y también por su dinamismo y permeabilidad.

Si el euskera prende en la escuela de forma eficaz, si después en la universidad los alumnos pueden elegir libremente una carrera en cualquiera de las dos lenguas oficiales, si el espacio comunicativo aúna calidad, pluralidad y accesibilidad en los contenidos, si los políticos se conjuran en favor de un bilingüismo real y dejan la lengua al margen de sus disputas, si el respeto y el deseo de proteger al más débil es la seña de identidad de la convivencia lingüística y, en definitiva, si la ciudadanía se pone de forma gradual al frente de la normalización del euskera sacándolo a la calle, el salto adelante será no sólo cuantitativo sino, sobre todo, cualitativo.

La aproximación al debate sobre el futuro de la lengua vasca en unas pocas pinceladas debe pasar, sobre todo, por convocar a cada ciudadano a poner su granito de arena, por pequeño que sea, para hacer posible esa sociedad bilingüe que nos enriquecerá a todos. Nadie debe quedar al margen, por modesta que sea su aportación, porque el euskera es de todos.

Joseba Arruti