Una manera de salir de la pandemia

Una manera de salir de la pandemia
Joe RaedleGetty Images

Hemos hecho un progreso extraordinario en nuestra lucha contra la pandemia del COVID-19 desde los días oscuros de 2020. Sin embargo, en muchos sentidos, volvemos a estar en el casillero número uno. Prácticamente no existen precauciones de salud pública en gran parte del mundo, y las vacunas y medicamentos actuales no pueden ni prevenir ni tratar infecciones de manera efectiva en amplios sectores de la población.

No nos equivoquemos: el COVID-19 sigue planteando un peligro claro y presente. La investigación demuestra que dos o más reinfecciones de COVID-19 duplican el riesgo de muerte y la posibilidad de tener coágulos sanguíneos y afecciones pulmonares, entre otras consecuencias sanitarias negativas. Se ha determinado que el riesgo de episodios cardiovasculares  aumenta el 4,5% hasta 12 meses después de una infección, más allá de la edad, la raza, el sexo, la obesidad, el tabaquismo u otros factores.

Casi uno de cada cinco norteamericanos hoy reportan síntomas persistentes de COVID largo, e investigaciones recientes calculan que unos cuatro millones de personas con la enfermedad no pueden trabajar. No se puede subestimar el impacto social y económico de largo plazo de las reinfecciones continuas.

Si bien las vacunas ARNm han servido de mucho a la hora de reducir las hospitalizaciones y las muertes, todavía existen interrogantes respecto de una inmunidad debilitada, y el consumo por parte de la población ha disminuido con cada nuevo refuerzo. Apenas el 18% de los norteamericanos de más de 18 años ha recibido el refuerzo bivalente.

Asimismo, actualmente no existe ningún tratamiento autorizado con anticuerpos monoclonales, y la droga preventiva Evusheld ha demostrado no ser efectiva. Más de 17.000 norteamericanos inmunocomprometidos y otras personas de alto riesgo, por ende, han seguido siendo vulnerables a enfermedades graves y a tasas elevadas de mortalidad. Si bien Paxlovid ha demostrado ser una herramienta poderosa contra las muertes y las hospitalizaciones, puede tener interacciones potencialmente negativas con muchos medicamentos comunes, como las estatinas y los anticoagulantes.

Paxlovid, por otra parte, debe tomarse en un lapso de pocos días luego de una infección para que resulte efectivo. Debido a esta limitación, así como a temores sobre un rebote viral y a la confusión que existe en torno a la elegibilidad, el consumo ha sido lento, inclusive en poblaciones de alto riesgo. En 2022, menos de un tercio de los norteamericanos de más de 80 años que contrajeron COVID-19 tomaron Paxlovid. Es un dato muy preocupante, si se tiene en cuenta que quienes tienen más de 80 años conforman un porcentaje importante de las muertes relacionadas con el COVID.

Pero no están perdidas las esperanzas, porque tenemos un modelo exitoso a seguir. El VIH en algún momento fue una sentencia de muerte, pero hoy los pacientes pueden vivir casi sin verse afectados por el virus, y el impacto en la expectativa de vida es relativamente mínimo. Este progreso no se debe a una vacuna exitosa sino, más bien, a un amplio rango de drogas antivirales profilácticas y terapéuticas. Hoy hay más de 30 drogas aprobadas para la prevención y el tratamiento del VIH, algunas de las cuales brindan una protección de hasta meses con una  única inyección.

Podemos utilizar las lecciones aprendidas con gran esfuerzo de la lucha contra el VIH para combatir la resistencia a las drogas del SARS-CoV-2, creando así una póliza de seguro contra futuras variantes mutadas. Con ese objetivo, debemos expandir ampliamente nuestra búsqueda de drogas antivirales altamente activas, seguras y de larga duración, intentando al mismo tiempo entender cada vez mejor las características celulares, moleculares y bioquímicas del SARS-CoV-2.

A diferencia de olas previas de la pandemia, provocadas por una única variante amenazadora, las olas actuales y futuras estarán generadas por múltiples subvariantes de ómicron. Cada nueva subvariante acumula mutaciones en partes similares del dominio de unión al receptor (un punto crítico en la proteína de la espícula donde se alojan los anticuerpos que bloquean al virus), mejorando las capacidades de evasión inmune del virus. Por lo tanto, necesitamos enfocarnos en nuevos grupos de anticuerpos que puedan eludir las variantes futuras de ómicron uniéndose a sitios alternativos que rara vez mutan. No sólo estos anticuerpos podrían neutralizar todas las variantes de SARS-CoV-2, sino que también nos ayudarían a combatir coronavirus relacionados, como MERS y SARS-CoV-1.

Deberíamos sacar ventaja de los avances en el campo del modelado de anticuerpos con inteligencia artificial para reducir el tiempo que transcurre durante el proceso de identificación de anticuerpos. ¿Por qué rastrear manualmente entre millones de secuencias de receptores de células B cuando un programa informático puede acelerar marcadamente la tarea? Si bien hay en curso un proceso de investigación y desarrollo sobre la neutralización amplia de los anticuerpos, estos por lo general tienen una afinidad menor para el SARS-CoV-2. Afortunadamente, en un estudio reciente en el que se utilizó IA, los investigadores demostraron una afinidad casi 20 veces mayor con una droga existente. Logros similares se podrían replicar para desarrollar tratamientos para el COVID-19.

La pandemia no terminó, y millones de personas siguen en riesgo. Sólo si se acelera y se financia consistentemente la investigación de estos medios de desarrollo de drogas alternativos encontraremos nuestra salida de la crisis del COVID-19 de una vez y para siempre.

William A. Haseltine, a scientist, biotech entrepreneur, and infectious disease expert, is Chair and President of the global health think tank ACCESS Health International.

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