Una luz en el túnel

El mundo necesita urgentemente buenas noticias para frenar la caída de la economía en el abismo de la recesión. Esta crisis es la primera realmente global y que, además, está siendo retransmitida en directo. La rapidez de la transmisión de la información y los impactos de su realimentación son los culpables de lo abrupto del frenazo de la economía y la profundidad de su caída. Crisis subprime, inmobiliaria, de liquidez, de activos tóxicos... Esta crisis es la suma de muchas crisis, de muchas burbujas que han estallado y que se resume en una única crisis, la de confianza.

Por falta de confianza, los bancos dejaron de prestarse entre ellos y las empresas de invertir y a reducir capacidad y empleo. La aversión al riesgo se extendió como una pandemia a particulares y empresas. Esta falta de confianza ha facilitado la rápida transformación de la crisis financiera en crisis económica que, a su vez, está provocando la segunda oleada de problemas al sistema financiero por el aumento de la morosidad, ahora sí, de particulares.

Necesitamos buenas noticias para volver a arrancar la rueda del consumo y de la inversión. Y tal vez por eso en las últimas semanas, especialmente en Estados Unidos, se comienzan a lanzar mensajes de esperanza. La bolsa sube, los resultados de la banca americana comienzan a salir del pozo por el que se habían despeñado, el consumo se anima algo. ¿Estamos en el principio del fin de la crisis, o es solo el fin del principio? ¿Esa luz que vemos a lo lejos, es el final del túnel o se trata de un tren que viene a toda velocidad y acabará arrollándonos?

Respecto a Estados Unidos, no podemos obviar que una vez hecha una limpieza razonable y repuesto gran parte del capital perdido por la banca americana lo que más y mejor ha contribuido a los resultados positivos del primer trimestre es el cambio de las normas contables. Ya no es obligatorio que las entidades financieras tengan que actualizar trimestralmente sus activos a valor de mercado mark to market. El regulador asume que en circunstancias como las actuales el mercado no funciona correctamente y, por tanto, los precios están distorsionados. Puede ser cierto, pero ya lo era hace un año, cuando comenzaron las pérdidas masivas. Quizá la lectura sea más prosaica: purga sí pero debacle no.
El lunes deben hacerse públicos los resultados de las pruebas de

stress simular una situación extrema de los balances de los 19 mayores bancos norteamericanos. Todo apunta a que la gran mayoría aprobarán, tal vez con condiciones y con peros, y el mensaje de la Administración será coherente con este soplo de optimismo moderado que ya ha comenzado a circular. Ahora, tras la solución para Chrysler, vendrá la de General Motors, y a partir de ahí Estados Unidos dirá al mundo que lo peor ya ha pasado.

Vivimos demasiado bien como para asumir los sacrificios de una limpieza en profundidad, y preferimos edificar un nuevo ciclo de crecimiento sobre cimientos débiles a esperar a que estas bases sean sólidas. No cabe duda de que EEUU anunciará la recuperación en el segundo semestre del 2009 y todos felices, al menos durante un par de años. El único riesgo cercano que puede poner en duda esta estrategia de recuperación/comunicación sería una tormenta en los mercados de deuda soberana o, peor aún, una tormenta cambiaria.

Estados Unidos ha tirado de la máquina de hacer billetes como nunca en su historia. La dimensión del balance de la Reserva Federal se ha más que triplicado a la vez que ha empeorado su calidad. Todo ello para poder incrementar su endeudamiento, desde el principio de la crisis, en el equivalente de su PIB . ¿Quién pagará esto? O las próximas generaciones de norteamericanos por un incremento nunca visto de la presión fiscal o, lo más probable, el resto del mundo. Si EEUU fuese un país en vías de desarrollo no tendría más remedio que declararse en suspensión de pagos, pero dado su posicionamiento socio-político es muy improbable que esto ocurra. Usará vías más sutiles que tienen que ver con el deslizamiento del valor de su moneda: permitir una inflación elevada que haga que cada día los dólares valgan menos o promover un ajuste mundial de monedas, un auténtico Bretton Woods II. Es muy probable que en el 2010 tenga lugar una nueva reunión del G-20 (y añadidos) en China, donde se ajusten los tipos de cambio, y donde los tenedores masivos de deuda (países asiáticos y petromonarquías) sean los principales paganos de esta crisis. Veremos a cambio de qué.

En España, más humildemente, también se intentará algo parecido. Claro que con cuatro millones de parados es complicado mostrar optimismo. Pronto diremos que hemos tocado fondo. El Gobierno buscará cualquier dato estadístico por insignificante que sea para unirse a la ola de optimismo universal, lo cual no será muy difícil tras un año de caída de todas las estadísticas. Y tras el ajuste de cinco o seis cajas de ahorros --por fusión o por intervención-- diremos tras el verano que lo peor ha pasado. No será verdad, pero lo creeremos. La mejoría del mundo que nos rodea nos ayudará y una vez más saldremos de una crisis sin los deberes hechos pues nuestro modelo de crecimiento económico no habrá cambiado ni un ápice.

José Antonio Bueno, socio de Europraxis.