Una nueva agenda global

El Foro de Davos, que reúne en la localidad suiza cada año a los principales líderes del mundo, comienza hoy alrededor del lema El nuevo contexto global. El tema, tan complejo como oportuno, hace referencia a la profunda transformación política, económica y tecnológica en la que se encuentra inmersa la humanidad y que, tanto las empresas como los Gobiernos y las sociedades, necesitamos analizar y comprender a partir de una reflexión conjunta. Se trata de una transformación global debido a que las personas nunca antes han estado más conectadas que ahora, permitiendo que un suceso producido en cualquier lugar del mundo tenga un impacto inmediato sobre el resto del planeta.

La complejidad social, la fragilidad económica de algunas de las economías más desarrolladas como Europa o Japón y la incertidumbre política del nuevo entorno centrarán el debate de Davos, del que sin duda podrán extraerse lecturas de enorme valor para adaptar la toma de decisiones a los nuevos tiempos. Vivimos en un momento de disrupción histórica como consecuencia del avance de la tecnología, una de las palancas con mayor capacidad de transformación, que no solo está cambiando la forma en que las empresas nacen, operan y se gestionan, sino que también deja entrever ya la honda influencia que tiene y tendrá en los comportamientos sociales, en la forma de consumir o en el acceso a la educación. El Big Data es un ejemplo de ello. Expertos de KPMG calculan que se ha generado un mayor volumen de datos en los últimos dos años que en toda la historia anterior de la humanidad.

El coste de alojar esta información, el reto de gestionarla de forma responsable, y la necesidad de entender las oportunidades que abre en términos de competitividad y conocimiento son algunas de las grandes preguntas que encabezan las agendas de los directivos que acudirán a Davos. También lo es la ciberseguridad, puesto que la globalización de la conectividad ha difuminado las fronteras y disminuido también la capacidad de preservar la información y proteger los sistemas que mantienen en funcionamiento a las economías y a los Estados.

Son cuestiones que adquieren una dimensión aún mayor y más difícil de valorar en un mercado global que se ensancha y evoluciona a diferentes velocidades. Mientras las potencias emergentes crecen de forma rápida, Europa lucha por recuperar su sitio en el contexto global. Los países de la Unión Europea deben encontrar un modelo de crecimiento competitivo que les ayude a reducir el desempleo, evitar un estancamiento más prolongado de la actividad y mantener las estructuras creadas para el Estado de bienestar. Asimismo, presenciamos que siete de las 10 economías que más crecieron el año pasado están en África mientras China, por su parte, estabiliza su crecimiento a punto ya de convertirse en la primera economía del mundo. Otras potencias asiáticas como Mongolia o Laos despuntan como países con altas tasas de crecimiento.

El factor demográfico se presentará decisivo para entender las proyecciones económicas de las diferentes regiones del mundo, especialmente en los países de la OCDE —con la excepción clara de Estados Unidos—, donde la progresiva remisión de la población en edad de trabajar lastra aún más el avance de la producción e imprime presión adicional sobre los Gobiernos. En este marco, asistimos a los esfuerzos de las políticas monetarias para equilibrar los mercados y a la caída de los precios de las materias primas y del petróleo, que beneficiarán especialmente a los sectores más intensivos en energía y a las economías domésticas. Mientras la Reserva Federal mantiene su plan de retirada de estímulos y planea subidas de tipos, los mercados permanecen atentos a la comparecencia de mañana de Mario Draghi en la que podría anunciar la esperada compra de deuda pública por parte del Banco Central Europeo para luchar contra la deflación en la eurozona. La gran crisis ha marcado un punto de inflexión hacia ese nuevo contexto global en el que la influencia de las estructuras supranacionales es cada vez más determinante.

La décima edición del informe Global Risks, publicado la pasada semana por el World Economic Forum a partir de la opinión de cerca de 900 líderes políticos y responsables internacionales de la economía y el mundo académico, estima que los conflictos geopolíticos, el fracaso en la adaptación al cambio climático, las crisis del agua, el desempleo y los ciberataques serán los cinco principales riesgos para la estabilidad mundial en los próximos 10 años. El primero de ellos, pone de manifiesto el nuevo marco económico, social y político en el que vivimos, donde el impacto de conflictos como el de Ucrania o la guerra de Siria deriva en tensiones geopolíticas con una influencia muy directa en el crecimiento económico de las regiones.

Se trata de desafíos que Gobiernos y organizaciones multilaterales están intentando anticipar por la vía de la cooperación, como lo demuestran los esfuerzos para impulsar acuerdos comerciales, como el Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea o el nuevo mercado común que surgirá en diciembre de este año entre 10 países del Sureste Asiático (ASEAN).

Dar respuesta a asuntos de alcance mundial requiere consensos también globales en materia de regulación que eviten que normas diferentes o potencialmente contrapuestas dificulten el desarrollo natural de los mercados añadiendo una mayor carga de complejidad. Por eso, resulta clave lograr una regulación más inteligente, smarter regulation, y establecer normas compartidas, valorando con parámetros estrictos cuándo cumplen los objetivos que persiguen y cuándo no lo hacen. Como auditores somos conscientes de la trascendencia de contar con un marco regulatorio consensuado para proteger el factor más importante para el buen funcionamiento de los mercados: la confianza.

El nuevo contexto conlleva también que las empresas sean flexibles y capaces de adaptar sus modelos de negocio a las nuevas circunstancias. La mitad de las empresas que componían el Fortune 500 en 1999 había desaparecido una década después como consecuencia de fusiones, adquisiciones o de su incapacidad para mantener su posicionamiento en el mercado. En esta nueva era, las empresas de éxito son aquellas capaces de contemplar el cambio constante en su estrategia y ejecutarlo al compás del nuevo contexto, dotarse del mejor talento y prever el cambio.

No cabe duda de que son tiempos complejos, con nuevos retos y nuevas oportunidades producto de un mundo absolutamente heterogéneo y cada vez más interdependiente. Será importante que Davos enriquezca el debate internacional para alcanzar consensos que posibiliten un crecimiento sostenible a largo plazo y respuestas para una nueva agenda global.

John Scott es presidente de KPMG en España, en la región de EMA (Europa, Oriente Próximo, África y Sur de Asia) y vicepresidente Global.

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